Terminamos el capítulo pasado con Nicolò Paganini como un renombrado músico de la corte napoleónica que habría rechazado todos los honores y los beneficios de esta vida para dedicarse, de nuevo, a viajar y dar conciertos allí donde se pudiera. Pero aunque este estilo de vida parezca riesgoso, las privaciones que habría pasado en sus primeros años de vida no volverían a repetirse: Paganini se convertiría en uno de los violinistas más renombrados del mundo. En 1828 realizó una gira por toda Europa que lo convirtió, seguramente, en el músico más renombrado del mundo.
Para muchos, fue la crónica de un talento anunciado y predicho por quienes habían conocido al violinista cuando joven. Para otros, una muestra del poder que puede llegar a tener el Maligno y de su influencia en nuestro mundo. Todos, sin excepción, caían admirados ante las habilidades de Paganini, quien jamás desmintió abiertamente las cosas que sobre él se contaban. Pero claro, ¿qué mejor que ser aclamado como un violinista tan talentoso que necesariamente ha de haber hecho un pacto con Lucifer?
El camino a la decadencia
Pero con la fama no viene únicamente la fortuna. Vienen los aduladores y los admiradores, vienen los vicios y el pecado. Paganini no fue extraño a los placeres de mundanos y pronto comenzó a sentir los efectos de un estilo de vida dedicado a lo que entonces, más que ahora, se conocía como el pecado.
En 1822 fue diagnosticado con sífilis, enfermedad que entonces comúnmente resultaba mortal. Su tratamiento, a base de mercurio y opio, le dejó sendas cicatrices tanto físicas como mentales y dio la razón a quienes creían que se trataba de un castigo divino por realizar pactos con el Demonio. Pero ni siquiera la Sífilis (seguramente el mayor terror de tiempos antiguos) detuvo al violinista.
Su fama se volvió inalcanzable. Su talento, incomparable. Pese a su figura pálida y delgada (demoníaca, dirían algunos) y a un rostro que distaba de la belleza se contaban por decenas (centenares, quizás) las mujeres que lo buscaban para obtener, así fuera por una vez, un momento de pasión. No fue hasta pocos años antes de su muerte que el músico decidió descansar de esta vida… y para entonces, afirman muchos, ya era demasiado tarde.
En septiembre de 1834 Paganini dejó la música de manera definitiva. En 1836 su casino recién fundado entró en quiebra dejándolo en la ruina y obligándolo a vender muchos de sus preciados instrumentos para pagar sus deudas. En 1840 cayó enfermo, pero rechazó la presencia de un sacerdote para recibir la extremaunción por lo que moriría sin poder ser enterrado en un cementerio. Pasarían décadas antes de que el cuerpo del violinista pudiese, por fin, descansar en terreno sagrado.
¿Un Pacto con el Maligno?
Su negativa a recibir el último sacramento y la consecuente prohibición de descansar en terreno sagrado no hicieron sino reforzar la teoría de que el hombre había hecho un pacto con Satanás. Pero ¿era cierta tal cosa? No es difícil suponer que sí. Paganini tuvo a lo largo de su vida mucho de lo que nosotros, simples mortales, llamaríamos suerte. Si hemos de creer a la leyenda, parece ser que el diablo sabía lo que decía cuando afirmó ante su madre que el pequeño Nicolò se convertiría en el mejor violinista del mundo.
Para comenzar, su porte. Ya mencioné que muchos afirmaban que Paganini tenía un aspecto demoníaco (algo que achacaban a su pacto con el maligno). Esto parece no haberse debido a la casualidad, sino a que el músico posiblemente sufría del Síndrome de Marfan que, entre otras, hace que las personas tengan extremidades particularmente largas y delgadas. Sería esto, según algunos, lo que le permitió realizar sus impresionantes hazañas.
Estas, que incluían tocar sonatas con una única cuerda del Violín, permitiéndole jugar con los sonidos y realizar múltiples tonos a la vez, doblar sus dedos hasta lograr posiciones casi imposibles y moverlos a una velocidad impresionante. Sus manos, que según se cuenta tenían 45 cm de punta a punta, le facilitaban sobremanera el manejo del instrumento.
Pero no fue solo esto lo que favoreció a Paganini. Su primer violín importante, por ejemplo, lo obtuvo casi por azar: cuando era un adolescente en Livorno un rico empresario de la ciudad decidió prestarle un violín que había sido fabricado por el célebre Giuseppe Guarneri para un concierto. Fue tal la presentación del joven Nicolò que el empresario, llamado Livron, se negó sistemáticamente a aceptar su devolución: este violín sería luego bautizado Il Cannone Guarnerius. Un segundo instrumento, al menos igual de valioso, lo obtendría en una feria tras ganar una apuesta a un hombre desconocido.
Sea como sea, Paganini parece haber nacido para la gloria. Lo tuvo todo para ser el mejor violinista, y lo fue, pero murió en desgracia, habiendo perdido todo lo que en vida había ganado. Su fortuna seguramente le pesó mucho menos que sus valiosos instrumentos que lo habían catapultado hasa donde ningún otro hombre era capaz de llegar. Quién sabe qué pecados habrá pagado al final de su vida para morir de una manera tan deshonrosa
Terminamos con una pequeña conversación entre Paganini y el retratista Pasini, en la que, como siempre, dejaba en el aire la posibilidad de haber firmado un trato con el Maligno:
– «Es muy claro. El violín es el único instrumento que puede variar al infinito la altura de los sonidos, igual que la voz humana; y, junto con el órgano, es el que posee la propiedad de prolongarlo indefinidamente. Yo trato de unir ambas cualidades, dando al instrumento una tonalidad humana. De nada valdría el esfuerzo titánico y genial de los grandes constructores estudiando las grandes proporciones de todas sus partes si el violín no se acercara a la sensibilidad humana. Esto es, por otra parte, la aspiración última de la orquesta. Y el violín es el instrumento supremo de la orquesta. En mi violín hago resonar todo: los cantos de los pájaros, el sonar de las campanas, las tristezas y los dolores íntimos de los hombres. Voy, realmente, no al entendimiento, sino al corazón del oyente, por eso establezco rápido contacto con él, por eso…»
– «¿Por eso…?»
– «Por eso dicen que el diablo es el que está en mi cuerpo».
– «¡Bah! Supersticiones de ignorantes».
– «Sí, supersticiones, ¿quién sabe? A veces yo mismo me pregunto si la gente tendrá razón. No sé cómo debe sentirse un poseído del demonio».
Parte 1
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