Un pueblo cazador
En medio de la selva africana, vive una etnia que logró protegerse de los embates de los siglos Los Hadza, una comunidad que está desde hace 40.000 años en Tanzania, esconden secretos inesperados sobre el surgimiento de la humanidad.
A unos cuantos kilómetros de sus viviendas está el recinto donde fue hallada Lucy, la homínida más antigua conocida. Los antropólogos deducen que los Hadza comparten un pasado primigenio, lleno de misterios y curiosidades que nos puede hacer replantear muchas verdades sobre lo que conocemos de nosotros.
El tener una existencia alejada de los otros grupos humanos les trajo grandes ventajas. No compartir ninguna religión heredada o incluso contar con imaginarios culturales propios de las civilizaciones contemporáneas, los hizo más fuertes.
Los Hadza revelan con claridad el funcionamiento de una cultura que no tiene agricultura: la libertad de sus integrantes, la imposibilidad de ser esclavizado y el gran porcentaje de tiempo libre son partes de la vida cotidiana de la comunidad.
El grupo actualmente cuenta con mil integrantes, pero 600 de ellos fueron absorbidos por las políticas que buscan integrar a esta comunidad a la vida contemporánea. Aun así mantienen el sentido de la naturaleza en sus vidas.
Una cosmovisión maravillosa
Cada atributo cultural Hadza es sorprendente. Al no contar con ninguna religión, adoran al sol, sin necesidad de ritos religiosos ni tributos sagrados. Ellos consideran que no existe nada aparte de Dios y que no es necesario hacer ofrendas, ni conmemoraciones sacras.
No tienen un calendario y no diferencian años, meses o días. Su tiempo se mueve con gran lentitud. Cada segundo que ellos viven buscan disfrutarlo y ocuparse de otras cosas personales.
Al día sólo dedican 4 horas a conseguir comida, el resto del tiempo lo tienen libre para hacer lo que necesiten o lo que quieran. Tampoco tienen bienes materiales aparte de una cacerola o un arco. Eso les facilita desplazarse y dejar de preocuparse por cosas terrenas.
Tampoco hay un sentido exacto del más allá. Consideran de poca importancia el más allá, pues no tienen idea de lo que hay, no hacen conjeturas y no temen por lo que pueda pasar en un mañana.
Sus tribus no tienen nombres, o por lo menos, nombres ancestrales. La tribu se conoce por el nombre del mayor de la tribu, el más anciano. Las bandas que se crean tienen de 20 a 30 integrantes, luego los que se alejan fundan sus propias tribus.
Su lenguaje utiliza chasquidos, sonidos guturales y palabras entremezcladas. Al que haya visto la película, “Los dioses deben de estar locos”, entenderá un poco este curioso lenguaje que llama la atención a los etnolingüistas de todo el mundo.
Su vocabulario tampoco es muy amplio. Se habla lo esencial y cuentan historias de cacería. El mayor entretenimiento de los hombres es ese. En cambio las mujeres cantan mientras descansan, pues cuando no hay nada que hacer, sólo queda disfrutar.
Una cacería comprometida
El sentido de responsabilidad a la hora de cazar es muy importante. Los hombres de la tribu son valorados por eso. Si ellos eligen una esposa, pueden convivir con ella por el tiempo que deseen, pero si la mujer se da cuenta que su esposo es un mal cazador, lo dejan.
La monogamia para ellos es sólo estacional. Están un tiempo con una pareja y luego, si ya no les satisface, la dejan por otra. Las mujeres son las que más terminan compromisos con sus maridos. El otro motivo de divorcio es porque sienten que la pareja las trata mal.
Cuando salen a cazar, preparan muy bien sus flechas envenenadas y sus largos cuchillos. Pueden cazar más de 30 tipos de animales en toda la estepa habitada. Cazan cebras, babuinos, jirafas y otros animales de gran tamaño. También tienen que enfrentarse con los felinos salvajes.
A la hora de cazar, rodean a sus presas y esperan que ellas se den cuenta de que van a ser cazadas. Así todas huyen desbandadas. Los Hadza aprovechan y tiran flechas a matar. Si una flecha le cae al animal, lo mata en pocos minutos, pues el veneno es mortífero.
Las tierras en las que habitan tiene baja precipitación y nunca fue codiciada por nadie. Los Hadza lograron sobrevivir siendo pacíficos, pero en caso de guerra utilizan la gran puntería que tienen con el arco y la flecha.
Mientras los hombres cazan una presa, las mujeres recogen frutas, semillas y hongos. Al anciano de la tribu le dan la cabeza del animal (lo más codiciado), mientras que los demás comen aparte, con las manos y con la boca, propiciando un espectáculo de empujones y mordiscos.
La mayoría del tiempo están descansando y luego de comer, fuman yerbas de los dioses y hablan por varias horas. En las noches sin luna, prenden fogatas y hacen un baile los hombres y las mujeres, bailes que terminan con nuevos cortejos.
Los peligros de la modernización
Debido al giro hacia el capitalismo por parte de la nación tanzaní estos grupos primigenios buscan ser exterminados por los agricultores, políticos y ganaderos que comparten un espacio muy cercano a ellos.
Los Hadza se niegan a abandonar su cultura, pero el gobierno cada vez impone más desafíos hostiles al pueblo africano. La reserva en la que viven tiene poco espacio y a menos de cuatro días de camino, ya hay una carretera.
El grupo se muestra dispuesto a luchar por sus derechos, pero la nula educación occidental afecta los deberes que tienen como grupos autóctonos. Por estos motivos, los Hadza están extinguiéndose.
Fuentes:
- .https://es.wikipedia.org/wiki/Pueblo_hadza
- Finkel Michael. Los hadza. EN: National Geographic en Español. Diciembre de 2009.
- https://www.bbc.com/mundo/noticias-40741805
Imágenes: 1: survival.es, 2: actualidad.rt.com, 3: atlasnewburgh.com