Quizás la más célebre imagen de Carlota de México
Orígenes de su nobleza
Hija de las consortes reales de Europa, Carlota Amelia fue hija del rey Leopoldo I de Bélgica y de María Luisa de Orleans. Su cuna estaba privilegiada por un apellido que había descubierto y conquistado América, dominado grandes territorios de África y luchado contra las nuevas ideas provenientes de la Ilustración francesa.
Era no solamente princesa de una familia real con gran peso en el Viejo Mundo: su fortuna aristocrática la hacía una de las mujeres más bellas de su época, aunque su trágica vida opacase esa belleza con locura. Carlota sería la mujer más desdichada de la corte, aunque su octogenaria edad le daría la satisfacción de vivir muchos acontecimientos de finales del siglo XIX e inicios del XX, como las guerras prusianas, el Imperialismo Económico, la Revolución Mexicana, la Primera Guerra Mundial y las guerras de los Cristeros. La triste locura, acompañada de momentos de lucidez sería su compañera en todos estos momentos.
Matrimonio con el Archiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo
Su matrimonio se presentó el 27 de Julio de 1857, su esposo sería Maximiliano hijo del Emperador Francisco José I, Emperador de Austria. En aquel momento fueron a gobernar las provincias italianas de su padre y pasaron buenos años juntos donde Maximiliano le leía Petrarca y la paseaba por los gigantescos jardines reales.
Viviendo en Italia, ella era muy próxima a Maximiliano. No tenían tantas obligaciones porque el gobierno de las provincias de Lombardo y Venecia se hacía desde el mandato directo de su padre, es por eso que la ambición de su esposo lo llevaría a postularse como un posible emperador de México.
Carlota apoyó a su esposo en esta decisión. La ambición de ser Emperador fue considerada por ambos y no tardaron en organizar las maletas y un ejército francés para hacerse a la mar y llegar a las costas de Veracruz.
Su papel de Reina y el origen de su locura
Auxiliados por los conservadores mexicanos que estaban en pugna contra los liberales al mando de Benito Juárez, la corte del Emperador Maximiliano llegó custodiada por un gran ejército francés, establecido desde 1860 al mando del Emperador Napoleón III, que deseaba México para él. Maximiliano vendría a ser el títere que Napoleón buscaría establecer, por ello su llegada en 1864 sería vista como un avance francés a la Ciudad de México.
Establecidos en la capital vivirían en el Castillo de Chapultepec, un ostentoso castillo colonial que fue sede de virreyes y retenedor, en otra época, de avanzadas estadounidenses que deseaban hacerse con México.
Aquí la locura de Carlota se haría evidente. Su esposo cada vez se alejaba más de ella y en su soledad la Emperadora intentaba hacer reformas para su nuevo Imperio. Permanecía angustiada por su incapacidad de tener hijos y su esposo, no hacía nada para arreglar la situación. Antes prefería irse a sus jardines en Cuernavaca para deshojar jóvenes mujercitas mexicanas, mientras su esposa sufría los celos y la impotencia de no poder hacer nada.
Se cree que su locura fue originada por una planta: “Al teyhunti” es su nombre y se traduce como “la carne de los dioses”, puede producir, en dosis altas, demencia permanente. Se cree que los liberales la envenenaron pues ella tenía la fuerza faltante que le faltaba a Maximiliano. Posiblemente era vista como un personaje más peligroso para Juárez que el mismo Emperador.
Carlota y su esposo, Maximiliano
Su viaje a Roma
El estallido de su locura fue evidente en su viaje por Europa para que ayudaran a su esposo con una armada capaz de derrotar a los liberales que día a día ganaban terreno Fue el amor a su esposo el que le dio las fuerzas para ese largo viaje en el que sólo encontraría rechazo y abandono.
La mujer enloquecía más mientras iba adentrándose en Europa. Primero vino el desplante de Napoleón III, luego las pérfidas promesas de Pio Nono, el Papa que le dijo que los ayudaría pero que no hizo nada. Comenzó a tomar agua de las fuentes públicas, a dormir en la calle e incluso daba grandes espectáculos en público, aludiendo a que Juárez la quería envenenar.
Esta hermosa e inteligente mujer se vio inmersa en la locura sin retorno luego de que su esposo fuera fusilado en el Cerro de las Campanas, por mandato de Benito Juárez, quién había retomado el poder.
La Locura se apodera de Carlota
Desde 1867, cuando la emperatriz viuda tenía 27 años de edad, hasta la fecha de su muerte (1927), con 87 años, fueron en total 60 años de locura. Obsesionada con su esposo pasaba las noches pidiendo a gritos su llegada, lloraba amargamente por su lejanía y cuando recordaba el fusilamiento se atacaba a gritar.
Lejos de bochornosos, estos espectáculos que transcurrían dentro de sus aposentos o con familiares cercanos de la nobleza europea, generaba lástima entre los que percataban de la horrible desgracia en la que había quedado la viuda.
Postrada dentro de su dolor, la hermosa emperatriz atravesaría transversalmente toda la historia de la humanidad metida dentro de su propio sufrimiento. Fuera de las diferentes locuras que hacía en público y que han sido relatadas con tristeza humana entre sus biógrafos, Carlota tuvo, aún vieja, episodios de lucidez donde mostraba su grandilocuencia y la conciencia de su propia locura. Dicen algunos que ella veía con buenos ojos su locura, decía que el amor sentido por su amante valía cada segundo de dolor. Sus últimas palabras recordaban a Maximiliano, su único amor.
“Yo soy María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina, Princesa de la Nada y el Vacío, Soberana de la Espuma y de los Sueños, Reina de la Quimera y del Olvido, Emperatriz de la Mentira.” (Fernando del Paso)
Fuentes interesantes
La canción folclórica mexicana “La paloma” fue la preferida de Carlota cuando llegó a México. Así mismo “Maximiliano y Carlota” y “El Carruaje” son dos películas indispensables para conocer la triste historia de esta mujer. El mexicano Fernando del Paso en su novela “Noticias del Imperio” nos recuerda un monólogo donde hace alusión al sufrimiento, la grandeza y la triste historia de la que es considerada una de las mujeres más interesantes de la nobleza europea:
“Yo soy María Carlota de Bélgica, Emperatriz de México y de América. Yo soy María Carlota Amelia, prima de la Reina Victoria de Inglaterra, Gran Maestre de la Cruz de San Carlos y Virreina de las provincias del Lombardovéneto acogidas por la piedad y la clemencia austriacas bajo las alas del águila bicéfala de la Casa de Habsburgo. Yo soy María Carlota Amelia Victoria, hija de Leopoldo Príncipe de Sajonia-Coburgo y Rey de Bélgica, a quien llamaban el Néstor de los Gobernantes y que me sentaba en sus piernas, acariciaba mis cabellos castaños y me decía que yo era la pequeña sílfide del palacio de Laeken. Yo soy María Carlota Amelia Clementina, hija de Luisa María de Orleáns, la reina santa de los ojos azules y la nariz borbona que murió de consunción y de tristeza por el exilio y la muerte de Luis Felipe, mi abuelo, que cuando todavía era Rey de Francia me llenaba el regazo de castañas y la cara de besos en los jardines de la Tullerías. Yo soy María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina, sobrina del Príncipe Joinville y prima del Conde de París, hermana del Duque de Brabante que fue Rey de Bélgica y conquistador del Congo y hermana del Conde de Flandes, en cuyos brazos aprendí a bailar, cuando tenía diez años, a la sombra de los espinos en flor. Yo soy Carlota Amelia, mujer de Fernando Maximiliano José, Archiduque de Austria, Príncipe de Hungría y de Bohemia, Conde de Habsburgo, Príncipe de Lorena, Emperador de México y Rey del mundo, que nació en el Palacio de Schönbrunn y fue el primer descendiente de los Reyes Católicos Fernando e Isabel que cruzó el mar océano y pisó las tierras de América, y que mandó construir para mí a la orilla del Adriático un palacio blanco que miraba al mar y otro día me llevó a México a vivir a un castillo gris que miraba al valle y a los volcanes cubiertos de nieve, y que una mañana de junio de hace muchos años murió fusilado en la ciudad de Querétaro. Yo soy Carlota Amelia, Regente de Anáhuac, Reina de Nicaragua, Baronesa del Mato Grosso, Princesa de Chichén Itza. Yo soy Carlota Amelia de Bélgica, Emperatriz de México y de América: Tengo ochenta y seis años de edad y sesenta de beber, loca de sed, en las fuentes de Roma.”
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