La fiesta de Orfeo. Ganadores del concurso

La fiesta de Orfeo. Ganadores del concurso

De niños asesinos y concursos literarios

Hoy os quiero recomendar una buena lectura y, ya de paso, proponeros un concurso de relatos relacionado con el libro. Pero vamos por pasos y primero, os cuento algo sobre esta pequeña joya literaria del misterio titulada “La fiesta de Orfeo”, de Javier Márquez y publicado por la editorial Almuzara, con la que os aseguro que pasaréis un rato de lo más entretenido.

La verdad es que esta novela lo tiene todo y uno queda enganchado desde el principio hasta el final y, en especial, la recomiendo para todos los buenos amantes del misterio, la intriga y la novela detectivesca de calidad.

La trama nos cuenta, por un lado, como en una pequeña aldea de la frontera escocesa suceden unos hechos horribles. Los niños y jóvenes de la aldea, poseídos por el influjo de una terrible locura, han asesinado de forma dantesca a todos sus mayores. El gobierno británico enviará a su mejor agente de Scotland Yard para intentar averiguar qué es lo que ha llevado a los jóvenes del lugar a perpetrar tan terrible asesinato. Por otro lado, un pequeño estudio cinematográfico intenta volver a poner de moda el cine de terror con una truculenta adaptación de Frankenstein, para ello contratan al actor Peter Cushing que, para preparar su papel, recurrirá a diversos personajes especializados en las raíces del miedo humano. Ambas historias confluirán al final en un mismo punto, “La fête du Monsieur Orphée”, un misterioso y antiguo rollo de película de los años del cine mudo que parece dejar un rastro de tragedia, sangre y destrucción tras ella.

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Interesante ¿Verdad?

Concurso de relatos

En relación con el libro, os propongo un pequeño concurso de relatos con unas bases muy simples y sencillas:

  • En el relato tiene que aparecer un pueblo, en el que los niños han asesinado a los adultos y se tiene que explicar el motivo por el que lo han hecho.
  • El tamaño del texto lo dejo a vuestra elección, aunque hay que tener en cuenta que no debe de ser muy excesivo para que la lectura de todos los relatos no se convierta en algo demasiado tedioso. Estaría bien un máximo de dos hojas de Word a un tamaño de fuente 12.
  • Los relatos serán enviados a la dirección de correo que aparece más abajo y se publicarán todos juntos en este mismo post el día 13 de noviembre.
  • Una vez publicados, los lectores podrán votar el relato que más les guste con 1 punto, y los que hayan participado mandando sus relatos, tendrán el privilegio de votar con 2 puntos, no pudiendo votar sus propios relatos, claro está.
  • En caso de empate, los editores de Tejiendo el Mundo resolveremos el entuerto.
  • Los tres mejores relatos recibirán de forma gratuita un ejemplar de “La fiesta de Orfeo”, que en la editorial Almuzara, que son muy buena gente, han cedido a Tejiendo el Mundo para el concurso.

Sin más, espero vuestra participación para que disfrutemos todos mutuamente de las palabras y, ya de paso, de un poquito de terror e intriga, jeje

Relatos ganadores del concurso

En primer puesto, con 17 votos. Relato nº14

El publo de los huérfanos, de Cristina Magaña

Atónitos y perplejos, los telespectadores, oían las terribles noticias y testimonios que se tejían alrededor de Volendam, la aldea Holandesa. Centenares de  policías acordonaron los alrededores, turnándose en guardias, para impedir la salida de estos pequeños y jóvenes monstruos. Los reportajes mostraban grupos de niños deambulando por el centro del pueblo, parecían no tener un punto fijo, sin embargo, al primer atisbo de un adulto o alguien mayor, se arremetían como verdaderos animales sobre él. Se interrumpían las cintas en ese instante, los periodistas no relataban el suceso sangriento y macabro que proseguía en la escena censurada.

La agente Magaña, joven, ruda y perspicaz, pero consciente de su condición humana por lo tanto sensible y afable, fue elegida por sus compañeros y directores para asumir la delicada misión de acudir e inmiscuirse en el pueblo a averiguar el por que de tan cruenta destrucción y exterminio de los adultos.

Una vez preparada, con todas las indumentarias necesarias, cámaras diminutas, micrófonos y armas de fuego, las cosmetólogas acentuaron su apariencia infantil, para lograr inmiscuirlo en las decenas de niños asesinos del pueblo. Estudió el comportamiento de los niños zombi, vestía desdeñado y de ropas similares a las pequeñas aldeanas para no parecer extraña ante ellos.

Llegado el momento, con el pecho apretado y la respiración entre cortada, se ánimo e internó por un bosque aledaño a las primeras casas de la aldea.

No pudo dejar de horrorizarse y hacer muecas de pavor  frente a los cadáveres y escenas macabras que se vislumbraban en su caminar, extremidades humeantes y en estado visible de putrefacción se esparcían a su alrededor.

Al llegar a la plazoleta central del pueblo, se arrimó a dos muchachitas de largas trenzas rubias y claros ojos verdes a observar el crimen. Ellas desapercibieron toda extrañeza en la afuerina, dio un suspiro de alivio, ya que no le prestaron atención alguna, estaban mirando con fijeza y delirio la escena.

Cuatro muchachos, no más de 13 años, desprendían articulación por articulación de un hombre ensangrentado. Tenían una fuerza sobrenatural, las pupilas dilatadas completamente, convertidos en energúmenos que mataban con la osadía del más salvaje animal.

Mientras unos lo tomaban con fuerza del tronco, los otros dos, viles adolescentes, apretaban las articulaciones con firmeza y tiraban hasta descarnar y despedazar el cuerpo moribundo.

Una vez cometido el homicidio; se unieron rápidamente en una fila, la agente Magaña los imitó instintivamente, miraron al cielo, se inclinaron para hacer una leve reverencia y cada uno salió en diferentes direcciones en busca de más.

Aprovechó este momento para ocultarse en una vieja letrina al costado de una casa a dar el primer reporte, no fue necesario explicar la escena, la diminuta cámara puesta en el botón de su camisa registró con claridad todo lo ocurrido, las órdenes fueron claras, Magaña debía dar una última ronda al lugar en busca de víctimas ocultas y salir lo antes posible, para no ser descubierta, el peligro estaba latente.

No pudo evitar el vomito y en forma involuntaria evacuar en la pequeña garita, tenía todo el cuerpo bañado en sudor, las rodillas débiles le temblaban, una fuerza extraña de lo más hondo de su ser, quizás el subconsciente, le avisó que no debía salir, que algo muy terrible podría suceder.

Se armó de valor y abrió con delicada saña la vieja puerta de madera, dio unos cuatro pasos cautelosos, su apariencia era igual a la de aquellas niñas zombi, de pronto una desenfrenada persecución pasó por delante de ella. Una mujer ya madura era perseguida por unos diez  niños iracundos.

Apretó el revólver, y en el audífono que habían puesto en su oído se escuchó una leve voz.

-Debe salir del pueblo agente Magaña, no hay nada que podamos hacer por el momento, su misión ha terminado. -Dijo el comisario.

La cabeza le daba vueltas, no sabía si ir en ayuda de la pobre mujer o arrancar, como hubiese preferido hace dos minutos atrás.

Respiró profundo mirando el cielo anaranjado, la noche caería en cualquier momento.

¿Qué poder o fuerza maligna era culpable de tan macabros asesinatos? –pensó.

Sin más cavilar se acercó corriendo al lugar, la habían tomado y estirado por las cuatros extremidades, vio en los ojos de aquella mujer un último destello de vida, despavorida le suplicó con la mirada, al instante desapareció bajó el golpe fulminante y brutal en la quijada, deformándose de un soplo por el impacto. Luego de arrancar cada parte del cuerpo volvieron a reunirse en fila, la agente no fue capaz de soportarlo esta vez, sacó su revólver y apuntó con firmeza a un pequeño de no más de 7 años en la cabeza. Las manos le temblaban, los demás niños comenzaron a acercársele de a poco.

-¡Salga de ahí agente! ¡Es una orden! -Le gritó el comisario.

Hicieron un círculo a su alrededor, la oscuridad invadió el lugar.

La agente Magaña cerró los ojos y disparó en la cabeza pueril de aquel niño, salpicando todo de un carmesí infantil.

De pronto un rayo de luz incandescente iluminó el pueblo entero, de entre los cielos una especie de nave  multicolor lanzó una cadena de luces indescriptibles, envolvió y amarro a la agente que lentamente comenzó a ser abducida. Los niños comenzaron a arrodillarse ante la irradiación, daban alaridos y lanzaban sonidos guturales en un dialecto desconocido.

Los policías lanzaban estruendosos disparos en contra del ovni, pero ni uno parecía afectarle en lo más mínimo.

La agente desapareció entre las nubes, ni rastro de su existencia quedó en el pueblo.

Una vez desaparecido el platillo en la inmensidad, los niños cayeron al suelo de súbito como despertando de un sueño abrupto y aterrador. No había padres, ni abuelos ni tíos, ahora solo quedaban niños y adolescente huérfanos. Un pedazo de lata quedó incrustado en el lugar de la abducción, un escrito se encontraba grabado en el.

“La maldad ha sido exterminada por un mañana mejor.

Estos niños no recordarán nada de sus vidas pasadas, de ahora en adelante su misión es criarlos y llevarlos por las senda del bien, no queremos más adultos malvados criando niños buenos. Esperamos hayan aprendido la lección y no volver a vernos en mucho tiempo.”

Adiós queridos terrícolas.

En segundo puesto, con 15 votos. Relato nº5.

Hijos del sol, de Elisabet Martínez

https://petalosdenoche.blogspot.com/

Con las manos temblorosas y el corazón en un puño, escribo mis últimas palabras desde este ático abuhardillado. Debo darme prisa, está anocheciendo y apenas puedo ver con claridad. Una vez que haya caído la noche, no me quedará más remedio que esperar aquí, en silencio, en absoluta oscuridad. De ningún modo encenderé la luz, eso me delataría, sería un suicidio.

Me llamo Marta y soy la única persona adulta que sigue con vida en este pueblo.

No recuerdo con exactitud en qué momento el mal se cernió en este lugar bajo la atenta mirada de Dios. Sólo sé que  todo comenzó en un extraño mes de diciembre, unos siete años atrás.

Los vecinos de  Loñana, un humilde pueblo que apenas llegaba a cincuenta habitantes, situado al norte de Galicia, comentábamos que  algo raro le estaba sucediendo al clima de nuestra región. Aquí, las ventiscas y las lluvias son muy habituales a lo largo del año. Era pues totalmente atípico, que en pleno mes de diciembre, a punto de celebrar las navidades, estuviéramos sufriendo temperaturas de hasta cuarenta y ocho grados y no hubiera caído ni una gota de agua en lo que llevábamos de mes. El médico del pueblo no daba abasto para atender a todos los vecinos que acudían a él deshidratados, con golpes de calor. Incluso algún que otro anciano falleció debido a las altas temperaturas.

Entre los enfermos, me hallaba yo, embarazada de cinco meses y con unas molestias terribles. Las fuertes patadas que sentía en el vientre, en ocasiones me cortaban la respiración. Pesadillas incesantes me despertaban de madrugada con sudores fríos y vómitos sangrientos. Lo más increíble era que todas las embarazadas del pueblo, siete en total, padecíamos los mismos síntomas.

El día de mi alumbramiento fue uno de los más desagradables de mi vida. Creí que moriría en el parto pues no recuerdo un dolor más inhumano, más aterrador. El bebé se abrió paso agarrándose a mis entrañas. Salió totalmente amoratado y con el rostro deformado por el  esfuerzo. No oí su llanto al nacer, eso me preocupó, pues temí por su vida. Ahora sé, que simplemente se hacía el dormido.

Pasadas unas horas, la enfermera me obligó a darle el pecho. Yo no quería cogerle en brazos, creía que era algún síntoma post parto, pues no reconocía a ese niño como mío y no quería hacer nada más que echarme a llorar. La enfermera lo colocó en mi regazo y le ayudo a encontrar el camino para calmar su sed. No hizo falta que se esforzara demasiado, pues el bebé, rápidamente se adueñó de mi pezón con furia. Succionaba fuertemente apretando los puños y mirándome directamente a los ojos. No pude hacer más que dejarme vencer por el dolor y el agotamiento. Me recosté en la almohada y las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos. Al cabo de unos minutos me di cuenta de que el bebé respiraba de un modo fortísimo, como si se estuviera ahogando. Le agarré de la espalda y entonces fue cuando la vi: una pequeña mancha oscura a la altura del  omoplato.

Los demás niños fueron naciendo paulatinamente bajo un sol abrasador. El calor sofocante, junto con el horrible dolor y el  miedo, hizo que todas las madres creyéramos que íbamos a enloquecer.

Nada en Loñana volvió a ser como antes tras el nacimiento de esos niños marcados, y digo marcados, porque casualmente todos ellos tenían la misma mancha presidiendo su espalda. Mancha, que iba creciendo a medida que esos niños se iban haciendo mayores. De igual modo la respiración de todos ellos, aún estando tranquilos se tornaba  año tras año más grave y profunda. Como si odiaran todo lo que les rodeaba y tuvieran que contener su rabia forzosamente.

Don Fernando, el maestro del colegio, fue la primera víctima de la furia de los pequeños. La primera pieza de una cadena de muertes que se fueron sucediendo durante aquella fatídica tarde. Los gritos alertaron a Doña Amparo, la cocinera, que en aquel momento  se encontraba entre fogones preparando la comida. Al llegar al aula quedó atónita al descubrir al maestro en el suelo, rodeado de los siete pequeños. Don Fernando aún agonizaba atado de pies y manos, con el pecho abierto  y dos tizas incrustadas en sus ojos. Todos lo observaban sonrientes, con las manos en los bolsillos, satisfechos de su obra. Los demás niños de la clase lloraban incesantemente  y de un modo desconsolado tras la dantesca escena que acababan de presenciar.

Doña Amparo gritó con todas sus fuerzas  e intentó escapar hacia la puerta principal, pero uno de ellos la estaba esperando en la entrada, todos juntos la agarraron de las manos y la llevaron de nuevo a la cocina. Allí, derramaron la olla humeante encima de su anciano cuerpo y acercaron su rostro a los fogones hasta verla morir totalmente quemada.

Durante toda la tarde, esos monstruos, deambularon por el pueblo, con el único fin de acabar con todos nosotros. Nadie podía sospechar que unos críos inocentes se acercaban con dobles intenciones. Eran niños, sólo eran niños. Solían atacar en grupo, en la plaza, en las tiendas, en el bar, cualquier lugar habitado por adultos era bueno para realizar una masacre general. Más tarde irían a buscarnos uno por uno. Picaban a la puerta pidiendo ayuda, como si fueran ellos los que estaban en peligro. Al abrir la puerta uno de ellos hacía de anzuelo para que el adulto se confiara, luego entraban en tropel hacia dentro y ya no había escapatoria.

No hay palabras para describir lo que uno siente al oir los gritos de dolor de alguien a quien le están arrancando los órganos.  Cierro los ojos y aún puedo ver las imágenes sangrientas y aterradoras que presencié desde mi ventana. Siete niños, en la plaza del Ayuntamiento mirando fijamente al sol, como si estuvieran esperando su aprobación para acabar con todos nosotros. Pequeñas manos estrangulando, degollando y torturando a todos los vecinos desprevenidos. Charcos de sangre por todas partes, gritos huidizos y callados cuchillo en mano.

Mi marido y yo sabíamos que nuestro hijo era uno de ellos aunque él se negaba a creer que fuera cierto. No puedo plasmar en esta hoja de papel  el asco y la impotencia de saber que yo había traído al mundo a uno de esos seres. Intenté detener a mi marido, le supliqué que se quedara a mi lado pero me  fue imposible. Bajó corriendo  las escaleras  y se dirigió a nuestro hijo. Éste,  al verle, simplemente levantó la cabeza y asintió al astro rey. Desde arriba pude ver como entre todos lo reducían y mi hijo lo degollaba. La sangre salpicaba el cabello rubio del pequeño. Después de aquello, simplemente enloquecí, ya nada podía hacerme pensar que sobreviviría a esa pesadilla. Salí como pude por la ventana y salté torpemente de un tejado a otro esperando encontrar algún lugar dónde refugiarme y esperar a que no me encontraran. Fue entonces cuando encontré esta buhardilla. La ventana estaba abierta, y rastros de sangre en el cristal advertían que los pequeños ya habían estado allí.

Una vez dentro comprobé que el matrimonio que allí vivía había sido torturado hasta la muerte. Se encontraban  boca arriba encima de la cama, uno junto al otro, con las cabezas cortadas. Me imaginaba las risas de esos niños, como si estuvieran haciendo una pequeña fechoría al intercambiar las cabezas de un cuerpo a otro, dejando así su obra completa, tratando de ridiculizarlos.

Hace horas que permanezco arrodillada en una esquina del ático. Con los ojos muy abiertos agudizo el oído para poder escuchar la hora de mi muerte. Ahora sólo el silencio planea sobre el pueblo, un silencio espeso e inquietante  Una falsa tregua que agradezco al mantener viva un mínimo resquicio de esperanza.

Aunque sé que nada puede cambiar las cosas, no puedo salvarme. La línea telefónica permanece cortada desde esta mañana y no hay cobertura en el teléfono móvil. El  calor derritió todas las instalaciones para hacer más fácil la abominable matanza.

Ahora sólo la noche observa la escena. Noche sin luna, como un manto negro que viste de luto a Loñana. Están tardando demasiado en llegar, es como si al ponerse el sol, perdieran su fuerza.

Ya es demasiado tarde para mí.

Oigo pequeños pasos subir las escaleras pesadamente, jadeos y risas retumban en el rellano. Ya están aquí. Salgo corriendo hacia la entrada y me siento en el suelo para impedir su acceso. Todos golpean la puerta a la vez  y, de repente, todo queda de nuevo en silencio. Tras  unos segundos eternos veo aparecer por el resquicio de  la puerta la hoja de un enorme cuchillo. Mis gritos no hacen más que avivar las risas de los pequeños, impacientes por matar.  De entre las carcajadas una dulce voz me suplica que abra la puerta. Es la voz de mi hijo,  el que horas antes había acabado con la vida de su padre ante mis ojos.

Temblorosa, me niego a abrirles la puerta y les suplico por mi vida. Ya no me quedan lágrimas, sólo una voz entrecortada que escupe palabras inconexas fruto del pánico y la desesperación.

Su impaciencia golpea fuertemente la madera resquebrajando la puerta  por ambos lados. Mi final está cada vez más cerca. No tengo apenas fuerzas para enfrentarme a ellos, y lo saben.

Ahora oigo su fuerte respiración en mi nuca. Los golpes se transforman  en patadas y finalmente logran entrar. Los pequeños me rodean, me agarran del pelo y me obligan a tumbarme en el suelo. Mi hijo se sienta ante mí, el uniforme desgarrado me permite ver su espalda,  ahora completamente oscura. La mancha ha crecido, igual que su maldad. Sus ojos han cambiado, ahora son totalmente negros, opacos, llenos de oscuridad. Su mirada está totalmente abrasada por el sol; aún así, puedo leer perfectamente lo que dicen sus ojos. Me da la mano para que me incorpore y sonriendo me abraza clavándome un puñal por la espalda. Abro los ojos y un escalofrío recorre mi cuerpo. Intento tapar la hemorragia pero, ahora ya todos me acuchillan  por todas partes. Me abandono al dolor, quiero dejar de sufrir de una vez. Mis ojos se apagan, todo se nubla a mi alrededor,  sólo un resquicio de luz entrando por la ventana me recuerda que volverá a amanecer, aunque no para mi, y estos diablos ciegos seguirán matando hasta que no quede nadie que pueda ofender a su Dios.

Nuestra felicitación a los ganadores y a todos los participantes en el concurso. Os agradecemos a todos vuestra colaboración y esperamos volver a disfrutar de vuestras letras en próximas convocatorias.

¡¡UN MILLÓN DE GRACIAS!!

A continuación, el resto de relatos que han participado con el nombre de sus autores.

1314 Niebla de igraine cubillana (tercer puesto)

1336 Ninos asesinos por natalia senmarti

1335 Los ninos raptados por demonios por ma c

1334 Un pueblo en el bosque por natalia san miguel

1333 Zinukeg por alan udai

1332 Los hijos de sondra por rojo profundo

1331 El mal que sojuzga por neo

1330 Petroleo asesino por sagc

1329 Solo un juego por susan

1328 El origen de loki por leandro esperanza

1327 Mas alla del umbral por roxx

1326 Juego de ninos por ruben gonzalo

1325 La ciudad perdida por mad el mago

1324 Dulce terror por francisco rapalo

1323 Antes de morir por kore

1322 Un pueblo costero por ana rivas

1321 La muerte asignada por desdemona

1320 Cuando escasean las almas por six

1319 Los ninos asesinos por pepi nubeazul

1318 El mejor disfraz por luiselis mavarez

1317 Pistas de sangre en nambija por nefes_metah

1316 La casa por maria jose

Bibliografía ►
El pensante.com (noviembre 4, 2009). La fiesta de Orfeo. Ganadores del concurso. Recuperado de https://elpensante.com/la-fiesta-de-orfeo-concurso-de-relatos/