El futuro de la humanidad ¿Qué tan oscuro es el mundo que nos depara el destino?
En un artículo anterior hablaba de una de las grandes temáticas distópicas de la ciencia ficción: la posibilidad de que la humanidad, en algún momento del futuro, sea amenazada, atacada o destruida por tecnologías creadas por ella misma que conlleven cambios radicales en la civilización moderna… seguramente arrasando con ello la llamada “calidad de vida” que tanto valoramos.
El otro gran discurso de la distopía, mencionaba, se refiere a un mundo en el que no son necesarias las máquinas para gobernarnos, porque nosotros mismos nos encargamos de ello. Se trata del surgimiento de un poderoso gobierno mundial (quizás, de varios) que limitan al máximo la libertad, la autonomía y mantienen un férreo control sobre el individuo.
Distopía y literatura
Variantes de este modelo se encuentran en todo tipo de obras, principalmente, en aquellas escritas durante la guerra fría (que fueron testigos del impacto del estalinismo y el maoísmo en Rusia y China respectivamente). Con la moderación del gobierno soviético, la caída de varias dictaduras del primer mundo y el triunfo del capitalismo en los 90’s, estos discursos se vieron limitados a algunas teorías de la conspiración que hablaban de que el mundo ya estaba dominado por los grandes poderes. Pero, ¿era eso cierto?
Esto depende de la perspectiva. Las acciones del hombre se han probado bastante caóticas e, incluso en las dictaduras más poderosas, impredecibles: Corea del Norte tiene su propia cuota de desertores. Sin embargo, en términos económicos es extremadamente difícil defender una supuesta “autonomía” de las personas, pues los grandes capitales tienen un dominio excepcional sobre los recursos del planeta, e incluso se habla de supuestas “coaliciones” (como el Club de Bilderberg) que ayudarían a magnificar su dominio. Pero, ¿qué tan probable es que un día estos grandes poderes puedan dominarnos a todos?
¿Cómo podríamos caer en un mundo tan macabro? La posibilidad de un Nuevo Orden Mundial
Hay varias versiones de la manera en que esto sucedería. Una de las más comunes hoy día es la teoría del Nuevo Orden Mundial, o la imposición de un gobierno global encargado de vigilar cada detalle de la vida de sus ciudadanos. Esta teoría se sostiene en la constante y creciente debilidad de los estados nacionales para enfrentarse a los grandes poderes económicos y la imposición de una serie de “recetas” que favorecen a unos pocos sobre las mayorías… así como en la creación (cada vez más común) de frentes regionales, como la Unión Europea, la Comunidad Andina o la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático. La creación de tal gobierno no resulta demasiado irreal (aunque tampoco es creíble que suceda en menos de una generación), pero podría cuestionarse su carácter represivo y desigualitario.
1984 y la creación de superpotencias nacionalistas
Otra versión, semejante, habla del aumento del regionalismo mundial en algunas zonas, llevando a una especie de “nacionalismo” más extendido y favoreciendo el control del estado frente a una población ciega que ve enemigos en todas partes. Esta opción, contraria a la anterior, no refiere un mundo unificado sino una serie de regiones en permanente guerra entre sí, con aparatos productivos y sociedades dispuestas a entregarlo todo por su causa. Ambientada magníficamente en la novela “1984”, los defensores de este concepto también se basan en los análisis de Samuel Huntington (un reconocido analista estadounidense) y en su teoría del “Choque de Civilizaciones”.
Sin embargo, ambos escenarios pueden llevar a un mundo de esclavos tanto como a un mundo de gente relativamente independiente. A mediados del siglo XIX los liberales advertían que un empoderamiento del estado necesariamente llevaría a la opresión de los débiles, sin embargo, en el siglo XX el estado europeo usó ese poder para mejorar los niveles de vida de la población más vulnerable. Entonces, ¿qué se necesita para implantar un gobierno que esclavice al hombre?
La respuesta es sencilla: necesidad. La prosperidad del individuo hace que pueda elegir en qué gastar su tiempo, que pueda aprender y, por lo tanto, volverse más crítico (y más peligroso) para los grandes poderes. Sin embargo, una persona necesitada es capaz de entregar su vida a cambio de lo mínimo. Esto lo han notado bien los escenarios más distópicos de la ciencia ficción.
La actualidad: un escenario peligroso
Y aquí llega lo más interesante: nos dirigimos, invariablemente, hacia un aumento de la desigualdad que podría arrebatarle a millones de personas (incluso en el mundo desarrollado) su medio de vida. Este aumento ha sido demostrado por varios economistas (siendo el más importante Thomas Piketty) y nos indica que invariablemente, más y más poder comienza a recaer en las grandes industrias sin que nuestras acciones, como individuos, puedan mediar en ello. Eventualmente nos encontraríamos en una situación semejante a la de las ciudades descritas por Dickens: un pequeño grupo de solventes en una inmensa masa de desheredados.
Pero hay una nueva variable aquí: la tecnología. Mientras todos tengamos acceso a ella, y a la información, no hay razón para temer. Pero en la eventualidad de que millones de personas no pudieran usarla (o no supieran como hacerlo), las nuevas tecnologías se convertirían en las cadenas perfectas, pues permitirían vigilar a todos sin apenas un gasto de energía y sin necesidad de involucrar personas en el proceso.
Estos dos factores (empobrecimiento + tecnologías de control) podrían llevar a un escenario tal como el imaginado por Orwell en “1984”. No puedo afirmar que sucederá, pero indudablemente es posible. ¿Cómo creen que podríamos evitarlo?
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