Su nombre completo era Ignacio José de Allende y Unzaga, nacido en una familia rica y comerciante de 1769, en San Miguel el Grande, llamado en la actualidad San Miguel de Allende.
Su vida la quiso dedicar a los asuntos bélicos de la época y optó apoyar la revolución que buscaba a gritos la independencia. En Dragones de la Reina, un corregimiento de caballería, se desempeñó en 1808 en su pueblo natal y un año más tarde perteneció a una de las conspiraciones descubiertas de Valladolid, pero corrió con suerte y no sufrió las represalias.
Estaba totalmente enfocado y decidido a dar su vida por la libertad de su gente y no paraba de congregar personas que lo siguieran y apoyaran. En ese entonces, los corregidores Miguel Domínguez junto con Josefa Ortiz, su esposa, llevaban a cabo reuniones para la misma causa y fue donde se fraguó la estrategia de revolución liderada por Ignacio en compañía de Juan Aldama.
En el momento en que se descubrió la conspiración de Querétaro, en el año 1810 el día 16 de septiembre, se prendido la mecha que estallaría en una cruenta batalla, puesto que Allende al enterarse de ello, lanzó un comunicado a todas las provincias para que las gentes salieran a combatir contra los españoles, anunciando el Grito de la Independencia.
Don Miguel Hidalgo fue quien apoyó y asesoró a Allende y quien realmente sacó adelante la lucha, debido a sus poderosas influencias sobre la población. En el pueblo llamado Dolores, Hidalgo en conjunción con su gente, lograron apresar a los españoles que comandaban el lugar y su próximo objetivo era San Miguel.
Una de las características de la personalidad de Allende era su tendencia a la bondad y compasión con los prisioneros, a quienes les garantizaba respeto a su integridad y al de sus seres queridos. De hecho, hasta lo juraba por su vida.
Casi once días después, Allende fue nombrado como teniente general y Miguel Hidalgo, como capitán general por una junta de insurgentes en la ciudad de Celaya. Pero el 27 de septiembre de ese año, el Virrey los mandó a asesinar y pagaba 10 mil pesos de recompensa. Sin embargo, los revolucionarios se salieron con la suya y pudieron tomarse al otro día, ka Alhóndiga de Granaditas y Guanajuato.
Debido a sus triunfos y victorias contundentes, ante una presencia multitudinaria en Acámbaro, el señor Hidalgo fue proclamado como generalísimo e Ignacio Allende, como capitán general. Todas las victorias los acompañaban en esos instantes, ya que luego de esto, combatieron en los Montes de las Cruces contra los realistas y ganaron la batalla. Eso llenó de más entusiasmo a Allende y por eso, propuso tomarse la Ciudad de México, porque obviamente al tomarse la capital, tendrían gran parte de la guerra ganada.
Pero no existía una buena relación entre Allende y el general Hidalgo; prevalecían fuertes discrepancias y eso condujo a Allende a decidir sólo limitarse a la formación del ejército y nada más, porque poseía grandes dotes en el oficio de la milicia, pero la suerte no le duró tanto: en un combate que se presentó en el Puente de Calderón, un incidente infortunado llevó a ganar a los enemigos españoles; uno de los carruajes con municiones de los rebeldes había estallado.
Las cosas se estaban complicando bastante, porque los caudillos no se ponían de acuerdo entre sí y debido a eso, los altos mandos oficiales exigieron la renuncia al general Hidalgo. Fue entonces cuando Allende escaló de jerarquía y ahora, era todo un generalísimo. Ya en posesión de su mando, ordenó partir hacia Saltillo y en seguida, hacia Estados Unidos con el objetivo de hallar más armamento y apoyo económico para regresar al campo de batalla.
Por desgracia, en el año 1811 los próceres de la Independencia Mexicana, fueron capturados. La causa de tan negativo acontecimiento, fue que Ignacio Eliozondo, uno de los caudillos, los traicionó en Acatita de Baján. Como Ignacio Allende era todo un guerrero alzado en armas, no lo pensó dos veces en pelear hasta morir. De hecho, fue el único que lo hizo así y falleció con todos los honores.
Antes de morir, fue llevado con sus compañeros presos a Chihuahua, encadenados e incomunicados, para que después fueran procesados. Allende siempre tendía a los buenos modales y en su juicio de guerra, no fue la excepción. Pero cuando el juez que dictaba la sentencia, lo trató mal y con discriminación notoria, el héroe patriótico mexicano le pegó en la cabeza con un pedazo de cadena de las esposas que le sujetaban las manos.
Por lógica consecuencia, Allende fue sentenciado a muerte y lo fusilaron el día 26 de junio de 1811. Pero no bastándoles, le cortaron su cabeza después de muerto y la colgaron en una esquina de la ciudad de Guanajuato, junto con las cabezas de sus amigos y colegas: Adalma, Mariano Jiménez y el general Hidalgo.