Lucifer en nuestros días se ha convertido en sinónimo de maldad e, inclusive, se le asocia con el mismo diablo, o satanás. Sin embargo, como veremos, tal acepción está lejos de la realidad, y llegar al mismo origen de la leyenda, seguro que nos planteará algo diametralmente opuesto a lo que siempre hemos creído.
En la Biblia, la primera vez que se menciona es en el capítulo 14 del libro de Isaías, más específicamente en el versículo 12 en donde se lee: ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!
Dicha exhortación es dada al profeta Isaías para que se la diga al rey de Babilonia, posiblemente Nabucodonosor II, y en la cual se compara la caída del rey babilonio a la de Helel Ben Sahar, que significa “Resplandeciente, hijo de la aurora”, nombre que halla su paralelo con un mito babilónico en el que Helel, un dios menor trabajaba por elevarse a la categoría de sol, pero que termina cayendo a tierra fulminado y que se ha asociado originalmente con el planeta Venus.
Cuando San Jerónimo hace la traducción de la versión hebrea de la Biblia al latín (en lo que se conoce como la Vulgata) y se encuentra ante la expresión “Helel”, que significa “resplandeciente”, la traduce como Lucifer y, aunque en las nuevas versiones de la Biblia se omite dicha palabra, cambiándola por lucero o estrella, todavía es posible hallarla en versiones como la King James, o Biblia del rey Jacobo.
Pero la razón para que San Jerónimo tradujera el término hebreo Helel como Lucifer es una decisión correcta dado que la palabra latina lucifer se compone de los también términos latinos “lux”, que significa “luz” y «ferre», que significa «portar», «transportar», «llevar». Dicho de otro modo, lucifer no significa otra cosa que portador de la luz, el que trae la luz y es asociado a Heósforo, Hespero y Venus, la estrella resplandeciente de la mañana. El término la tín “Luciferus”, y el españolizado “Lucero” son exactamente lo mismo, con idéntico significado y, por supuesto, también aluden al término Helel del mito babilonio (que tiene su respectiva adaptación semita), que significa “resplandeciente”.
Y de hecho, el término Lucifer no revestía ningún carácter maléfico entre las primeras comunidades religiosas. Tanto así que varios himnos de los primeros cristianos le conceden a Jesús el título de Lucifer, como el caso del poeta cristiano Prudencio en la Psycomachia o el Lucis largitor splendide que contiene la expresión “tú eres el verdadero portador de la luz del mundo”, que es literalmente es “tú eres el verdadero Lucifer del mundo”, expresión dedicada a Jesús.
Del mismo modo, en el himno medieval Christe qui lux es et diez, que significa ustedes son la luz de Cristo que muere, algunos manuscritos tienen la línea «proferens Lucem Lucifer», que significa trayendo la luz de Lucifer. También en la oración realizada en la proclamación de la Pascua en relación con el cirio pascual se puede ver la expresión latina Flammas eius lucifer matutinus inveniat. En español dicha oración reza: Esta llama se encontró todavía ardiendo gracias a Lucifer, la Estrella de la Mañana que nunca se pone, Cristo tu Hijo, que, viniendo desde el dominio de la muerte, se ha despojado de su luz tranquila, en la humanidad, y vive y reina por los siglos de los siglos.
Como norma general la palabra latina Lucifer se vertido al español como estrella de la mañana. Pero la cuestión podría ir más allá y, tal como sostiene J. Lallemant, autor del libro Las verdades ocultas de la Biblia, una referencia más explícita con respecto a Jesús es posible hallarla en la misma Biblia, más específicamente en Apocalipsis 22, 16 donde el mismo Jesús dice: Yo soy la estrella resplandeciente de la mañana, lo cual concuerda con lo que hemos venido viendo. Dicho de otro modo, Jesús mismo expresa que él es Lucifer, el astro resplandeciente del alba.
Pero la razón por la cual los primeros cristianos habrían concedido el título de Lucifer a Jesús es porque ven en él no sólo la caída, sino su secuencia, su levantada al punto de lograr convertirse en una deidad solar, en el nuevo iluminador del mundo. Sin embargo, en tiempo posterior, los escritores cristianos comenzaron a darle otra interpretación, basándose en buena parte en una interpretación de un fragmento del capítulo 12 libro del Apocalipsis en el que el dragón, que se llama diablo y satanás, es arrojado a la tierra. Dichas interpretaciones se fueron masificando y, llegando a las masas, vino a configurar la leyenda de un Lucifer maligno y diabólico al que es preciso combatir.
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