Descripción del cuento El Guardagujas
Con el título El guardagujas, este texto narrativo, constituye un cuento del escritor mexicano Juan José Arreola, el cual fue publicado por primera vez en el año de 1952, siendo incluido en el libro de cuentos de esta autor, el cual lleva el nombre de Confabulario.
De acuerdo a los críticos literarios, en sus líneas, el autor de este cuento pretende establecer su crítica hacia una sociedad que apenas comenzaba a industrializarse. No obstante, algunos también han señalado que la imagen de la empresa ferroviaria a la que se hace referencia en el cuento, emula el gobierno, la forma de tratar al pueblo, así como sus fallas y errores. De esta forma, Arreola usa una imagen de progreso, en los albores del siglo XX, para caotizarla, demostrando que tal vez no todo es tan eficiente y desarrollado como plantea la publicidad.
Así mismo, algunos críticos han resaltado también el recurso que usa este autor, para expresar sus opiniones, a través de la voz del guerdagujas, que ilustra al forastero sobre los ires y venires de los trenes, y sus inusitados e increíbles métodos, los cuales dejan al descubierto una empresa de trenes que sólo es fama, taquillas, boletos y publicidad, pues en realidad nadie sabe cuándo pasa el tren, a dónde va, dónde se detendrá, o si quiera si avanzará.
Resumen del cuento El guardagujas
Este cuento comienza con el arribo de un forastero a una estación de tren, donde espera abordar un tren que lo lleve a la estación T. No obstante, al llegar al andén, solo puede ver los rieles, por lo que presume que su tren ya ha salido, dejándolo a él, en medio de esa estación desierta. Mientras consulta su reloj sin entender qué ha pasado, si es justo la hora que marca su boleto, se le acerca un viejecillo, vestido a la usanza de los ferrocarrileros, que le pregunta si todo está bien.
Desconcertado, y esperanzado de tener una respuesta, el forastero le pregunta al viejecillo si él sabe dónde está el tren. Sin embargo, sólo pudo obtener una respuesta que lo desconcertaría, pues lejos de obtener un sí o un no, el viejecillo se limitó a preguntarle cuánto tiempo llevaba en el país, afirmando que su carácter de forastero le hacía ignorar cómo funcionaban realmente las cosas en referencia al tren. No obstante, el viejecillo también hará la recomendación, al forastero, de hospedarse en la fonda de en frente.
Sin entender, e insistiendo en su urgencia por llegar a la ciudad de T al día siguiente, el viajero rechaza el consejo del viejecillo, quien entonces le reitera que debe ir al hotel y alquilar un cuarto por un mes, pues así sale más barato. Sin entender, el pasajero se aferra a su propósito de llegar a T al día siguiente. Por su parte, el viejecillo le comenta que debería abandonarlo, pero que por piedad lo pondrá al día de cómo son realmente las cosas con respecto al tren, dando inicio a una narración, totalmente inscrita en el Realismo mágico.
De esta forma, el viejecillo le indica que a pesar de la buena y amplia fama que tiene el país sobre sus trenes, la empresa ferroviaria aún no ha podido organizarla de la forma adecuada, por lo que aunque se imprimen boletos para los lugares más remotos o se publican guías completas con largos y complicados itinerarios, en la práctica aún no se ha logrado que eso se cumpla, pues los trenes no pasan por las estaciones indicadas, ni parten hacia donde deberían. No obstante, la situación se conserva en silencio, porque el patriotismo no le permite a ningún connacional pronunciarse contra los trenes, que representan el progreso del país.
Ante la preocupación del viajero de que exista un tren que pase por la estación donde se encontraban, el viejecillo le afirma que no puede asegurarle o negarle si lo hará, pues la estación tenía un poco averiados los rieles, aunque estaba mucho mejor que algunas que sólo tenían los rieles pintados en el suelo. Por lo que le dice que lo mejor es que se hospede se quede a la espera de ver cuándo pasa un tren, el cual tampoco es seguro que lo lleve a su destino.
Igualmente, el viajero le comenta que por lo general las personas compran innumerables boletos, para burlar los posibles destinos a donde los puede conducir los trenes. De esta forma, la empresa tiene operativos muchos trenes, pero no ha conseguido establecer un servicio formal y efectivo. También, el viejecillo le referirá al viajero que en ocasiones, los pasajeros duran años sobre un tren, algunos muriendo en el viaje, por lo que los trenes cuentan incluso con un vagón capilla ardiente, y un vagón cementerio, a fin de que los viajeros puedan ser enterrados, hasta que se les deposita en el andén que marcaba su boleto.
Así mismo, le viejecillo contará al forastero, las peripecias que tienen que vivir los viajeros que logran abordar un tren, cuando la vía se queda sin rieles o puentes, y cómo algunos pasajeros han llegado a formar aldeas, al no poder seguir viajando, como por ejemplo la aldea F. Por otro lado, el viejecillo le aconsejará al viajero que si logra subir al tren tenga cuidado de la estación donde decida bajarse, pues la empresa tiene algunas estaciones ficticias en medio de la selva, donde bajarse es perderse.
En el mismo sentido, el viejecillo le advertirá también al viajero la necesidad de tomar precauciones durante el viaje, dirigidas a no hablar con nadie, y mucho menos a pronunciarse contra el tren y su servicio, pues en ellos viajan muchos espías voluntarios que podrían denunciarlo, quedando signado a vivir en un vagón cárcel por el resto de sus días.
Durante esta extraña exposición, finalmente se escucha un silbido a lo lejos, es el tren que se acerca, el viejecillo corre a hacerle señas al tren con su linterna, mientras el pasajero se apresura a acercarse para abordar. Apresurado, el viejecillo le pregunta nuevamente a dónde se dirige, a lo que el viajero responde que a X.
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