Todos hemos crecido escuchando las magníficas leyendas de Drácula o viendo las películas en la que este siniestro personaje chupasangre se inmortaliza absorbiendo la sangre de sus víctimas, pero ¿existió alguna vez, o se trata sólo de una leyenda?
Para asombro de todos, lo curioso es que sí existió. Su nombre: Vlad Tepes, mejor conocido como El empalador y como Drácula fue príncipe de Valaquia, actualmente lo que es el sur de Rumania. Este siniestro personaje, quizás materializado de una de las peores pesadillas de terror, nació en plena edad media, en el año de 1428.
Su apodo de El empalador se debe básicamente a una razón: su manía de empalar a todo aquel al que considerara que había cometido algún tipo de delito o bien a sus rivales vencidos, sobre los que no tenía ningún tipo de piedad.
Vlad Tepes mandaba a atravesar con un palo atravesando a hombres, mujeres, niños, ancianos, nobles o plebeyos, desde el recto hasta la boca y, literalmente, gustaba de salir a ver el cementerio de empalados donde cientos de sus víctimas permanecían atravesadas y sobre las cuales ya comenzaban a hacer carroña los buitres.
Sin embargo, en vida Vlad Tepes también fue conocido con otro nombre, y que en últimas sería el que lo inmortalizaría y que dejaría su nombre en la historia: Drácula, que en rumano significa hijo de Drácul y que, según algunos etimólogos, significa Dragón.
Vlad, al igual que su padre Vlad II, fue un luchador incansable contra el expansionismo turco, contra el imperio otomano que no sólo amenazaba con tomarse a su país Valaquia, sino también al resto de Europa. Gracias a las hazañas de su padre, el rey de Hungría habría donado enormes tierras en la región de Transilvania, lo cual también, en últimas vendría a favorecer a Vlad Tepes, quien en el tiempo se instalaría allí, en un imponente castillo en lo alto de una montaña rodeada de acantilados y que, virtualmente, era una fortaleza infranqueable.
El nombre de Vlad Tepes realmente era Vlad Draculea y su carácter tan rotundamente sanguinario y cruel para con sus enemigos y traidores fue lo que inspiró a Bram Stoker para crear su legendario personaje del vampiro Conde Drácula, cuya vida está llena de victorias, reveses, sangre, venganzas, traiciones y mucha, pero mucha sangre.
Pero ¿por qué en forma de vampiro? Cuenta la leyenda que en la edad media circulaba el rumor, principalmente por las tierras de Transilvania, de la existencia de seres que podían prolongar su vida a base de succionar la sangre de los vivos durante la noche. Y de este modo, el candidato ideal era Vlad Dracul, el amo de Transilvania que no sólo se inmortalizó en la historia, sino que también es considerado en la actualidad como todo un héroe nacional en Rumania.