En Turkmenistán, se encuentra un lugar único y espeluznante. Una zona donde solo se respira el aroma del azufre y el ambiente literalmente, arde. Es el pozo de Darvaza, en el desierto de Karakum.
Es un orificio de un diámetro de 62 metros y una profundidad de 22 centímetros, aproximadamente, muy similar a la abertura de un cráter volcánico. Aunque se trata de algo sumamente artificial, puesto que es el resultado de actividades de explotación petrolífera y de gas, por parte de la Unión Soviética en la década de los años 70.
No obstante, el sitio resulta toda una atracción turística, pues el pozo no escupe lava, pero cuenta con unas imponentes llamas que rodean el enorme agujero y lo hace asemejarse a una verdadera puerta del infierno ardiente; pero este sitio no tiene ningún misterio y no se han presentado sucesos desconocidos, ni indescifrables para la humanidad.
Un daño al ecosistema
Antes de que la multinacional responsable abandonara el terreno, sus ingenieros optaron por incendiar el lugar y ese fuego se ha mantenido cuatro décadas y aún continúa activo. Esto, como consecuencia de la abundancia de gas en toda esa región.
Muchos animales se sienten atraídos hacia ese orificio ardiente, pero acercarse demasiado implica una muerte segura, por lo que este atractivo turístico no es nada positivo para algunas especies.
Atractivo turístico mundial
Cada año, miles de turistas gozan del espectáculo flamígero y aprovechan para tomarse uno que otro selfie en un punto muy similar a lo que se nos ha descrito como infierno.
Este es el lado positivo del asunto, pero por otra parte, es una muestra más de que la explotación desmedida de los recursos naturales del planeta, tienen como consecuencia desastres ambientales de este tipo, pues en realidad, consistió en un grave daño a la Tierra.
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