Descripción del cuento El Sapo y la Princesa
De acuerdo a lo señalado por algunos expertos en Literatura, el cuento infantil El Sapo y la Princesa es una adaptación del reconocido cuento para niños de los Hermanos Grimm conocido con el nombre de El Rey Rana o Enrique el Férreo, incluido dentro de la colección de estos relatos infantiles clásicos, y que también se puede conseguir con el nombre de El Príncipe Rana.
Resumen del cuento El Sapo y la Princesa
Este cuento de los hermano Grimm comienza hablando de una hermosa Princesa, hija menor de un Rey, la cual causaba incluso la maravilla del Sol por su enorme belleza. Esta Princesa, continúa el narrador tenía como costumbre pasear por un enorme y oscuro bosque que se extendía junto al Palacio, a fin de ir como siempre a un manantial, frente al cual acostumbraba a sentarse, para jugar largo rato con una pequeña pelota de oro, que constituía su juguete favorito.
El juego de la Princesa consistía entonces en arrojar la pelotita de oro por el aire, y recogerla una y otra vez con su mano, mientras pasaban las horas. Sin embargo, un día la mano que recogía la pelota falló, y el juguete se deslizó al agua, donde se perdió de la vista de la Princesita, que desconsolada abrió en un terrible llanto.
Mientras la hermosa niña se entregaba a su dolor, escuchó de repente la voz de alguien que le preguntaba el motivo de su llanto. Al buscar el ser de donde provenían las palabras que acababa de escuchar, la niña descubrió que se trataba de una horrible rana, que le hablaba desde el agua. La niña accedió a contarle lo sucedido, a lo que la rana se ofreció a sumergirse en el agua y recuperar el preciado juguete bajo una condición. Feliz la niña por creer que recuperaría su juguete, le prometió a la rana darle sus vestidos, joyas y hasta su corona. No obstante, la rana le aclaró a la princesa que ella no quería esas cosas, sino que la única recompensa que necesitaba para devolverle el juguete sería que la Princesa se comprometiera a llevarla con ella y convertirla en su compañera, para así jugar juntas, comer del mismo plato e incluso dormir en la misma cama.
Desesperada por recuperar su juguete, la Princesa le respondió afirmativamente a la rana, sin deseos verdaderos de cumplir con su promesa. La rana confiada en la palabra de la Princesa se sumergió en el agua, y al rato volvió con la pelota de oro en la boca, depositándola en el pasto, frente a la Princesa, quien la tomó de inmediato y salió corriendo hacia el Palacio, olvidando su promesa y a la rana, la cual se quedó gritándole a la Princesa que volviera, para que la llevara con ella como había prometido.
Al día siguiente, la Princesa ya se había olvidado de la rana, y disfrutaba de un delicioso almuerzo, junto a su Padre, en el comedor real, cuando escuchó que desde las afueras del Castillo una voz llamaba a la hija más pequeña del Rey. La Princesa sabiendo que se referían a ella, decidió ir personalmente para averiguar quién la llamaba. Para sorpresa de la Princesa era la rana del día anterior, la que aguardaba afuera. Con la misma fuerza, la Princesita cerró la puesta, y regresó a la mesa con su padre.
Sin embargo, éste al verla tan alterada le preguntó qué le pasaba, creyendo que a lo mejor se trataba de un gigante que viniera a llevarse a su hija. La Princesa le contó lo sucedido, a lo que su padre el Rey le instó a cumplir con lo prometido. A la Princesa no le quedó más remedio que regresar, abrir la puerta e invitar a pasar a la rana, quien le recordó frente al Rey la promesa de comer juntas del mismo plato.
Muy infeliz, la Princesa accedió tomando con mucho disgusto trozos de comida de su plato de oro, que ahora debería compartir con la rana, la cual por su parte parecía disfrutar mucho de la comida. Terminada esta, la Rana le pidió a la Princesa que la tomara para que fueran a descansar y dormir. La Princesa se resistía, pero su padre la obligó a cumplir lo acordado, así que con toda su repulsión tomó con dos dedos a la rana y la llevó a su habitación, donde la puso en un rincón.
No obstante, la rana le recordó que la promesa incluía dormir en la misma cama, amenazándola con contarle a su papá si no cumplía. La Princesa con mucho asco y rabia tomó a la rana, pero en lugar de subirla a su cama, la arrojó contra la pared con rabia. Para su sorpresa, la rana apenas tocó el muro se transformó en un apuesto Príncipe. Al verlo la Princesa se enamoró, y él de ella. El Rey dio su consentimiento para que se casaran, luego de que el Príncipe le explicara que había sido víctima de un hechizo.
Al día siguiente, termina el cuento, apareció un hermoso carruaje dirigido por el fiel siervo del Príncipe, a fin de poder llevar a los esposos al reino. En la medida en que avanzaban en su viaje, se iban escuchando fuertes ruidos, que correspondían a los aros de metal que Enrique el siervo se había amarrado alrededor del corazón para evitar que se le rompiera por la tristeza de ver a su amo sometido al hechizo que lo convirtió en rana. Sin embargo, ahora la felicidad agigantaba su corazón y rompía los aros.
Esta es la versión original, sin embargo en las versiones más modernas, la Princesa rompe el hechizo besando a la rana o al sapo. En versiones un poco más cortas se elude la parte de la promesa, y simplemente se coloca a la Princesa y al sapo en el estanque, siendo éste último el que insta a la Princesa a que lo bese para romper el encanto, el cual efectivamente acaba cuando la Princesa accede, develando el príncipe que estaba encerrado en el cuerpo de una fea rana.
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