Terminamos nuestro capítulo anterior con la finalización de la Gran Peste Negra, la epidemia más letal en la Historia de la humanidad. Es posible que sea la más letal incluso en términos absolutos, pues su contendiente más cercana (la epidemia de influenza de 1918) mató poco más de 100 millones de personas, y los cálculos de la Muerte Negra indican entre 75 y 200 millones de muertes.
La peste negra o peste bubónica se convirtió entonces en un asiduo visitante de las campiñas y ciudades europeas, visitándolas cada siglo, más o menos. Si algún lector está interesado en conocer con mayor detalle una de estas epidemias, podría leer el Diario del Año de la Peste, escrito por Daniel Defoe, y que relata la epidemia de 1665. Su magnitud, aunque no es comparable con la de la epidemia de 1348, fue en cualquier caso considerable.
Una nueva enfermedad letal
Pero a finales del siglo XVIII (es decir, llegando a los 1800), la peste comienza una lenta desaparición. Nadie sabe por qué las grandes epidemias de peste (junto con otras enfermedades, como el tifo) comienzan a disminuir. Puede ser que, aunque la pobreza aumentara, las personas tuvieran algo más de alimentos y pudieran resistir mejor estas enfermedades. Puede ser también que casi 5 siglos de contacto inmunizaran a un porcentaje demasiado amplio de la población para que la enfermedad siguiera siendo letal.
A finales del siglo XVIII también se desarrolló la primera vacuna contra la viruela y se avanzó en la erradicación de muchas otras enfermedades, al menos en las regiones de occidente. Pero cuando la humanidad pensaba que la época de las grandes epidemias había terminado, apareció una nueva enfermedad. Limitado por siglos a la región india de Bengala, por razones desconocidas el Cólera escapó de su cuna e invadió el mundo a lo largo del siglo XIX.
Las grandes epidemias de cólera
En este caso, podemos hablar de 6 grandes epidemias que recorrieron el mundo a lo largo y ancho en algo menos de 100 años. La primera, iniciada en 1816, se limitó a las regiones de Oriente (incluyendo Indonesia, China y Japón) y en occidente a Rusia y Turquía. La segunda epidemia, que estalló en 1829, sería la más importante: pese a los intentos de las autoridades rusas por limitarla, llegaría a Moscú en 1830 y desde allí se esparciría al resto de Europa por medio de soldados polacos que se habían rebelado contra el Zar.
Desde allí la epidemia alcanzaría un carácter mundial. Llegó a América por el puerto de Quebec en 1832, y en este mismo año ya había infectado todas las poblaciones costeras importantes en el continente americano. Hacia 1840 ya se había apoderado de prácticamente todo el mundo, excepto por Australia.
A partir de este momento lo que hubo, parece ser, fue una presencia constante de la enfermedad con periódicos “brotes” que le recordaban a la población los peligros a los que estaba expuesta. Entre 1852 y 1899 habrían otros 4 brotes, 3 de los cuales serían más fuertes en Occidente (incluyendo América) y uno en Oriente.
En caso de que no la conozcan, el cólera es una enfermedad del tracto digestivo que se contagia al beber agua contaminada con heces humanas. Este fue un periodo particularmente duro en términos de hacinamiento y miles, si no millones de personas vivían en diminutos hogares a lo largo y ancho de las ciudades europeas y americanas. Era extremadamente fácil para cualquiera de estas personas contaminar el agua de sus vecinos, y una vez la epidemia comenzaba era prácticamente imposible detenerla.
La muerte llega a las ciudades
Como vemos, pese a los avances en la medicina europea, esta epidemia se aprovechó precisamente de una debilidad de las ciudades: su hacinamiento y la poca higiene en la distribución del agua. Esto, de la mano con la baja calidad de la atención médica, convirtió casi en una sentencia de muerte enfermarse, principalmente para los niños y las personas de edad.
Es probable que en este siglo la epidemia de cólera cobrara más de 20 millones de muertes, quizás hasta 40 (es decir, más del 10% de la población mundial), pero es extremadamente complicado hacer cálculos por la duración de la epidemia. Desde principios del siglo XX mejoras en la sanidad (principalmente en el tratamiento de las aguas) hizo que la enfermedad prácticamente desapareciera de los países desarrollados… aunque en los últimos 20 años ha habido dos brotes: uno en Perú en 1991 (que se extendió por varios países y cobró unos 10.000 muertos) y uno en Haití, en 2010, que ha cobrado una cantidad semejante.
La epidemia de cólera llevó el terror a las ciudades. Las personas enfermaban y morían en cuestión de horas, y nadie sabía qué estaba pasando. Sin embargo, varios investigadores comenzaron a analizar las ocurrencias de casos graves y pronto determinaron que el vector de propagación eran las fuentes de agua. A partir de este momento, la epidemia tuvo sus días contados.
Pese a su gravedad, el brote de cólera pudo ser controlado gracias a que su vector, el agua, es relativamente fácil de canalizar. Sin embargo, pronto vendría una última epidemia que pasaría a la historia por los horrores que tendría que vivir un mundo que pensaba que la edad de las pandemias había terminado.
Esta gran epidemia de Influenza la veremos en la próxima edición.
- Parte 1.
- Parte 2.
- Parte 4.
- Parte 5.
Fuente de imágenes: 1: nlm.nih.gov, 2: portaldesalta.gov.ar, 3: english.rfi.fr