El 11 de septiembre del año 2001 fue un día memorable. Nadie podrá olvidar la impresión de ver al país más poderoso del mundo atacado en su mismo territorio: el ejército mejor armado del mundo se mostró impotente mientras el World Trade Center, el Pentágono y la Casa Blanca, todos símbolos del poderío militar y económico estadounidense, eran bombardeados desde los cielos por pilotos suicidas, entrenados por el grupo islamista de Al-Qaeda.
En un acto heroico, los pasajeros del avión dirigido a la Casa Blanca consiguieron derribarlo antes de que llegara a su destino (muriendo todos en el intento de apropiarse de la aeronave). Sin embargo, los aviones dirigidos a las dos torres del World Trade Center (también conocidas como las torres gemelas) y al pentágono si lograron hacer contacto con su blanco, y en el caso del primero el ataque culminó con la destrucción y el derrumbe de las dos torres.
Los intereses de Estados Unidos
Petróleo y problemas en Oriente Medio
Es importante colocar este ataque en contexto: los grupos islamistas, que habían jurado guerra a Estados Unidos, habían sido creados y armados por éste mismo dos décadas antes en su lucha contra la Unión Soviética. Su existencia y su poder en el medio oriente eran una muestra de la imposibilidad de los norteamericanos para controlar la situación, y hacían peligrar a gobiernos aliados y a las empresas que allí tenían intereses por la abundante riqueza petrolera.
En este sentido, resulta poco menos que sorprendente lo conveniente que fue para el gobierno de George W. Bush (muy criticado por sus políticas económicas, su incapacidad para lidiar con el déficit y sus posturas políticas) un ataque en suelo estadounidense que movilizara masivamente a la opinión pública y le permitiera declarar una invasión a suelo afgano en cuestión de 3 semanas y planear una invasión a Irak (del que Bush más tarde admitiría que no tenía nada que ver) un año y medio más adelante. El ataque, así mismo, le permitió al gobierno introducir un estatuto antiterrorista (irónicamente denominado “Acta Patriótica”) para lidiar, sin necesidad de juicio previo, con cualquier amenaza real o falsa percibida por el estado.
¿Cómo actuaron los dirigentes norteamericanos?
Es posible que todo esto fuera una mera coincidencia que el grupo político de Bush supo aprovechar magistralmente para ganar legitimidad e introducir una nueva agenda política. Pero también es posible que la supuesta incompetencia de los grupos de inteligencia estadounidenses no fuera tal, que sencillamente se “dejaran pasar las cosas”. Vista la situación, el margen de maniobra político que ganó el gobierno de Bush con estos ataques sería suficiente para justificar la muerte de algunos miles de personas.
No solo eso, sino que abundantes fuentes en el FBI y la CIA indican que se preveía que un ataque de tal magnitud podría ocurrir. El perfil de los terroristas y su identidad ya estaban en manos de estos organismos, pero debido a su negativa a intercambiar datos, no fueron capaces de prever el ataque hasta que fue demasiado tarde (o eso afirman sus representantes oficiales). Así mismo, efectivos de Al-Qaeda aún servían a intereses estadounidenses en los Balcanes en 1999. Y Edward Snowden declaró en una entrevista el año pasado que el FBI y la CIA tenían suficiente información para detener los ataques, pero decidieron no hacer nada.
Cuando George Bush se enteró de que dos aviones se habían estrellado contra las torres gemelas, se encontraba leyendo una historia infantil en un colegio de Florida. Su reacción fue… particular, por decir lo menos. Continuó leyendo la historia 18 minutos más antes de considerar levantarse y dar instrucciones. Algunos consideran que este tiempo hubiera sido suficiente para evitar el ataque al pentágono (ocurrido cerca de 40 minutos después); lo cierto es que sin indicaciones de Bush la Administración Federal Aeronáutica prohibió el despegue de cualquier vuelo en suelo norteamericano un minuto después del segundo choque (el avión dirigido al pentágono ya había despegado). Pero indudablemente la actitud de Bush deja mucho que decir sobre sus intenciones de detener los ataques. Quizás los conocía de antemano.
¿Pudo ser todo planeado?
Pero hay algunos que van más lejos. Existen teorías estructuradas en torno no solo al desconocimiento oficial de los ataques, sino a un plan oficial para realizarlos organizado en los altos mandos norteamericanos. Las principales pruebas de ello son la manera en que las torres se derrumbaron (en un espacio extremadamente pequeño y sin alterar edificios que estaban a metros de distancia) y el hecho de que las torres, de acuerdo con sus arquitectos, habían sido diseñadas específicamente para resistir un choque de aviones. De acuerdo con una entrevista realizada por CNN a Aaron Swirsky (uno de los arquitectos que construyó la torre), efectivamente esta no debería haberse derrumbado, pero aun así estaba pensada para resistir choques de aviones de 1970, mucho más pequeños y con un tanque de menor tamaño que el de un Boeing 747.
La manera en que colapsó la torre es más difícil de explicar. De acuerdo con la versión oficial, la estructura de acero se debilitó por el fuego y las explosiones y esto hizo que el piso superior se derrumbara exactamente sobre el inmediatamente inferior, generando una reacción en cadena que llegó hasta el suelo. Quienes cuestionan esta versión arguyen que el colapso fue demasiado rápido para ser del tipo piso-a-piso (como si se hubieran usado explosivos). Así mismo, se argumenta que ha habido edificios que han soportado fuegos intensos por más de 24 horas sin derrumbarse (generalmente se utiliza el ejemplo de la torre Windsor de Madrid), a lo que los defensores de la versión oficial responden que la estructura del World Trade Center era casi completamente de acero, material vulnerable a los aumentos de temperatura, mientras que la torre Windsor de Madrid tenía un núcleo de hormigón, resistente al calor.
Tras el derrumbe se halló metal incandescente en la base de los edificios, algo difícil de explicar solamente con el combustible del avión. Y el FBI encontró en la calle el pasaporte de Satam al Suqami, uno de los terroristas, algo altamente improbable desde cualquier punto de vista.
Debido a que las vigas de acero se enviaron a Asia para ser investigadas, es imposible saber qué tan ciertas son estas afirmaciones. La posibilidad de hacer un segundo análisis, más profundo, de lo que quedó de la estructura, ya no existe. Esto también siembra dudas respecto a las intenciones del gobierno al enviar las estructuras a un lugar donde su seguridad no pudiera verificarse.
En conclusión, es imposible determinar si los ataques tomaron por sorpresa a los altos mandos norteamericanos, si éstos ya conocían su existencia o si, incluso, habían tomado parte directa en su organización. Lo cierto es que los miembros del gabinete político de Bush se beneficiaron tremendamente de estos eventos: la invasión a Irak le permitió a las empresas norteamericanas apropiarse de millones de barriles de petróleo en un momento en que la seguridad energética estadounidense estaba en entredicho, y la nueva cruzada militar permitió justificar los altísimos gastos en defensa del gobierno estadounidense, fuertemente criticados por movimientos ciudadanos en ese país. Fueran o no planificados, no hay duda alguna de que los más beneficiados con los eventos del 11 de septiembre fueron miembros del alto gobierno estadounidense.
Fuente de imagen 1: static.ibnlive.in.com
Fuente de imagen 3: emeraldecocity.com