Monopolio
En sus orígenes, los Estados Unidos habían sido un país muy comprometido con la libre competencia y el respeto a los pequeños propietarios. Incluso con el tema de las tierras garantizó que sus ciudadanos no pudiesen apropiarse de grandes territorios y repartió democráticamente los terrenos que iban siendo arrebatados a indígenas y mexicanos (cabe aclarar que la repartición principalmente beneficiaba a ciudadanos blancos). Esta característica (compartida por otros países de ascendencia británica como Australia, Canadá y Nueva Zelanda) lo convertiría en un país ampliamente próspero para mediados del siglo XIX y en una de las potencias mundiales más importantes para principios del siglo XX.
Por esta razón, los Estados Unidos en el siglo XIX no eran particularmente afines a la aparición de grandes poderes. Desconfiaban del “Modelo europeo”, caracterizado por el inmenso poder de la clase nobiliaria, heredera de la mayor parte de las tierras del continente, y consideraban que su país daba mayores garantías de libertad. Por esta razón, cuando el equivalente a la clase nobiliaria en Estados Unidos (es decir, la clase empresarial) comenzó a acumular cantidades cada vez mayores de poder el estado comenzó a enfilar baterías.
Y el símbolo de estos monopolios más que ningún otro millonario, fue Rockefeller.
Leyes Anti-Trusts
Las leyes que comenzaron a oponerse a los grandes conglomerados fueron denominadas como “leyes anti trusts” (siendo un trust un conglomerado de un gran número de empresas operando bajo una casa matriz) y se originaron en el estado de Ohio, pero pronto se extendieron a otros estados e incluso al gobierno central de los Estados Unidos. A partir de 1880, además, los medios se volcaron contra Rockefeller por lo que parecía ser el crecimiento imparable de un titán que habría de dominar toda la producción petrolera del mundo.
Theodore Roosevelt, uno de los palos en la rueda más serios para Rockefeller
El asunto no fue sencillo para el magnate. Todo el dinero del mundo no podía comprar el aprecio o el respeto de los norteamericanos, que comenzaron a considerarlo cada vez más como un monstruo, un engendro que acababa con la competencia con prácticas desleales y mediante el sabotaje. La entrada de Rockefeller en el disputado negocio del acero, con los métodos que lo caracterizaban, no hizo más que empeorar este sentimiento.
Y con la llegada de Theodore Roosevelt al poder comenzó el final de esta etapa de oro para la familia. El aguerrido presidente, reconocido por sus pocos escrúpulos a la hora de tomar decisiones polémicas (fue quien “tomó” Panamá) no tuvo problema en ejecutar decenas de demandas por las prácticas ilegales de Rockefeller y eventualmente forzó la destrucción de la Standart Oil y su fragmentación en un total de 34 de empresas más pequeñas.
Crecimiento y Depresión
Muchas de las empresas creadas tras la caída de la Standart quedaron, de facto, bajo dominio de Rockefeller. Sin embargo, la ley al menos sirvió para obligarlo a encubrir mejor sus operaciones y para darle un respiro a muchos de sus competidores. Así mismo, le impidió seguir creciendo a los ritmos a los que lo venía haciendo.
Sin embargo, Rockefeller no perdió su fortuna. Lejos de ello, la popularización de los autos a gasolina (interesante tema del que hablamos en este artículo) no hizo más que impulsar de manera dramática la industria petrolera, convirtiendo la gasolina (hasta entonces un producto de desecho) en uno de los productos más importantes del país y del mundo.
Sin embargo, la historia empresarial de Rockefeller básicamente termina en 1909, con la destrucción de su megacompañía. Pasaría el resto de su vida tratando de limpiar el nombre de su familia, para lo cual crearía la Fundación Rockefeller, con la cual donaría millones de dólares a causas sociales y para la educación de los más necesitados. En la cumbre de su riqueza, en 1913, tenía el equivalente a un 2% de la riqueza del país, muchísimo más que lo que actualmente tiene Bill Gates.
Los hijos de Rockefeller heredarían una posición extremadamente poderosa y privilegiada, pero también una reputación nada envidiable. El último artículo de esta serie hablará sobre la lenta desaparición del apellido Rockefeller de la Historia.
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Imágenes: 1: ideal.es, 2: cienciahistorica.com, 3: wikipedia.org