Riesgos y daños
Las terapias de conversión conllevan una serie de riesgos y daños significativos para las personas que las reciben.
Problemas de salud mental: Numerosos estudios han demostrado que las personas que han sido sometidas a terapias de conversión tienen mayores tasas de depresión, ansiedad, trastornos de estrés postraumático, ideación suicida y suicidio. Estos tratamientos pueden generar un profundo conflicto interno, vergüenza y culpa en las personas LGBTQ+, lo que puede tener un impacto negativo en su bienestar psicológico.
Daños emocionales: Las terapias de conversión pueden causar daños emocionales significativos. Las personas pueden experimentar sentimientos de invalidez, rechazo y vergüenza debido a la falta de aceptación de su orientación sexual o identidad de género. Esto puede llevar a la baja autoestima, la pérdida de confianza en sí mismos y dificultades en las relaciones interpersonales.
Impacto en la identidad y la autoaceptación: Estas terapias pueden interferir en el proceso de aceptación y comprensión de la identidad sexual y de género de una persona. Al intentar cambiar una parte fundamental de su ser, las personas pueden enfrentar una lucha interna y desarrollar sentimientos de autodesprecio o negación de su identidad.
Aislamiento social y rechazo familiar: Las terapias de conversión pueden llevar al aislamiento social y el rechazo por parte de la familia y la comunidad. La presión para cambiar o suprimir la orientación sexual o la identidad de género puede resultar en la pérdida de apoyo y conexiones sociales importantes, lo que puede aumentar el riesgo de problemas de salud mental y agravar el impacto negativo de estas terapias.
Impacto en la salud física: Además de los riesgos para la salud mental, las terapias de conversión también pueden tener consecuencias físicas perjudiciales. Algunas prácticas incluyen métodos aversivos, como la administración de descargas eléctricas o la aplicación de tratamientos hormonales no apropiados. Estos métodos pueden ser peligrosos y causar daños físicos, así como problemas de salud a largo plazo.
Casos Conocidos de Terapia de Conversión
A lo largo de los años, ha habido varios casos famosos y notables que han arrojado luz sobre la terapia de conversión y sus impactos negativos.
Alan Turing: Alan Turing fue un matemático y científico británico conocido por su contribución clave en la descodificación de códigos durante la Segunda Guerra Mundial. En 1952, Turing fue condenado por «indecencia grave» debido a su homosexualidad y se le ofreció someterse a la terapia de conversión con hormonas. Optó por someterse a tratamientos de castración química. Turing falleció en 1954, y se cree que el trauma causado por la terapia de conversión pudo haber contribuido a su trágica muerte.
Leelah Alcorn: En 2014, Leelah Alcorn, una adolescente transgénero de Estados Unidos, se quitó la vida después de enfrentar rechazo y ser sometida a terapia de conversión por parte de sus padres. En una nota de suicidio publicada en línea, Leelah describió la angustia que le causó la terapia de conversión y expresó su deseo de que se prohíban estas prácticas.
McKrae Game: McKrae Game fue una figura prominente en el movimiento de terapia de conversión en Estados Unidos. Fue fundador y líder de una organización llamada «Hope for Wholeness», que promovía la idea de que la homosexualidad era una enfermedad curable. Sin embargo, en 2019, Game salió del armario como gay y reveló que había abandonado las terapias de conversión. Desde entonces, ha trabajado para desacreditar y exponer los daños de estas prácticas.
Estos son solo algunos ejemplos destacados, pero hay numerosos casos de personas que han experimentado terapia de conversión y han compartido sus historias para crear conciencia sobre los daños que pueden causar. Estos casos han impulsado esfuerzos para prohibir las terapias de conversión en varios países y promover la protección de los derechos de las personas LGBTQ+.
Origen y fundamentos teóricos
Las terapias de conversión tienen sus orígenes en las teorías psicológicas y religiosas que surgieron a mediados del siglo XX. A continuación, se detallan algunos de los antecedentes y fundamentos que dieron lugar a la aparición de estas terapias:
En las primeras décadas del siglo XX, el psicoanálisis de Sigmund Freud tuvo una influencia significativa en la comprensión de la sexualidad y la psicología humana. Freud consideraba que la homosexualidad era una forma de desarrollo sexual desviado y veía la heterosexualidad como el ideal. Estas ideas sentaron las bases para futuras teorías y enfoques terapéuticos.
Muchas religiones tradicionales consideraban la homosexualidad y la diversidad de género como pecados o trastornos morales. Estas creencias religiosas fueron utilizadas para respaldar la idea de que las personas LGBTQ+ debían ser «corregidas» o «curadas» a través de intervenciones terapéuticas.
En la década de 1950, el enfoque conductista ganó popularidad en el campo de la psicología. Los terapeutas conductuales creían que los comportamientos podían ser modificados a través del condicionamiento y el aprendizaje. Algunos terapeutas aplicaron estos principios al tratamiento de la homosexualidad, tratando de reforzar la atracción heterosexual y desalentar la atracción homosexual.
En la década de 1970, surgieron grupos de apoyo religiosos como Exodus International, que promovían la idea de que la homosexualidad podía ser superada a través de la fe y la terapia. Estos grupos combinaron elementos religiosos con enfoques terapéuticos para tratar de cambiar la orientación sexual de las personas.
Es importante destacar que, si bien estos antecedentes sentaron las bases de las terapias de conversión, la comunidad científica ha rechazado en gran medida estas prácticas. Actualmente, la mayoría de las organizaciones médicas y de salud mental consideran que las terapias de conversión carecen de base científica, son ineficaces y pueden ser dañinas para las personas LGBTQ+.
Ausencia de evidencia científica
A pesar de décadas de investigación, no existe evidencia científica que respalde la eficacia de las terapias de conversión para cambiar la orientación sexual o la identidad de género.
Las principales organizaciones médicas y de salud mental, incluyendo la Asociación Americana de Psicología (APA), la Asociación Psicológica Americana (AMA), la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), han emitido declaraciones y políticas en contra de la terapia de conversión. Estas organizaciones han concluido que no existe evidencia científica sólida que respalde la efectividad de estas terapias y han advertido sobre los riesgos y daños asociados a ellas.
Varios estudios y revisiones sistemáticas han analizado la evidencia disponible sobre la terapia de conversión. Por ejemplo, un metanálisis publicado en el Journal of Homosexuality en 2018 examinó 78 estudios y concluyó que no hay pruebas suficientes para respaldar la eficacia de la terapia de conversión y que estas prácticas están asociadas con efectos adversos significativos en la salud mental de las personas.
Las experiencias y testimonios de personas que han pasado por terapias de conversión también han contribuido a destacar la falta de efectividad y los daños asociados. Muchos individuos han informado sobre el sufrimiento emocional, el trauma psicológico y la persistencia de su orientación sexual o identidad de género a pesar de someterse a estas terapias.
Existe un amplio consenso en la comunidad científica de que la orientación sexual y la identidad de género son aspectos intrínsecos de la individualidad de una persona y no pueden ser cambiados o suprimidos mediante intervenciones terapéuticas. La comprensión actual respalda la aceptación, el apoyo y el respeto hacia la diversidad sexual y de género.
Un enfoque controvertido y poco ético
Las terapias de conversión, también conocidas como terapias reparativas o de reorientación sexual, son prácticas destinadas a cambiar la orientación sexual o identidad de género de una persona. Estas terapias han generado un intenso debate en el ámbito de la salud mental y los derechos humanos debido a su falta de base científica, su potencial dañino y su implicación en la violación de los derechos humanos de las personas LGBTQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y otras identidades sexuales y de género).