La libertad de prensa
En la mayor parte de Occidente la Libertad de Prensa es un derecho casi fundamental, uno de los pilares en los que se basa el sistema político. Sin embargo, muchos – con razón – son críticos de la mentada libertad de prensa, no tanto por sus características intrínsecas como por el hecho de que en el mundo real suelen llevar a un práctico monopolio de la información por parte de un grupo muy pequeño de “cabezas visibles”.
Esto significa que aunque en teoría todo pueda ser publicado, el monopolio de los medios se convierte en una herramienta verdaderamente efectiva para controlar lo que piensa un porcentaje considerable de la población. En la actualidad lo vemos en medios que, aunque integrados por miles de profesionales, están en la dirección efectiva de un grupo muy pequeño de personas que son capaces de definir, en últimas, qué llega a mucha gente… y qué no.
En la actualidad, Internet (pese a todos sus defectos) es un nuevo jugador que ha cambiado completamente las reglas y que se ha convertido en una manera efectiva para miles de millones de personas de obtener información sobre cuanto tema deseen. Sin embargo, ya en tiempos pasados una pequeña imprenta, un dispositivo de radio o la creación de un canal “alternativo” podían llegar a bastantes curiosos.
El asunto Kennedy
Por esta razón, y sabedores del potencial de estos medios (para bien y para mal), los miembros de la Inteligencia Estadounidense comenzaron a raíz del asesinato de John F. Kennedy una serie de procesos orientados, en los medios convencionales y las esferas gubernamentales, a desacreditar a quienes no consideraban que el asesinato de Kennedy hubiese sido obra de un hombre actuando solo y creyeran que en realidad se trataba de algo más complejo.
Como vimos en este artículo, en aquella ocasión se organizó una Comisión (la Comisión Warren) encargada de buscar pruebas sobre la muerte del presidente y determinar si había razones para suponer la intervención en este proceso de alguien más que el famoso “tirador solitario”. Al final, para decepción de miles de estadounidenses, se concluyó que no.
El sistema generado
Para acallar las numerosas críticas a la Comisión Warren, la CIA comenzó a realizar una serie de respuestas “de libreto” con el objetivo de ridiculizar cualquier posición que se alejara de lo que afirmaban los medios oficiales. Dichas respuestas eran:
- No hay evidencia alguna que no haya sido considerada.
- Quienes cuestionan la veracidad de las conclusiones de la Comisión se concentran en detalles nimios obviando el panorama general.
- Es imposible que exista una conspiración de ese calibre en los Estados Unidos.
- Una vez un crítico adopta una teoría no la deja de lado aunque se pruebe mil veces que es errónea.
- Cualquier hecho sospechoso durante la investigación puede explicarse de manera racional.
Como vemos, se trata de puntos que están más o menos integrados en los tradicionales ataques modernos a las teorías de la conspiración y, en general, a cualquier tipo de pensamiento que vaya en contra de lo establecido. Esto, vale la pena aclararlo, no implica necesariamente que dichos argumentos sean falsos, únicamente que se utilizan como método sistemático, quitándoles credibilidad. Algo que, por cierto, se hace en prácticamente todos los regímenes del mundo (sean pro o anti occidentales).
Es interesante que algo así se haya institucionalizado (o casi) en algún momento. Entre líneas, podremos ver que estos son los argumentos que suelen contradecir prácticamente cualquier afirmación que vaya en contra de la información oficial. Pero por esto mismo hay que tener cuidado: el uso de estos argumentos no necesariamente prueba que la contraparte es falsa. Sólo que va en contra de la información oficial.
Y hay que admitir que de vez en cuando (y más a menudo de lo que creemos) la información oficial está más cerca de la verdad que los clamores de cualquier persona. Por esto, bienvenido sea el escepticismo para cualquier fuente, venga del gobierno o de un supuesto informante.
Fuente de imágenes: 1: sunray22b.net, 2: ecestaticos.com