Koshuki
Muso Kokushi era un sacerdote japonés perteneciente a la Escuela Rinzai del Zen, un movimiento budista que tiene como filosofía que el trabajo arduo permite visualizar nuestra verdadera naturaleza. El joven sacerdote se encontraba viajando por la región de Mino, una zona sola y montañosa del país Nipón, y resultó la noche llegó antes de lo que él había previsto. Muso creyó que se vería obligado a dormir bajo el cielo estrellado, pero fue tan grande su fortuna que dio gracias a los cielos al encontrar en su camino una pequeña ermita.
Cuando se acercó a pedir posada, un malhumorado monje le abrió la puerta y le dijo que no se podía quedar, pero que cerca de ahí había un pueblo donde lo recibirían cordialmente y le darían alimentos. Muso estaba consternado por la actitud de aquel monje y fue en marcha al pueblo, donde fue recibido con gran hospitalidad en la casa del magistrado, nada más al entrar a la mansión se dio cuenta que había mucha gente congregada en la sala principal.
Los siervos guiaron a Muso a una habitación donde podría descansar y cuando se encontraba en plena meditación, fue interrumpido por un joven que le dijo que él era el heredero del lugar y que su padre hace poco había fallecido y que todas las personas que se encontraban ahí le estaban dando el pésame.
También le mencionó que él junto con su familia partirían a la aldea vecina, pues entre los habitantes de aquel poblado había una tradición de que cuando alguien fallecía debían dejar el cuerpo solo en la casa. Muso lamentó lo sucedido, y le dijo al joven que de haberse dado cuenta antes de lo sucedido, él habría administrado la ceremonia al difunto, y agregó que él se quedaría velando al fallecido ya que no tenía miedo de lo que pudiera suceder.
Cuando todos se marcharon, Muso realizó las ceremonias correspondientes y se quedó ahí rezando en total silencio, y mientras estaba sumergido en total reflexión una figura espectral surgió de las sombras. Era una criatura extraña, parecía un cadáver en plena putrefacción, quien con sus aterradoras garras tomó al difunto y se lo devoró, luego se comió las ofrendas y desapareció.
El castigo por los malos actos
A la mañana siguiente Muso esperó a sus anfitriones en la entrada de la casa y les comentó lo sucedido. Nadie pareció sorprenderse por la presencia de aquel ser y cuando el joven sacerdote preguntó por qué el monje de la ermita no realizaba ninguno de los ritos funerarios, ellos le respondieron que en aquella zona del camino no había ninguna ermita y menos un monje.
Muso partió por el mismo camino que había recorrido y no se sorprendió al hallar al monje malhumorado de la noche anterior. Aquel monje le pidió disculpas a Muso por su comportamiento anterior y también porque lo había visto en su verdadera forma, pues resultó que ese monje era Jikininki, un ser humano que había sido convertido en un monstruo por sus terribles actos en vida.
El monje le confesó, que nunca realizaba los ritos por el que le pagaban y al final, fue condenado a devorar cadáveres, el hombre muy arrepentido le pidió a Muso que realizará un sacrificio Segaki, un ritual budista en donde se le otorga descanso a todas aquellas almas en pena que no pueden saciar su apetito.
Tras realizar el ritual, el monje maldito pudo descansar en paz y en aquel sitio quedó una tumba del monje que había sido condenado al morir.
Fuentes:
- https://www.whatisurfed.com/jikininki-flesh-eating-hungry-ghost/
Imágenes: 1: yokai.com, 2: misterioworld.com