Anastasio Mártir Aquino (Santiago Nonualco, en el actual territorio de El Salvador, 16 de abril de 1792- San Vicente, ibídem, 24 de julio de 1833). Líder indígena, mejor conocido como el Rey de los Nonualcos, quien dirigió la sublevación campesina, conocida como Insurrección de los Nonualcos, y que tuvo lugar en el año 1832, durante la República Federal de Centro América, en El Salvador.
Primeros años
De acuerdo a sus biógrafos, Anastasio Mártir Aquino nació el 16 de abril de 1792, en la población de Santiago Nonualco, actual municipio del departamento de La Paz, El Salvador, dentro de una familia perteneciente al linaje de los caciques (los taytes) siendo su padre Thomas de Aquino y María de San Carlos, ambos indígenas del pueblo nonualco. Así mismo, en el libro Las historias prohibidas de Pulgarcito, el poeta salvadoreño Roque Dalton cita la anotación de la página 117, tomo 13, de los libros parroquiales de Santiago Nonualco, en donde se puede leer literalmente:
“En Santiago Nonualco a diez y seis de abril de mil setecientos noventa y dos.– Yo el cura propio hize los exorcismos, puse óleo, bautizé solemnemente y puse chrisma a Anastacio Mártir que nasió a quinse de dho, hijo igmo de Thomas de Aquino y María de San Carlos, Indios. Fue padrino Juliám Cisneros a quien advertí el parentesco y obligación que contrajo; y por que lo conste lo firmé.”
Inicios subversivos
Igualmente, sus biógrafos comentan que los inicios de Anastasio Aquino como líder subversivo tuvieron lugar alrededor de 1809, cuando tenía alrededor de 17 años, cuando este indígena tomó la determinación de revertir el avance del hombre blanco sobre el territorio, puesto que en ese momento los conquistadores españoles habían tomado para sí casi todas las tierras productivas, expulsando y desplazando a la mayoría de las tribus indígenas, cobrando altos impuestos a aquellos pueblos a los que se les permitía permanecer en su tierra y reclutando forzosamente además a los indígenas, quienes eran sometidos y obligados a trabajar al servicio de los blancos españoles.
Indignado, Anastasio Mártir Aquino decidió que era hora de actuar, por lo que reunió a un grupo de jóvenes guerreros, a quienes organizó para rebelarse y atacar al gobierno blanco, a fin de recuperar las Tierras y defender la cultura indígena, la cual era también atacada incluso por los catequistas, que hacían que los indígenas cambiaran de lengua, costumbres y religión, teniendo que adoptar la del hombre blanco.
Después de unos meses de organización, durante el mes de julio, en una noche de festividades religiosas, Atanasio Mártir Aquino, junto a un grupo de jóvenes nonualcos, llevaron a cabo su primer acto de rebeldía: durante más de siete horas, se dieron a la tarea de desalambrar los grandes territorios que el hombre blanco había cercado. Sin embargo, esto no consistió en un hecho aislado, sino que por el contrario se convirtió en la primera de muchas acciones nocturnas, en medio de las cuales los indígenas destruían las barreras y cercas construidas por el hombre blanco, para apropiarse de territorios que estos habitantes originarios de Centroamérica concebían como propios por tradición.
Prédica revolucionaria
Convencido de que era posible derrotar el gobierno del hombre blanco, Anastasio Mártir Aquino llegó a la conclusión de que debía propiciar la unión de todos los pueblos y tribus indígenas del territorio, por lo que a sus acciones subversivas contra la demarcación de tierras impuesta por el hombre blanco, este líder indígena emprendió también la tarea de contactar y convocar a otros pueblos indígenas, a fin de lograr la unión y fuerza necesaria para combatir y vencer al enemigo.
Casi de inmediato, la convocatoria de Anastasio Aquino fue bien recibida, por lo que en otros poblados, tanto al centro, como occidente y oriente del territorio comenzaron a replicarse las acciones de desalambrado, como una forma de hacer oposición a la toma de tierras por parte del hombre blanco. Sin embargo, durante ese año, no hubo acciones más temerarias o de tinte violento, siendo la desalambrada la forma indígena de protesta.
Independencia salvadoreña
No obstante, la población indígena no eran la única minoría o sector social del salvador colonial que tenía molestias con el gobierno español reinante. De esta forma, durante el año 1810, los jornaleros, esclavos y trabajadores decidieron alzar su voz de protesta, puesto que su trabajo era sub-pagado, por lo que se unieron en una huelga general, que amenazó directamente el nivel de vida de la Oligarquía criolla. Sin embargo, el gobierno encontró la forma de usar la Iglesia como mediador en el conflicto, consiguiendo a la larga que las figuras negociadoras, tanto del lado de los huelguistas, como de la Iglesia fueran constituyendo un nuevo poder, tanto político como económico, lo cual si bien mantuvo aplazada por un tiempo la rebelión definitiva, no logró darle respuesta a las exigencias del grueso de la población.
Es así como el 5 de noviembre de 1811, una sublevación liderada por Pedro Pablo Castillo, y apoyada por la Iglesia, se levantaron contra el gobierno del intendente Don Antonio Gutierrez y Ulloa, logrando derrocarlo y lanzando el primer grito de Independencia. Sin embargo, aunque la Oligarquía criolla logró llegar al poder, no se siguió ningún proceso político que permitiera realmente cumplir con las demandas del pueblo, sin contar con que este movimiento subversivo no tomó en cuenta a los indígenas como minoría oprimida.
La insurrección de los nonualcos
Por su parte, los indígenas, quienes seguían con sus acciones de desalambrar y quemar ermitas de poblados blancos, poco se enteraron de la Independencia criolla, puesto que en realidad fue un movimiento de blancos. No obstante, por mucho que estuvieron ajenos a los detalles de este movimiento político, a la larga sí sintieron sus consecuencias, puesto que el nuevo Estado decidió otorgar a los esclavos libres tierras, las cuales por su puesto eran aquellas que ya el colonizador español había arrebatado a los indígenas, y que estos -lejos de ver en la Independencia la oportunidad de recuperarla- se sintieron nuevamente despojados en su derecho. De esta forma, la Oligarquía criolla se convirtió en el nuevo opresor de los pueblos indígenas, terminando de quitarles a los indígenas las pocas tierras que permanecían en su poder, a través de métodos como la prisión e incluso la desaparición.
Así las cosas, Anastasio Aquino decidió organizar a partir de 1825 una rebelión armada, cuya primera fase fue nuevamente la de salir en la noche a desalambrar las tierras nuevamente alambradas. Igualmente, este líder indígena dio marcha al plan denominado “Cien arriba, cien abajo” por medio del cual Aquino usaba pelotones de 200 hombres, para enviar cien al camino a combatir frente a frente con el opresor, mientras que otros cien aguardaban arriba en las montañas, para ir tendiéndole emboscadas al ejército contrario.
Igualmente, las acciones de desalambrada se extendieron en toda la región, lo que llevó a los oligarcas criollos, así como a los esclavos libres, a unir fuerzas en contra de los indígenas, persiguiéndolos y matándolos. Para 1827, los enfrentamientos armados entre criollos e indígenas eran pan de cada día, siendo cada día más común en todas las zonas del país. En 1830, la guerra entre indígenas y blancos era un hecho declarado. Para esta época, la estrategia de emboscadas se perfilaba como un éxito, puesto que los indígenas atacaban por sorpresa, haciéndose cada vez con más armas, mientras que los ataques e incendios a poblados blancos también producía importantes bajas materiales y humanas en el bando enemigo.
A pesar de que Aquino era el líder de la zona paracentral de El Salvador, era sin más la cabeza más visible de este movimiento rebelde indígena, por lo que los blancos criollos decidieron que la mejor forma de frenar a los rebeldes era la eliminación del propio Anastasio Aquino, por lo que optaron por ofrecer cuantiosas recompensas a quien lograra finalmente matar al rey de los nonualcos.
Líder centroamericano
En 1832, el territorio salvadoreño se encontraba en guerra declarada, pues mientras los blancos criollos y los antiguos esclavos intentaban mantenerse como el grupo dominante, Anastasio Aquino seguí cosechando victorias para el pueblo indígena, al punto de cada vez su imagen dejó de ser relacionada solo con la causa de los pueblos originarios, para convertirse en paradigma revolucionario, de todo aquel que sintiéndose inconforma deseara lograr algún tipo de cambios políticos.
No obstante, el punto álgido de los combates tuvieron lugar en 1833, a raíz de la toma y desalambrado de las zonas de Tepetitan, puesto que Anastacio Aquino no sólo entró a las tierras de Tepetitan, sino que tomó bajo control indígena también el pueblo, siendo recibido con entusiasmo por los oprimidos, e incluso por los representantes de la iglesia, quienes con ese gesto evitaron que las tropas rebeldes quemaran el templo.
De igual forma, en un intento por organizar las tropas indígenas, puesto que ya no sólo correspondía a poblaciones rurales, sino que la revolución se había extendido incluso a grupos que habitaban los poblados urbanos, Anastasio Aquino decidió organizar y disciplinar las acciones de los revolucionarios, por lo promulgó los preceptos contenidos en Los Decretos de Tepetitán, los cuales pretendían fijar las leyes por las que se manejaría el pueblo indígena, y que prohibía expresamente matar, robar, abusar de mujeres y débiles, irrespetar autoridades o fabricar alcohol. Así mismo, en un segundo Decreto, Anastasio Aquino liberaba a todos de la obligación de pagar tributo, a costa de apresar por diez años a quien intentase cobrar dichas obligaciones.
Fallecimiento
Luego de haber avanzado a través del territorio salvadoreño, Anastasio Aquino logró dominar por mucho tiempo a las tropas de la oligarquía criolla, cuyo ejército incluso abandonó tierras ante la fuerza indígena. Sin embargo, después del gran ataque producido por las tropas oligarcas en el cerro El Tacuazín, en donde Aquino resultó herido en una pierna y un hombro, fue finalmente capturado el cerro El Cuzuco, el 21 de abril de 1833. Fue encadenado, montado en una bestia y llevado directamente hacia Zacatecoluca, donde recibió un trato inhumano, de acuerdo a lo que afirman algunos historiadores.
Meses después, sin habérsele prestado atención médica, sin ser llevado a juicio y en total venganza por haber liderado las tropas indígenas contra la oligarquía criolla, Anastasio Aquino fue fusilado el 24 de julio de 1833. Después de haber fallecido, su cabeza fue cortada, colocada en una jaula de hierro y llevada hasta San Salvador, como represalia para todo aquel que albergara sentimientos revolucionarios.
Imagen: pintura sobre Anastasio Aquino / fuente: somoscentroamerica.com