La Sibila de Cumas, junto a Eneas, en las puertas al Inframundo
La leyenda de la Sibila
Cuenta Virgilio en La Eneida que Eneas hubo de marchar por la tierra de los muertos guiado por la Sibila de Cumas. Esta profetisa, que tomaba su nombre de la cercana ciudad de Cumas ubicada en la Campania romana, la cual según la leyenda había sido el lugar donde aterrizó Dédalo, padre de Ícaro. La Sibila, quien había sido bendecida por Apolo con la inmortalidad, poseía grandes poderes y el don de la profecía y vivía en los Campos Flégreos, donde se supone que quedaba el portal al inframundo.
Una vez la religión tradicional romana perdió terreno frente al cristianismo estas leyendas se convirtieron en meros relatos, mitos antiguos que carecían de veracidad y estaban basados en leyendas paganas. ¿Quién podría creer, después de todo, que en los Campos Flégreos (ubicados al noroeste de la ciudad de Nápoles) podría encontrarse un verdadero camino al inframundo?
Los túneles de los Campos Flégreos
Sin embargo, un análisis objetivo mostraría que la leyenda podría tener un sustento bastante sólido. Los Campos Flégreos, consistentes en una vasta área volcánica, seguramente eran más grandes y activos en tiempos antiguos. La actividad del magma atrapado bajo tierra creaba nuevas salidas que con el tiempo se solidificaban y formaban vastos sistemas de túneles. ¿Podría ser que la Sibila habitara en uno de estos sistemas? ¿Que se hubiera apropiado de él, aprendido sus secretos, hasta usarlo como un eventual portal al inframundo?
Algunos exploradores de la edad moderna así lo consideraron, y hubo bastantes expediciones en busca del mítico camino. Sin embargo, ninguna de ellas logró encontrar la mítica cueva de la Sibila y con el tiempo la entrada al inframundo que habría manejado la profetisa volvió a perderse en la neblina del tiempo.
Representación de la puerta al Inframundo
Hallazgos en el siglo XX
La leyenda de la caverna de la Sibila y la entrada al Inframundo podría haber permanecido en las sombras para siempre de no haber sido por un particular descubrimiento hecho en 1950 en la antigua ciudad romana de Baiae. Esta población era famosa en tiempos romanos por sus aguas termales que, se decía, tenían poderes curativos, y fue en sus decadentes ruinas que un arqueólogo llamado Amedeo Maiuri vino a dar con un complejo de túneles – o antrum – hasta entonces desconocido, que estaba tallado en la roca volcánica y parecía penetrar en las entrañas de la ciudad.
La entrada había sido necesariamente construida por humanos, pues era una abertura angosta que se encontró bajo unos 3 metros de escombros y restos de barriles de vino, al lado de un antiguo templo romano que debió ser destruido durante la conversión de la región al cristianismo. Los emocionados arqueólogos comenzaron a caminar por el túnel, pero pronto los gases calientes que parecían emanar del interior les dejaron claro que este no era un lugar seguro y prefirieron volver mientras aún eran capaces.
La entrada al túnel que supuestamente era el hogar de la Sibila y la puerta al Inframundo
Robert Paget y el interior del sistema
En los 1960’s, un aventurero inglés llamado Robert Paget vino a oír del descubrimiento. El hombre, aunque no era un arqueólogo de profesión, había vivido fascinado con las antiguas leyendas griegas y romanas. Era uno de los pocos hombres en el ámbito académico que aún consideraba que este tipo de leyendas podía tener orígenes reales: era apenas lógico que un hallazgo de este calibre comenzara a obsesionarlo.
Poco tiempo después Paget ya había organizado una pequeña expedición al lugar: logró convencer a un compañero llamado Keith Jones y a un grupo de voluntarios a emprender el peligroso viaje. Pese a que desde el principio quedó claro que ingresar no sería nada fácil (pues los gases calientes llegaban hasta la entrada misma del túnel), el equipo decidió comenzar a recorrer la construcción subterránea, que pronto probaría ser mucho más grande de lo esperado.
Sin embargo, el túnel también se iba ensanchando a medida que el equipo avanzaba. Pese a la facilidad de caminar, poco más de 100 metros adelante el equipo se encontró con un obstáculo insalvable de escombros que parecían haber sido colocados allí a propósito. El equipo se vio entonces forzado a retornar, aunque tenían claro que esta no sería su última visita al lugar.
Para Paget estaba claro que esta era una construcción ritual. El túnel era perfectamente recto y su entrada se alineaba con el sitio de salida del sol, por lo que era posible que se usara en fechas específicas (seguramente uno de los solsticios). Así mismo, había sido cuidadosamente tapiado y cubierto para evitar que colapsara, algo poco común incluso en las construcciones romanas.
Es lamentable que pocos arqueólogos profesionales tomaran en serio el descubrimiento de Paget. Hoy no sabemos exactamente las fechas en que se construyó el lugar, y mucho menos si algún objeto ritual había quedado enterrado allí. Sin embargo, esto no es lo único que sabemos del túnel.
Para Paget algo había quedado claro: no se trataba de una construcción aislada. Parecía que un vasto sistema de túneles interconectados había sido aprovechado por los antiguos griegos y, posteriormente, por los romanos.
Algunos meses más adelante, una nueva expedición organizada por Paget derribaría el muro de escombros para mostrar la complejidad de los túneles. Sobre esto hablaremos en el siguiente artículo.
Parte 2
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