Chemtrails
Uno de los temas más polémicos de la actualidad es el de los chemtrails: supuestas estelas de químicos que son liberadas por los aviones a su paso por el cielo y se usan para todo tipo de objetivos. Mientras que algunos hablan de la creación de enfermedades o incluso de la difusión de objetos que facilitan el control mental y la dominación de las personas, otros (la mayoría) hablan de la modificación del clima con partículas pesadas en suspensión que hacen que la humedad se dirija a uno u otro lugar.
En su momento hablamos sobre este tema en este artículo: el objetivo de hoy no es debatir sobre la veracidad (o no) de dichas afirmaciones sino de hablar de aquel momento en el que estos experimentos fueron realizados por los Estados Unidos:
Preludio a la Operación
Ya hemos visto los experimentos con armas químicas del Reino Unido y el laboratorio de venenos de la Unión Soviética (aunque este último se concentró en armas para matar selectiva y no masivamente). Pues bien, los Estados Unidos tuvieron sus propios estudios en este aspecto, particularmente en la búsqueda de la eficiencia de un bombardeo con sustancias químicas desde los cielos.
El modus operandi entonces organizado fue prácticamente el mismo del que hoy se acusa a los llamados chemtrails: lanzar desde aviones la sustancia química. El objetivo, según los documentos desclasificados no era generar un efecto en la población sino únicamente determinar el patrón de comportamiento de los químicos arrojados.
Los Cuerpos Químicos
La operación estuvo a cargo de los Cuerpos Químicos, una división del ejército norteamericano encargada de defender el país contra ataques biológicos o con sustancias químicas. Esta investigación, sin embargo, no tenía nada de defensivo: se realizó con un carácter completamente ofensivo.
Los Cuerpos Químicos estaban interesados en comprender el funcionamiento de la dispersión de sustancias con miras a mejorar la efectividad de un eventual ataque bacteriológico. Con este fin diseñaron un experimento que involucraba la dispersión en sitios poblados de Sulfido de Zinc – Cadmio, un compuesto químico fluorescente que, por eso mismo, era extremadamente fácil de detectar.
En muchos sentidos el sulfido de Zinc – cadmio era perfecto para el trabajo. Se trataba de un compuesto barato, fácil de fabricar y que supuestamente no tenía ningún peligro si entraba en contacto o incluso si era ingerido por seres humanos. Y, ante todo, tiene propiedades altamente fluorescentes, lo que hacía extremadamente fácil hallarlo. El plan era el siguiente: desde aviones y carros en tierra se arrojaría al aire el compuesto y luego el ejército lo rastrearía y determinaría cuál había sido su comportamiento.
Operación LAC, Caos e irresponsabilidad
Los resultados de la llamada Operation Large Area Coverage (Operación de Cobertura de Grandes Áreas) fueron mucho peores de lo esperado. Se comprobó algo que se había sospechado: los movimientos de viento son demasiado impredecibles para poder usarlos como armas de guerra. En un claro ejemplo de caos en la naturaleza, el sulfido terminó en sitios completamente inesperados, se dispersó por largas distancias o sencillamente desapareció (quizás en la alta atmósfera), lo que llevó al gobierno a desestimar cualquier tipo de arma que usara este funcionamiento.
Sin embargo, no se tuvo en cuenta el posible efecto del compuesto en los seres humanos. No fue hasta 1995 que los documentos se desclasificaron y miles de ciudadanos indignados comenzaron a exigir que se estudiaran los efectos de este compuesto. En aquel entonces se sabía que no podía ser digerido o absorbido por el cuerpo, por lo que no era preocupante, pero se obvió la posibilidad de que reaccionara con algún químico corporal para liberar cadmio, un compuesto altamente peligroso para los seres humanos.
Al final, las autoridades afirmaron que el compuesto “no era peligroso en la dosis administrada por el ejército”, pero la duda quedó. Y muchos creen que lo aprendido en aquel experimento siguió aplicándose hasta la actualidad.
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