Uno de los mayores aliados de Trump, al menos hasta el momento en que fue electo, parece haber sido el presidente ruso Vladimir Putin. Putin, reconocido por Trump  como un político brillante y buen presidente, siempre apoyó al magnate en su carrera, e incluso se reveló que hackers rusos ayudaron en la creación de noticias falsas contra Hillary Clinton ayudándole a ganar las elecciones presidenciales. En toda justicia, no se ha revelado que Putin (o el gobierno ruso en general) tuviesen algo que ver con el asunto, pero es una sospecha que muchos siguen teniendo.

En cualquier caso, la relación de Trump con Rusia, un rival reconocido de los Estados Unidos y el bloque que dirige (la OTAN) ha resultado de bastante interés para muchos. Y algunos consideran que podría deberse a más que una simple afinidad política.

Negocios en la familia Trump

Quienes han hecho negocios con Donald Trump tienen una recomendación constante: no lo hagas.

Trump se caracteriza por su genio a la hora de aprovecharse del sistema. Son miles las demandas que ha tenido por no pagar dineros prestados, incumplir contratos o prestar servicios mediocres (la Universidad Trump, con sus múltiples demandas por fraude, es el ejemplo perfecto). Por esta razón, muchos bancos y entidades crediticias en Norteamérica sencillamente ya no le prestan al magnate.

Así mismo, pese a su éxito manejando algunos negocios, Trump ha tenido bastantes malos tratos. En muchos casos, sus éxitos se han debido más al apoyo súbito de personalidades que a un verdadero ojo para los negocios (diferente, por ejemplo, a inversionistas reconocidos como Warren Buffet). Así, ha tenido que pedir manos aliadas en ocasiones para salir de los agujeros en los que ha terminado por meterse.

Y una de estas manos podría haber sido rusa.

Deudas y conspiraciones

Hacer negocios con los rusos no es lo mismo que hacerlo con, bueno, prácticamente cualquier otro grupo. Muchos importantes magnates rusos han muerto en circunstancias sospechosas al incumplir sus obligaciones con los prestamistas de ese país.

De acuerdo con varias fuentes (no oficiales, es forzoso aclarar) el presidente Donald Trump podría haber quedado en deuda con oligarcas rusos. Para salir de este problema, no le bastaría con un buen buffet de abogados (como lo hace en Estados Unidos)… a menos, claro, que sean abogados muy bien armados.

Según el portal motherjones, oligarcas rusos con cercanos vínculos a Putin han invertido millones de dólares en empresas de Trump, en varias ocasiones salvándolo del colapso financiero. Si Trump no ha podido pagar estas cifras… quizás decidieron cobrarle pidiéndole ciertos favores.

Favores que sólo un presidente de los Estados Unidos podría cumplir.

Sin embargo, aunque haya muchas cosas sospechosas de la relación de Trump con los rusos, una deuda directa, al menos, no se ha comprobado. Esto no significa que todo haya terminado para Mr. Trump.

Intervención en las elecciones

Desde que comenzó a intervenir páginas chechenas en la crisis de comienzos del milenio, el gobierno ruso detectó la gran posibilidad de intervención que existe en el medio digital. Muchos creen que Wikileaks tuvo que ver con la intervención de hackers rusos, y si bien nadie condena esa magnífica revelación de información, sí es cierto que fue muy útil a los intereses del gobierno de Putin (del cual no se reveló mucho que digamos).

Es probable que el gobierno ruso haya tenido que ver con la infiltración a las elecciones estadounidenses, y si este es el caso es muy posible que Trump lo sepa. Filtrar información de este tipo podría llevarlo a la cárcel. Así, en este momento Rusia podría tener a Trump en sus manos y estar esperando al momento adecuado para revelar la información.

Y, hay que admitirlo, Trump ha sido muy blando con Putin, al menos comparado con la tendencia de los mandatarios previos. Quizás esto se debe, más que a una afinidad ideológica, al temor que le representa la revelación de información delicada.

En cualquier caso, de existir en verdad algún tipo de chantaje, el que lleva todas las de perder es Estados Unidos.

No que me esté quejando.

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