Con el nombre El espíritu de la botella es conocido en el mundo literario a un cuento infantil, nacido de la pluma de los célebres escritores alemanes Jacob y Wilhelm Grimm, mejor conocidos como los Hermanos Grimm, identificados en Occidente como unos de los autores más importantes de relatos y cuentos para niños.
Argumento de El espíritu de la botella
De esta forma, según la crítica, la razón de la fama de los Hermano Grimm se debe al gran talento de estos escritores por rescatar y exponer muchos de los símbolos más emblemáticos de la cosmología germana, mezclándolo magistralmente con hechos de la vida real y cotidiana, a fin de obtener relatos de carácter pedagógico, que acompañaran a los niños en su proceso de aprendizaje. En este sentido, entonces casi siempre se muestran en sus relatos la importancia de obedecer a los padres, las consecuencias de hablar con extraños o la necesidad de emplear la astucia y la inteligencia para salir de los aprietos que coloca la vida por delante.
Un ejemplo de esta mezcla de magia y realidad con fines educativos lo constituye El espíritu de la botella, relato en donde sus autores tejen una historia que pone de manifiesto dos importantes preceptos en la vida. Primero, no dejarse ganar por el miedo ante las dificultades, sino enfrentarlas con calma y astucia. En segundo lugar, este relato demuestra la importancia que tiene en algunos momentos el arriesgarse, puesto que como dice el refrán popular “el que no arriesga, no gana”. De esta forma, astucia y arrojo se muestran como herramientas indispensables para superar las dificultades que se presentan en la vida.
Resumen de El espíritu de la botella
Este cuento de los Hermanos Grimm muestra la historia de un leñador, de quien se cuenta trabajaba sin descanso, y de sol a sol, con el fin de ganar el sustento para su hijo. Llegado el momento, el padre comentó al hijo que, durante algún tiempo, él había estado ahorrando a fin de poder juntar el dinero suficiente para invertirlo en su educación.
De esta manera, el hijo del leñador entró a una escuela secundaria, a fin de culminar sus estudios, y poder convertirse en un hombre de negocios, que pudiese ayudar a su padre, durante los años de vejez. No obstante, el dinero destinado al estudio se terminó pronto, sin que el leñador pudiese juntar más monedas, por lo que el hijo debió regresar junto a su padre, apenas dos cursos estudiados.
Ante la tristeza del leñador, el hijo trató de calmarlo, expresándole que no se sentía desgraciado con su destino, y que quizás la voluntad de Dios era ésa, en cuyo caso el sentía la necesidad de comenzar a acompañar a su padre en la labor diaria. El padre se opuso al principio, argumentando que el muchacho probablemente no estaba acostumbrado a un trabajo tan duro como el de leñador, sin contar con que sólo tenía un hacha, y no contaba con más dinero para comprar otra. El hijo le aconsejó que buscaran un hacha prestada con el vecino. Obteniéndola, marcharon juntos al bosque.
Durante la primera mañana de jornada –prosigue el relato- el hijo trabajó vigorosamente junto a su padre, en la labor de cortar, separar y apilar madera. Sin embargo, llegado el mediodía y comido el almuerzo, el hijo manifestó su deseo de internarse en el bosque a ver nidos, a lo que el padre recomendó que mejor no lo hiciese. Sin reparar mucho en los consejos paternos, el joven se internó entre los árboles, en búsqueda de huevos.
Cuando hubo caminado un rato, llegó ante un gran roble. Mientras observaba el árbol, comenzó a escuchar una voz que pedía ayuda. Se trataba de una pequeña criatura dentro de una botella. Ante los ruegos de este ser por ser liberado, el joven decidió abrir la botella. De repente el ser que lucía antes pequeño, comenzó a crecer, convirtiéndose en un gigante. Después de identificarse como Mercurio le comunicó al joven, que como él lo había liberado, la tradición decía que debía ahorcarlo.
El joven sin preocuparse, rápidamente protestó ante semejante propuesta, argumentando que no era justo, más aún si no existía ninguna prueba de que ese ser inmenso era la misma pequeña criatura que él había liberado. Para comprobarlo, el joven le propuso al espíritu de la botella que volviera a meterse en ella, a ver si en realidad él era quien decía ser. El espíritu tomó el reto como una simpleza, y fue directo dentro de la botella nuevamente. Cuando el muchacho lo vio, cerró rápidamente la botella, dejando a la criatura nuevamente encerrada.
Mientras se marchaba a buscar a su padre, la criatura volvió a hablarle, pidiéndole nuevamente ayuda. El muchacho le comunicó que no lo sacaría, pues ya una vez lo había hecho, y él había querido matarle. No obstante, la criatura le prometió que esta vez lo ayudaría. El joven dudó un segundo, pero pensando que era mejor arriesgarse que quedarse con la duda, regresó al sitio en donde había dejado la botella, liberando al espíritu que había en ella.
Cuando la criatura se vio libre, tomó nuevamente el tamaño de gigante, pero esta vez en lugar de querer matar al muchacho, le obsequió un yeso, diciéndole que si frotaba una herida por el lado derecho del yeso, esta sanaría de inmediato, mientras que si frotaba un objeto con el lado izquierdo, éste se convertiría en plata. Después de comprobar que era cierto, el muchacho volvió junto a su padre, quien en principio estaba molesto.
No obstante, cuando el muchacho le contó al padre lo que había sucedido, vendieron en un muy buen precio el hacha del vecino, que el muchacho había convertido en plata, cambiando su vida totalmente: el muchacho, con el dinero juntado, regresó a estudiar, para convertirse en un profesional, mientras que el leñador llegó a convertirse en uno de los grandes médicos de su época, pues era capaz de sanar y curar cualquier herida con ayuda del yeso que le había legado a su hijo el Espíritu de la Botella.
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