África
Por siglos, África (y en particular el África subsahariana) fue una región independiente, con sus propios reinos, imperios y sociedades, que se desarrolló con pocos vínculos con el mundo mediterráneo. Su principal relación con los Imperios del Norte venía por las rutas comerciales del Sahara y del Nilo, así como las rutas costeras del Mar Rojo; sin embargo, se trataba de una región dura, con imperios bien armados, y por esta razón difícil de conquistar para los Imperios Islámicos. Además, claro, que estaba protegida por el Sahara.
Pero con el paso de los años las tecnologías mejoraron y otra región: Europa, comenzó a interesarse en los recursos del misterioso continente. Y hacia comienzos del siglo XIX se descubrió la Quinina, una sustancia química que permitía enfrentar los efectos de la fiebre y, por fin, abría el África a la avaricia de los conquistadores europeos.
La conquista fue rápida y decisiva, pero por mucho tiempo el continente, hogar de gigantescos (y peligrosos) animales como los leones, los rinocerontes, los hipopótamos o los elefantes, siguió considerándose “salvaje” (y aún hoy se considera así). Y no sin razón, pues no cabe duda de que la región seguía representando un peligro superior al de, digamos, la Europa del Norte.
En el contexto de la conquista y la construcción de infraestructura en el continente fueron recurrentes los ataques de animales, las epidemias de malaria y fiebre amarilla, entre otras cosas. Pero aún en este contexto resulta memorable el ataque de los llamados Comedores de Hombres de Tsavo: una pareja de leones que por meses sembró el terror entre los trabajadores de un ferrocarril en la frontera de los actuales países de Kenya y Uganda.
Los comedores de hombres
Corría el año de 1898 cuando los británicos comenzaron la construcción del ferrocarril que comunicaría Uganda con el Océano Índico. Para esto era necesaria la construcción de un puente sobre el río Tsavo, que comenzó en marzo de ese mismo año. El río cruzaba un área de sabanas despobladas en la que abundaba la fauna nativa.
Fue en este contexto que aparecieron los dos leones. Se trató de animales con una inteligencia sorprendente, cuyas acciones no han sido replicadas por otros animales hasta la actualidad. Era como si hubiesen aprendido el arte de cazar humanos a un nivel desconocido aún para los asesinos profesionales.
Los leones habían aprendido a ingresar de manera silenciosa, a matar a sus víctimas de manera rápida y huir con los cuerpos antes de que nadie se diera cuenta. Cuando comenzaron las muertes, los trabajadores hicieron algo que hacían siempre para combatir estos animales: cercaron los campamentos con acacias (una planta espinosa) y con cercas metálicas. Pero no sirvió de nada, los animales siguieron entrando, atravesando la cerca no se sabe por qué medios.
Durante nueve meses las muertes continuaron. Los leones mataban entre 4 y 6 personas a la semana, siempre con el mismo mecanismo, siempre evitando los vigías y ocultos de los fuegos que hacían para espantarlos. El asunto se volvió tan crítico que las autoridades contrataron a un cazador profesional para ayudarles: el legendario John Henry Patterson, cazador de tigres de la India.
Cazador de leones
El hombre comenzó su tarea. Por semanas les dejó trampas a los leones, pero no cayeron en la trampa hasta el 9 de diciembre de ese mismo año.
Aquel día logró acertarle a la pata trasera de uno de los leones. El animal escapó, pero continuó en las cercanías, con la esperanza de cazar al cazador. Fue aquí cuando el hombre encontró su oportunidad y le disparó en el pecho aquella misma noche. El animal apareció muerto en las cercanías del campamento.
El segundo león se probó mucho más resistente. Recibió nueve disparos antes de caer, en tres emboscadas que le tendió Patterson con la esperanza de matarlo. El primer día el animal recibió dos disparos, al menos uno de los cuales podría haberlo herido de manera importante, pero a pesar de ello logró escapar y mantenerse oculto por más de una semana. En esta ocasión, Patterson había camuflado su posición cerca de unas cabras que el león había matado.
Once días después, Patterson se encontraba oculto y casi de milagro se dio cuenta de que el león lo estaba acechando. Logró dispararle dos veces, pero una vez más el animal escapó.
Finalmente, el último día Patterson encontró el león en un árbon, esperando para saltarle encima. Logró atinarle tres disparos, pero el animal siguió con vida y comenzó a correr hacia él. Con sus últimas salvas el cazador le pegó dos tiros, y según narró el animal murió intentando alcanzarlo para matarlo.
El 29 de diciembre de 1898 el segundo león murió a manos del cazador y la paz volvió al campamento de Tsavo… al campamento humano, claro. Para los leones, esto fue una tragedia. Pero eran otros tiempos y la vida de los animales se valoraba menos que ahora.
Las pieles de los leones fueron vendidas al Museo de Campo de Chicago por la friolera de 5.000 dólares. Se calcula que los leones mataron alrededor de 135 personas.
Fuentes:
- https://en.wikipedia.org/wiki/Tsavo_Man-Eaters
- https://www.quora.com/Who-were-the-Tsavo-Man-Eaters/answer/Joshua-James-114
Imágenes: 1: top5s.co.uk, 2: atlasobscura.com, 3: urbanmatter.com