Inteligencia
Los seres humanos nos consideramos el pináculo de la inteligencia animal, y generalmente cuando analizamos o medimos la inteligencia de cualquier otro animal los hemos basándonos en lo que nosotros consideramos inteligente.
Quizás el ejemplo más claro de esto es la famosa “Prueba del Espejo”. Esencialmente esta prueba consiste en poner un animal frente al espejo, hacerle una marca en su cuerpo y ver si el animal inmediatamente busca dicha marca en sí mismo o trata de limpiarla.
Esta prueba tiene muchísimo utilidad a la hora de determinar si el animal reconoce que esa figura ubicada frente a él es en verdad él mismo. Delfines, elefantes, monos y algunas especies de aves son conocidos por pasar exitosamente la Prueba del Espejo.
Pero el asunto no siempre es tan simple. Los perros, por ejemplo, son incapaces de reconocerse a sí mismos frente a un espejo, y por mucho tiempo se pensó que no eran tan inteligentes como otras especies animales. Pero análisis más recientes han revelado que lo que ocurre en verdad es que los perros no utilizan la imagen como marcador de identidad, sino el olor. Esto significa que cuando se hace una prueba sobre reconocer su identidad bajo un olor determinado la superan de manera mucho más exitosa.
En este caso, los humanos simplemente dimos por hecho que reconocer una imagen indica inteligencia, cuando lo importante era ser capaz de reconocerse a sí mismo como una entidad. Este es un ejemplo de cómo los prejuicios humanos llevan a omitir la inteligencia en animales capaces de hacer razonamientos complejos.
Los reptiles
Tradicionalmente se consideraban “reptiles” los animales con escamas y de sangre fría. En la actualidad los análisis filogenéticos han revelado que el asunto es mucho más complejo y que en verdad los reptiles y las aves están estrechamente emparentados. O, para ser más claros, que hay menos distancia evolutiva entre un ave y un cocodrilo que entre un cocodrilo y una tortuga.
En cualquier caso, sea que existen o no existen como grupo en términos genéticos, el término “reptil” sigue siendo popular y haciendo referencia a un grupo de animales fáciles de reconocer… y que tradicionalmente se han considerado como animales con poca capacidad analítica.
Pero al igual que en el caso de los perros, recientes estudios han indicado que los reptiles podrían ser mucho más inteligentes de lo que creemos y que simplemente hemos estado mirando los lugares equivocados.
Inteligencia reptiliana
Los reptiles, al igual que las aves, tienen cerebros significativamente más pequeños (en relación a su masa corporal) que los mamíferos. Sin embargo, se ha demostrado que las aves son capaces de tener hasta dos veces más neuronas por centímetro cúbico de cerebro que la mayor parte de de especies de mamíferos, lo que significa que el tamaño de su cerebro no es un indicador claro de la capacidad de procesamiento del mismo.
En el caso de los reptiles, esto parece indicar que sus pequeños cerebros, si bien no tan potentes como los de la mayor parte de las aves y mamíferos, son capaces de aprender y solucionar problemas de manera mucho más eficaces que lo que originalmente pensábamos.
Esto ha sido revelado en varias ocasiones por diversos experimentos con muchas especies de reptiles. Veamos algunos:
La tortuga y el laberinto
Anna Wilkinson, investigadora de la Universidad de Lincoln en Inglaterra, realizó experimentos con una tortuga de patas rojas en la cual el animal tenía que analizar un laberinto y encontrar el camino más eficiente para conseguir unas fresas que estaban escondidas.
La tortuga no sólo fue capaz de memorizar el laberinto, sino que cuando lo taparon con una lona (evitando así que pudiera basarse en marcas especiales para guiarse) cambió de estrategia recorriendo sistemáticamente cada brazo del laberinto. Esto significa que la tortuga era capaz de determinar si podía ubicarse dentro del laberinto usando marcadores espaciales y, cuando no estaban estos marcadores, elegir una estrategia diferente: en este caso recorrer el laberinto sistemáticamente brazo a brazo. Su comportamiento no fue más eficiente que el de, por ejemplo, un ratón, pero si indicó un razonamiento lógico y una capacidad de adaptación que se consideraban imposibles en animales de este tipo.
Aun así, el experimento de la tortuga es uno de los más básicos, y a medida que pasa el tiempo nos damos cuenta que los reptiles son capaces de hacer más y más cosas:
Los lagartos y el cambio de estrategia
Pero más allá de cambiar de estrategia en una condición predeterminada, ¿es posible para un reptil desarrollar estrategias novedosas de acuerdo con la circunstancias y aprender de las condiciones previas?
Manuel S. Leal, investigador de la Universidad de Duke, se hizo precisamente esta pregunta y decidió trabajar con una especie de lagartos cuyo comportamiento es muy repetitivo: buscan insectos que se encuentren debajo de ellos y les capturan. Su experimento fue muy sencillo: colocó un insecto bajo el lagarto pero sobre el insecto puso una tapa azul que impedía que el animalito alcanzará su presa.
Tras intentar infructuosamente alcanzar el insecto, el lagarto optó por una estrategia diferente: hurgar debajo de la tapa azul con su hocico hasta levantar la y alcanzar el insecto. De seis lagartos, dos fueron incapaces de solucionar el problema, dos levantaron la tapa con el hocico y dos la mordieron y le quitaron del camino.
Más interesante aún, cuando cambiaron la tapa azul por una tapa multicolor con una presa debajo y pusieron una tapa azul sobre un hueco vacío dos lagartos fueron capaces de reconocer las similitudes entre la tapa azul y la tapa multicolor y fueron por la tapa multicolor después de intentar infructuosamente encontrar un insecto bajo la tapa azul. Esto significa que estos lagartos pueden reconocer patrones aun cuando éstos no sean tan simples.
La máquina de lagarto monitor
Gordon M. Burghardt, investigador de la Universidad de Tennessee, lleva algún tiempo trabajando con los lagartos monitor (una familia de lagartos gigantes que habitan en Eurasia y Oceanía) y ha determinado que no sólo son capaces de solucionar problemas complejos sino de memorizar estas soluciones y aplicarlas en condiciones posteriores
Uno de los experimentos más conocidos de este investigador involucra poner a los lagartos frente a una máquina de tubos giratorios llenos de ratones vivos. Los lagartos deben girar los tubos y abrir las puertas para poder alcanzar los ratones. Y en efecto, Burghardt determinó que no sólo eran capaces de hacerlo con relativa facilidad sino que cada vez que lo realizaban el proceso era más rápido y eficiente, indicando que habían aprendido y memorizado como solucionar ese problema específico.
Aprendiendo por observación
Una de las características más importantes de los animales con sistemas sociales complejos es la capacidad de aprender a realizar una acción al observar la en otro miembro del grupo. Los primates, por ejemplo, aprenden por observación como obtener alimentos, protegerse depredadores, interactuar con sus iguales, etc. Como los reptiles por lo general no son animales grupales por mucho tiempo se consideró que eran incapaces de aprender por la observación de acciones de otros reptiles.
Pero una vez más, recientes experimentos han indicado que éste no es el caso y que los reptiles son muy capaces de imitar a sus congéneres. Un ejemplo de ello fue un experimento realizado por la Dr.ª Wilkinson, quien puso una fresa y una tortuga de pata rojas en lados opuestos de una valla. La tortuga podía ver y oler la fresa, pero no era capaz de alcanzarla.
Sí la tortuga hubiese dado un largo rodeo podría haber llegado la fresa eventualmente, pero ninguna tortuga fue capaz de solucionar este problema y la mayoría simplemente optaron por quedarse dormidas. Sin embargo, todas las tortugas que vieron a otra tortuga dar el rodeo inmediatamente la imitaron, indicando su capacidad de relacionar las acciones de un congénere con la solución a un problema.
¿Por qué, entonces, creímos por tanto tiempo que los reptiles eran estúpidos?
El Dr. Burghardt afirma que muchas de las pruebas realizadas en los años 50’s y 60’s partían del supuesto de que los reptiles debían comportarse como mamíferos, y por ello subestimaban mucho sus capacidades analíticas. Por ejemplo, con los mamíferos suelen utilizarse ruidos con luces para determinar sus acciones en el futuro (utilizando un ruido para evitar que repita una acción indeseada, por ejemplo). Pero resulta que los reptiles al ver uno de los brillantes o escuchar un ruido fuerte se paralizan como mecanismo de defensa, y por lo tanto jamás terminaban las pruebas. Se creyó que era porque eran incapaces de aprender, pero resulta que las pruebas estaban simplemente mal diseñadas.
A medida que estudiamos la inteligencia de los animales supuestamente «inferiores» nos damos cuenta de que son mucho más capaces de lo que creíamos y que la inteligencia tal como la entendemos en primates, cetáceos o cefalópodos no es tan rara en el mundo animal. Los seres humanos, entonces, más que animales increíblemente inteligentes podríamos ser simplemente animales con una inteligencia superior al promedio y la capacidad, única en el reino animal, de acumular conocimiento de generación en generación. Esto significa que sería el lenguaje, y no nuestras capacidades analíticas innatas, lo que determinaría en últimas muestra dominación sobre el resto de las especies de la Tierra.
Fuentes:
- https://www.smithsonianmag.com/smart-news/reptiles-are-really-intelligent-we-were-just-giving-them-the-wrong-tests-180947769/
- https://www.nytimes.com/2013/11/19/science/coldblooded-does-not-mean-stupid.html
Imágenes: 1: blogs.thatpetplace.com, 2: reptilefunction.com, 3: news.mongabay.com, 4: youtube.com