Descripción del cuento
La Mujer del Juez es un texto narrativo, perteneciente al género del cuento, escrito por la pluma de la escritora chilena Isabel Allende, y que forma parte de los veintitrés relatos incluidos en el libro Cuentos de Eva Luna, publicado por Allende en 1989, a través de la editorial española Plaza & Janes.
Resumen de la Mujer del Juez
Este cuento habla sobre la historia de un hombre llamado Nicolás Vidal, sobre el cual pesa un presagio desde el momento de su nacimiento: él perderá la vida por una mujer. La historia comienza contando entonces cómo Vidal, tratando de cuidar su vida, desde pequeño evitó todo contacto sentimental con alguna mujer. Así mismo, desde los primeros párrafos del cuento, se presenta a su otra protagonista: Casilda, quien llega desde la capital, para contraer matrimonio con el juez Hidalgo, un hombre mucho mayor que ella, formando una unión sobre la que pesaron las peores profecías.
Así mismo, Allende describe la terrible dureza del juez Hidalgo, reconocido por sus férreas sentencias, y cómo estas fueron aparentemente suavizándose por influencia de su mujer, con quien tuvo tres hijos, y quien pese a todos los pronósticos se adaptó a la vida del pueblo. Por su parte, también se cuenta un poco sobre la historia de Vidal, quien es hijo de una prostituta, Juana la Triste, quien trató a toda costa de abortarlo hasta que se dio por vencido, y lo trajo al mundo con sus cuatro tetillas, interpretadas por la comadrona como una profecía sobre el fin de su vida por una mujer. Su infancia y adolescencia se distinguió por su soledad. A los veinte años ya era fugitivo, convirtiéndose en uno de los hombres más buscados por las autoridades.
Frente a las presiones de los pobladores para atrapar a Nicolás Vidal, a fin de poner fin a sus fechorías, el juez Hidalgo ideó un plan que desencadenaría hechos inusitados, que cambiarán para siempre la vida de todos los protagonistas. Con intensión de tender una trampa a Vidal, el juez ordenó a los policías a arrestar a Juana la Triste, y confinarla en un inmensa jaula, dispuesta en el centro de la plaza del pueblo, con sólo una jarra de agua en el sofocante calor de la población. La idea del juez, básicamente es atraer a Vidal, y cazarlo. Por su parte, los hombres de la banda de este malhechor le llevan la noticia, esperando salir al ataque, recibiendo con sorpresa la pasividad por parte de su jefe, quien simplemente se limitó a decir que no haría nada más que esperar, a ver quién era más valiente, si el juez o él.
Fiel a su palabra, Vidal no mueve un dedo, mientras el lamento de su madre invade el pueblo, replicándose en los nervios de cada uno de sus pobladores, quienes con el pasar de los días instan al juez Hidalgo a que suelte a la prostituta. No obstante, Hidalgo se atrinchera en su oficina en la espera de la llegada de Vidal. Por su parte, la mujer del juez, Casilda, decidida a poner fin a terrible situación decide ir ella misma a darle agua a Juana la Triste y terminar con este suceso. Al querer hacerlo, los guardias se lo impiden, provocando el grito de sus hijos que la acompañan, situación que hace reaccionar al juez Hidalgo, quien deja su oficina, para alimentar, dar de beber y liberal él mismo a la mujer.
Regocijado en la noticia, Vidal cree que ha ganado, hasta que al día siguiente lo sorprende la noticia del suicidio de su madre, quien no soportó el abandono de su hijo. Lleno de ir, Vidal decide ir tras el juez Hidalgo, descubriendo sin embargo que éste ha abandonado el pueblo con su familia, por el fin de semana. Decide entonces seguirlo y darle alcance en la carretera. El juez se entera de las intenciones de Vidal durante su viaje y decide pedir ayuda, acelerando el paso para llegar a la población más cercana.
Justo cuando va a toda velocidad, el juez Hidalgo sufre un infarto que lo hace perder el control del volante del automóvil, dejando a sus hijos sin padre y a su familia en la mitad de la carretera, siendo perseguidos por Vidal y sus hombres. En un intento por salvar a sus hijos, Casilda logra ocultarlos en una gruta del escarpado paisaje, y luego sentarse a esperar a que llegue la ayuda o los hombres de Vidal.
Para sorpresa de ambos, Vidal viene solo tras el juez –a quien encuentra muerto- pudiendo hallar sólo a Casilda, de quien nunca tomó previsiones porque siempre le pareció demasiado insignificante. Allende narra entonces cómo de repente el silencio, se convierte en sonrisa y da paso a una larga tarde de pasión entre Casilda y Vidal, la cual viven intensamente, mientras se va acercando los guardias que llamó antes de morir el juez. Finalmente, sin percibir el peligro, Vidal prefiere besar a Casilda que huir, cumpliendo con el oráculo que lo perseguía desde su nacimiento: perder la vida por culpa de una mujer.
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