Actualmente, en casi toda Hispanoamérica, desde el momento de nuestro nacimiento somos llamados por nuestro nombre y apellidos (paterno y materno, correspondientemente) por lo que esto nos parece un hecho tan común como respirar. Ese nombre junto con nuestros dos apellidos conforma nuestra identidad, y nos acompaña hasta el último de los días. Sin embargo, no en todas partes del mundo se usa de la misma manera. En algunos lugares se usa un solo apellido, en otros va antes del nombre, y en otros más, priora el apellido materno.
Igualmente, cada apellido tiene su origen, historia y significado, el cual es estudiado por la heráldica. Si se rastrea históricamente en qué momento se comenzó a usar apellidos, las pistas no remontarán a la antigua Grecia, donde se comenzó a practicar la costumbre de identificar a los ciudadanos notables con su nombre acompañado del lugar de procedencia. Por ejemplo: Aristóteles de Estágira (usándose también la forma Aristóteles estagirita) o Arquímedes de Esparta. Posteriormente, en Roma, los nobles eran llamados con su nombre (praenomen) y el nombre de su gens o familia (nomen) el cual descendía de los fundadores de esta ciudad latina. Por ejemplo, Marco (nombre) Tulio (nomen, gens Tulia).
Estos dos tipos de apellidos, tanto el empleado en Grecia como en Roma, se siguen usando hasta hoy día. De hecho, se podría decir que, en todo el mundo, los apellidos han evolucionado a partir de cuatro grandes ramas, agrupadas según su origen. A continuación te contamos cuáles son estos cuatro conjuntos de apellidos:
Apellidos patronímicos: son aquellos apellidos que se derivaron de un nombre propio, casi siempre del correspondiente al padre de familia. Un ejemplo de ello en Español serían el apellido Álvarez (que proviene de Álvaro) o Pérez (que proviene de Pedro).
Apellidos toponímicos: son aquellos que se originaron de nombres de lugares o seres vivos, en referencia al ambiente de donde provenía la persona. En este grupo se pueden encontrar varios apellidos conformados también con la preposición “de”, “del” o “de la”. Se podría decir que estos apellidos en la mayoría de los casos son gentilicios. Ejemplos de ellos en Español son Olmos, Prieto o Toledo.
Apellidos derivados de oficios: son aquellos que hacen referencia al oficio tradicional que llevaba a cabo una familia o el padre. Por ejemplo: Hidalgo, Herreno, Caballero, Zapatero.
Apellidos descriptivos: aquellos que implican cualidades o defectos de quienes fueron los primeros en portarlos, es decir, de quienes les dieron origen y usaron por vez primera. Por ejemplo: Calvo, Delgado, Crespo.
Así mismo, tal como comentábamos al principio, no en todas partes del mundo el apellido o apellidos se usan de la misma forma que en Hispanoamérica. Por ejemplo, en Japón la persona es llamada primero por su apellido paterno, luego el apellido materno y finalmente por su nombre. En países como Rusia, el patronímico (el nombre del padre) está integrado al nombre, por ejemplo Petrovich que sería “hijo de pedro” seguido del apellido o nombre de la familia paterna, el cual varía en masculino o femenino según quien lo porte: Petrovich Dostoyevsky o Petrovna Dostoyevska.
Más cercanos a Hispanoamérica, tanto en la Península Ibérica como en América, existen también usos diferentes de los apellidos. Por ejemplo se encuentran países como Portugal, Estados Unidos y Brasil donde no se usa la forma de primero nombre y luego apellido paterno y materno, sino que por el contrario, la persona es llamada por su nombre, el cual va seguido por su apellido materno y luego el paterno. No obstante, existen países como Alemania donde se usa sólo el nombre seguido el apellido paterno, es decir la persona cuenta con un solo apellido (el paterno) desapareciendo de su genealogía el apellido materno.
De esta forma, en todo el mundo y cada quien a su manera, el nombre de la persona va acompañado de un apellido que en sí mismo conserva parte de la historia de su origen, y que según su posición dentro del nombre habla también de la cultura a la que pertenece.
Fuente de imagen: taringa.net