Cualquier oficial que marche al frente sin su espada está muy mal vestido
Arqueros
Hacia comienzos del siglo XV ocurrió, en la batalla de Agincourt, el máximo brillo de los arqueros de tiro largo, que fueron capaces de aniquilar un poderoso ejército de caballeros franceses. Siglos después, sus espíritus aparecieron de nuevo en Mont para cubrir las espaldas de sus compatriotas durante la Primera Guerra Mundial, quizás para recordarnos que no deben olvidarse las historias y que un arco no es un arma de la que haya que estar avergonzado.
En la Segunda Guerra Mundial los soldados de Agincourt no volvieron a apoyar a sus hermanos ingleses. No necesitaban recordarles que el arco tradicional, tradición de los antiguos, era un arma de la que no debían avergonzarse.
Para eso estaba Jack Churchill.
“Mad” Jack Churchill
En mayo de 1940 un capitán alemán se encontraba combatiendo una avanzada británica en la pequeña viña francesa de l’Epinnete. Sus hombres salían momentáneamente de sus posiciones para disparar o asegurar el movimiento de las retaguardias y luego volvían a refugiarse. En este intercambio de fuego fue de pronto testigo de cómo una flecha atravesaba el pecho de uno de sus soldados, que de inmediato cayó de frente. Fuego de rifles invadió la posición y la tropa se vio obligada a retirarse.
No fue el único. Pronto, entre los soldados alemanes comenzaron a correr historias de hombres atravesados por flechas en pleno frente de combate. Unos pocos heridos tenían la posibilidad de recuperarse, la mayoría sencillamente perecía ante la letalidad de los disparos. El hombre que cargaba el arco comenzó a convertirse en una leyenda.
Se llamaba Jack Churchill. Lo apodaban “El Loco” (Mad Jack). Era una de esas personalidades que nacen cada varias generaciones y encuentran en la guerra el hogar que jamás hallaron en su tierra. Quienes lo conocieron (y que generalmente agradecían el haber sido dirigidos por un hombre de tal valor) afirmaban que Churchill estaba más cómodo entre las trincheras, con balas volando sobre su cabeza, que en la cama más fina de cualquier hotel.
Churchill tenía una larga historia detrás. Había estado combatiendo en India, donde fue reconocido por recorrer más de 1.500 kilómetros en una motocicleta para apoyar unos compañeros en necesidad. Cuando fue convocado al frente francés, de inmediato empacó su arco, su espada y su gaita, y era famoso por tocar canciones en el frente como una manera de dar moral a sus soldados.
«Mad Jack» marchando al frente… con su sable
En 1944 sería capturado por los alemanes, siendo el último sobreviviente de su escuadrón. Incapaz de defenderse, se cuenta que quedó inconsciente tocando su gaita cuando dos granadas explotaron cerca de su posición. Tras ser trasladado al campo de concentración de Sachsenhausen, de donde escaparía sólo para volver a ser capturado. Eventualmente, sin embargo, lograría librarse del todo y caminaría 150 kilómetros hasta encontrar las posiciones estadounidenses.
Aunque para este momento parece ser que ya le habían quitado su gaita.
Al final, Churchill sería enviado a India, pero a su llegada la guerra ya habría terminado, pues Estados Unidos había lanzado dos bombas atómicas sobre Japón forzando su rendición. Se dice que sus palabras al enterarse de las noticias fueron:
“De no ser por esos malditos yanquis habríamos podido hacer que la guerra durase unos 10 años más”.
Imágenes: 1: mundialino.wordpress.com, 2: searchingthroughhistory.wordpress.com