Dentro de la Literatura latinomericana, se conoce bajo el título de Boca de sapo a un cuento, nacido de la pluma de la célebre escritora chilena Isabel Allende, el cual forma parte de los relatos incluidos en el libro Cuentos de Eva Luna, publicado por primera vez en el año 1989, gracias al trabajo de la editorial barcelonesa Plaza & Janés.
Argumento de Boca de sapo
Al igual que todos los relatos que componen este libro de Allende, Boca de sapo es una historia que tiene como protagonista las emociones humanas, de modo que sus personajes, aun cuando son los seres sobre los cuales se tejen las historias, en realidad terminan siendo meros estuches de sentimientos, pasiones y emociones, que dictan sus procederes, sin que a veces llegue a mediar mucho el juicio o la razón.
De esta forma, Boca de sapo es un cuento fragmentario, que ofrece una breve visión de las pasiones que se viven en un pequeño rincón al final del mundo, en donde el frío gélido que atraviesa la pampa no mella por un segundo la sangre pasionaria de los que en ella ha nacido. Sin embargo, esa pasión puede cambiar de repente, pues al fin y al cabo va siguiendo la pulsión que se le presente, en un gran rizoma de emociones que no da cabida al pensamiento frío, el cual al parecer queda solo para los de sangre flemática, como los ingleses, quienes viven al margen del desorden, sin sospecharlo, interesarse o si quiera conocerlo.
Resumen de Boca de sapo
En cuanto al contenido específico del cuento Boca de Sapo de la escritora Isabel Allende, se puede señalar que es narrado por la voz de un narrador omnisciente, quien se da a la tarea de describir una estancia, ubicada en el sur del continente americano, en Tierra del Fuego, en donde una pareja inglesa vive sin conocer en qué juegos secretos entretienen sus pasiones sus obreros.
En estas latitudes, de acuerdo a lo que reporta el narrador, el invierno llega a mitad de año, para cubrirlo todo de un clima frío, casi como el carácter de los ingleses que viven sin contaminarse del continente, como si vivieran aun en una campiña inglesa. Diametralmente opuestos, los trabajadores de la estancia, quienes sufren vidas solitarias y miserables, cuentan al menos con una distracción que los hace sentir vivos: los juegos secretos de Hermenlinda.
Al respecto de la protagonista de estos cuentos clandestinos, el narrador la describe como una dama alegre, valiente y ardiente, quien disfrutaba de los hombres, sobre todo de hacerlos felices, por lo que más allá de ser la única mujer joven a kilómetros y contar con una gran belleza y conocimientos secretos del amor, Hermenlinda contaba con una gran generosidad, la cual le hacía lo mismo regalarle placer a un peón, que prepararle una sopa si caía enfermo.
De esta forma, durante algunos años se había dedicado a la realización de torneos secretos cuyo premio era ella. Estos se llevaban a cabo en su casa, en donde los peones se entregaban a la bebida de un aguardiente también clandestino, con el cual alegraban sus apuestas. Risas, competencia y placer era lo que le deparaban a los ganadores. Entre estos, el juego más popular era el llamado boca de sapo, en donde el jugador debía insertar una moneda en el centro del húmedo secreto que Hermelinda ofrecía a su contrincante de piernas abiertas. Los hombres de mejor puntería perdían ante los secretos de contorsionista de la dama. Sin embargo, los pocos que ganaban, obtenían un pase al cielo, pues el premio era poder gozar de la compañía de esta mujer por dos horas completas.
La fama sobre la belleza y agilidad de Hermelinda había traspasado fronteras. Al punto de que una vez llegó a la estancia un asturiano, que había salido de su país prófugo de la policía, pero que había decidido ir hasta esas tierras a ver en persona a la mujer que le habían descrito palabras de viajeros. Llegó, se sentó a beber, y se quedó observando los juegos que iban operándose. Decidido entonces a ganarse el premio mayor, para convencer a Hermelinda de quedarse con él para siempre, pues él ya no podría vivir sin él, el asturiano decidió a jugarse todo en el último juego.
Con su mejor puntería dio en el blanco, aun cuando el narrador abre la posibilidad de que tal vez fue Hermelinda la que lo escogió. Lo cierto es que la moneda entró en su humanidad, y el asturiano pudo entrar al cuarto con Hermelinda a disfrutar de su premio de dos horas. Sin embargo, la fiesta siguió y las horas pasaron sin que los amantes fuesen vistos de nuevo. Al medio día se vieron salir de nuevo, pero vestidos de viaje. Hermelinda llevaba pantalón, camisa y la fortuna que había hecho con sus juegos clandestinos. Nadie volvió a saber de ellos.
Concluye el narrador contando cómo los peones quedaron sumidos en un abandono y un aburrimiento supremo, al punto de que los ingleses temiendo por la estabilidad de su nómina mandaron a traer juegos de mesa, para que estos pasaran el tiempo. Incluso llegaron a traer un sapo enorme, con la boca abierta, para que los peones siguieran apostando a ver quién era el hombre con mayor puntería. Nada funcionó, nadie reparó en los juegos, y se entregaron al aburrimiento, mientras los artilugios traídos por los jefes ingleses quedaron de adorno.
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