Espartaco (Tracia, 113 a.C. – Lucania, 71 a.C.) Guerrero de origen tracio, quien perteneciendo a las tropas esclavas de Roma, lideró la Guerra de los Gladiadores –conocida también como Tercera Guerra Servil- la cual es conocida como la mayor rebelión ocurrida en la República romana en toda su historia.
Primeros años
De acuerdo a las distintas fuentes históricas, en especial a las referencias dadas por el historiador romano Apiano, Espartaco nació en el año 113 a.C., y aunque se sabe que pertenecía al pueblo tracio, existen dudas sobre su lugar preciso de nacimiento, creyéndose que éste correspondió a la localidad de Sandanski, ubicada en el actual territorio de Bulgaria. Así mismo, se tiene noticia de que durante su juventud perteneció a las tropas auxiliares de Roma, conocidas como Auxilias, no obstante, también es conocido que el joven Espartaco desertó de ellas, lo que trajo como consecuencia su arresto y sometimiento como esclavo, en consonancia a la Ley que aplicaba Roma sobre los desertores extranjeros.
Esclavitud
De esta forma, Espartaco fue arrestado y condenado a realizar trabajos forzados en una cantera de yeso, destino que compartió con él su hermano. Afortunadamente, la condición física que este futuro guerrero lo ayudó a sobrevivir, hasta que fue comprado por un mercader de gladiadores, que se maravilló ante la gran fuerza física que poseía Espartaco. Fue enviado entonces a la Escuela de gladiadores de Léntulo Batiato, ubicada en Capua, antigua capital de la Campania, ubicada a unos 26 km del actual Nápoles.
Comienzo de la Rebelión
Sin embargo –según han anotado ciertas fuentes- Espartaco no sólo se distinguía por su excelente condición física y gran fuerza, sino que además era un hombre culto, quien en su pasado había logrado cultivarse, detalle que es señalado por algunos investigadores para justificar cómo este hombre esclavizado llegó a dirigir una de las rebeliones más importantes de toda la historia romana: la rebelión de los gladiadores, la cual es llamada también la Rebelión de los Esclavos.
Así mismo, en cuanto a la sublevación, la historia cuenta también cómo Espartaco no actuó solo, sino que apoyado por los galos Enomao y Crixo, comandó a 74 hombres, junto a los cuales se rebeló, tomando todas las armas que pudieron encontrar en su camino, y huyendo de la ciudad, rumbo al Vesubio. Aprovechando entonces la geografía del territorio que había escogido para refugiarse, Espartaco y sus hombres comenzaron a realizar algunas escaramuzas contra las propiedades romanas, repartiendo el botín de forma equitativa entre sus hombres, hechos que además de convertirlo en un enemigo y objetivo seguro de las autoridades romanas, fue convirtiéndolo en una verdadera leyenda entre las poblaciones de esclavos de la región.
Batalla del Vesubio
No obstante, Roma no pareció alarmarse por la fuga de estos más de setenta esclavos, asumiendo que en realidad no tendría trascendencia alguna. En pro de dominar la situación rápidamente, Roma envió una brigada de soldados para que sometiera a los rebeldes, sin sospechar que esta sería sometida y eliminada, no sin antes proveer de armas romana a la comunidad de esclavos rebeldes. En consecuencia, y en una clara demostración de que realmente Roma comenzaba a asustarse, las autoridades romanas designaron a Cayo Claudio Glabro para que comandara tres mil hombres, rumbo al Vesubio a controlar la situación.
Subestimando totalmente a los esclavos, Cayo Claudio Glabro se dirigió hasta el Vesubio, decidiendo establecer su campamento en el único camino que había hacia la cumbre, sin siquiera ocuparse de crear un escudo de protección. Por su parte, Espartaco y sus hombres decidieron colgarse de unas cuerdas, para poder descender por el lado más escabroso de la montaña, tomando por sorpresa a estas tropas, en donde causaron gran número de bajas, mientras que los pocos sobrevivientes huían despavoridos, para dar testimonio de la gran primera victoria de Espartaco sobre roma, conocida históricamente como la Batalla del Vesubio.
Plan de Espartaco
Desde entonces, las huestes esclavas comenzaron a crecer en número, quizás a la misma velocidad que la popularidad de Espartaco. No obstante, las primeras acciones de esta numerosa fuerza fueron dirigidas simplemente por la venganza, manifestándose en saqueos, torturas, asesinatos y demás desmanes. Pese a esto, y totalmente consciente que de dejar que la situación avanzara, pronto sus tropas se desmoralizarían y empezarían las deserciones, Espartaco se entregó a la tarea de entrenar un ejército estructurado y disciplinado.
Empero, este propósito no perseguía la idea de vencer a Roma, puesto que Espartaco era totalmente consciente de la magnitud de su poder. Por el contrario, el líder de los gladiadores buscaba la Libertad, por lo que su plan consistía en organizar este gran y entrenado ejército, que le permitiría hacer frente a cualquiera de los que quisiera frenar su decisión de cruzar los Alpes, pues esos eran los límites del poder romano, tras los cuales todavía existían regiones que no se encontraban bajo su yugo. En consecuencia, comenzó a dirigir a sus tropas rebeldes hacia el norte, en la medida en que iba derrotando tropas romanas.
Marcha hacia el norte
Pero no todos los hombres de Espartaco pensaban igual, pues para algunos no estaba en planes abandonar Roma, sino que por el contrario querían quedarse, pelear e incluso derrotar el gobierno que los había oprimido, deseos que a la larga trajeron divisiones dentro de las filas de Espartaco. En este sentido, un numeroso grupo de unos veinte mil hombres –la mayoría de ascendencia Gala- decidieron seguir a Crixo, quien no contaba con igual poder de estrategia que Espartaco, por lo que en poco tiempo fueron derrotados, sometidos y ejecutados. Por su parte, Espartaco continuó su decidido avance hacia el norte, a medida que iba superando, evitando y venciendo las emboscadas y ataques de parte del ejército romano, quien había comprendido la magnitud del enemigo con el cual se enfrentaba, el cual crecía día a día, alimentado por los numerosos esclavos que escapaban continuamente para unirse a estas tropas que les prometían la Libertad, y que según señalan algunos historiadores llegó a alcanzar la impresionante cifra de más de ciento veinte mil combatientes.
Regreso al sur
Habiendo descubierto el plan de escape de Espartaco, Roma decidió impedirlo radicalmente, por lo que le dio poder al cónsul Casio Longino para que reuniera sus tropas y enfrentara las de Espartaco. Después de una larga batalla, los rebeldes lograron eliminar a las fuerzas romanas: el paso hacia los Alpes era un hecho. No obstante, sorpresivamente, las tropas de Espartaco dieron marcha atrás, dirigiéndose hacia el sur: donde estaba Roma.
Algunos historiadores son del parecer de que los hombres de Espartaco estaban embebidos en las mieles de la victoria, por lo que renunciaron escapar de Italia, y por el contrario se dejaron llevar también por el deseo máximo de someter al gobierno romano. Por su parte, a esa altura, Espartaco en realidad tenía poco control sobre sus tropas, pues no había logrado erigir el organizado y disciplinado ejército que añoraba, por lo que no le quedó más remedio que dirigirse hacia el sur, consciente de que jamás podría tomar la ciudad donde habitaba el poder.
De esta forma, su marcha hacia el sur terminó por llevarlo, junto a sus hombres, hacia Sicilia, donde planearon –aconsejados por algunos piratas sicilianos, quienes terminaron traicionándolos-tomar esta isla como territorio rebelde. Informados de estos planes, Roma desplegó todo su esfuerzo para impedirlo, siendo derrotada nuevamente por el gran poder táctico y estratégico de Espartaco. Pese a la victoria, Espartaco y sus tropas no siguieron hacia Sicilia, sino que decidieron regresar a Lucania, territorio ubicado en el norte del golfo de Tarento.
Derrota y crucifixión
Decididos a derrotar finalmente la rebelión, Roma convocó al lugarteniente de Macedonia, Licinio Lúculo, así como al general Cneo Pompeyo para que se unieran al cónsul Craso a fin de vencer a Espartaco, hecho que logró reunir veinte legiones de soldados romanos, las cuales se cree estaban conformadas por ciento veinte mil hombres, quienes tenían la misión de acabar con las tropas de esclavos de una vez por todas.
Para su propia desgracia, las filas de Espartaco volvieron a sufrir una división, pues unos treinta mil hombres decidieron marchar tras Gannicus y Casto, no tardando en ser sometidos por los hombres del cónsul Craso. Por su parte, Espartaco con tan solo unos ochenta mil hombres decidió marchar sobre Brindisi, se cree que para lograr pasar el mar Adriático, aunque detractores de esta teoría argumentan que difícilmente Espartaco, quien no tenía naves ni embarcaciones, haya ideado este plan.
Con sus tropas reducidas y en evidente desventaja frente a la organización del ejército romano, las tropas de Espartaco libraron su última batalla en el año 71 a.C., enfrentándose con las tropas de Roma en Apulia. Convencidos de que perder era volver a la esclavitud, los rebeldes pelearon a muerte, reportando bajas de sesenta mil hombres, de los veinte mil restantes, algunos lograron huir, mientras otros fueron capturados. La historia cuenta de que durante el fragor de la batalla, Espartaco fue asesinado, aun cuando nunca se pudo encontrar su cadáver. Los rebeldes capturados fueron crucificados por Roma.
No obstante, para Roma la victoria sobre los rebeldes fue un logro no tan dulce, pues aun cuando lograron retomar el control de su territorio y vencer la sublevación, perdieron más de cien mil esclavos, lo cual se dejó sentir en rubros como la agricultura, la cual presentó una recesión esencialmente por falta de mano de obra, debilitando a Roma, al punto de que fue empobreciéndola y dejándola sin la fuerza necesaria que necesitaría años después para combatir a los bárbaros, quienes finalmente invadieron su territorio.
Imagen: estatua de Espartaco de Denis Foyatier / Fuente: wikipedia.org