La muerte es algo en que la mayoría de personas no quisiéramos pensar. Sin embargo, a pesar del miedo que se le tiene, pareciera una realidad inevitable para todas las criaturas del planeta. Hay millones de formas de morir y estas, son algunas de las muertes más horribles del mundo.
Electrocutado por el micrófono
En el año 1972, el guitarrista de la banda de rock ‘Stone the Crows’, Leslie Harvey, en pleno concierto, recibió una gran descarga de corriente a través del micrófono por el que también cantaba. Las escenas fueron dantescas.
Bateó tan fuerte que desgarró su vejiga
Un antiguo jugador de béisbol, Jim Creighton, en el año 1862, murió de manera muy dolorosa, al batear tan fuerte que desgarró su vejiga. Miles de espectadores lo vieron agonizar hasta morir. Los médicos no pudieron hacer nada por él.
Descuartizado por la cadena del motor de su auto
Esto sucedió en 1927, cuando Parry Thomas, un osado piloto, intentaba romper su record de velocidad, logrado hacía un año, de 171 millas por hora. Por tal razón, presionaba a fondo el acelerador de su vehículo de carreras adaptado, a tal punto en que una cadena del motor se soltó y la presión era tal, que entró a la cabina del auto y destrozó el cuerpo del conductor.
Ahogados e inundados de cerveza
Una terrible tragedia en Londres, en 1824, se produjo por la fábrica de licores “Meux and Company”, donde en una noche horripilante, cientos de contenedores de cerveza se estallaron, expulsando 1469000 litros hacia las calles. Nueve personas que se encontraban más cerca de la planta, intentaron luchar por salvar sus vidas de la imponente corriente del líquido alicorado, pero se ahogaron de modo muy trágico, además de ser fuertemente golpeados contra las paredes de las casas, causal de su horrible deceso.
Asesinado con una vara de hierro incrustada en su ano
Este impactante hecho, aconteció en Inglaterra, en 1327. Nada más ni nada menos que le sucedió al rey Eduardo II, quien murió en manos de su esposa, la reina Isabella y su amante, Roger Mortimer. Ambos decidieron deshacerse del monarca, por lo que lo encarcelaron y en su calabozo, ordenaron a un verdugo introducirle una varilla de hierro al rojo vivo, en el interior de su ano. Los gritos eran espantosos. Los perros aullaban y los caballos relinchaban. Los habitantes del castillo y sus alrededores narraron en detalle los nefastos acontecimientos.
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