En el año 1973, Belfast Sunday, un prestigioso periódico, publicó una noticia no tan común en los medios masivos de información: afirmaba que en las islas Copeland, una secta satánica habría realizado rituales oscuros para invocar al demonio y como una prueba de ello, se hallaron cuatro cabras asesinadas en aquel sitio, ubicado al nor-oriente de la capital de Irlanda del Norte.
Sacrificios al diablo
Y es que por esa época, dicha región era azolada por diversas calamidades y problemas difíciles. Muchos relacionaron la crisis que se vivía, con los innumerables casos de sacrificios satánicos que los diarios irlandeses registraban. De hecho, se creó toda una alerta en la población, por el peligro de que supuestamente, aquellos amantes de las tinieblas gustaban de secuestrar niñas rubias con ojos azules, perros y niños pequeños para luego, ofrecerlos en sacrificio a Satanás.
Al mismo tiempo que la brujería y las artes negras pululaban por doquier en Irlanda en esos años 70, también se expandía la violencia costándole la vida a cientos y miles de víctimas inocentes y militares de todos los bandos. En los colegios, los adolescentes se habían interesado bastante por la tabla Ouija y la invocación de entidades. La brujería se hacía cada vez más común por esas tierras.
Con gran preocupación, los padres de familia les prohibían rotundamente a sus hijos, salir a las calles en la noche. El miedo crecía y la vida nocturna desaparecía por completo en todas esas ciudades que constituyen la parte norte de Irlanda.
Estrategias del ejército británico
Pero un dato curioso comenzó a salir a la vista de todos: los principales reportes de rituales satánicos provenían del ejército de Inglaterra. Existe un libro intitulado «Magia negra y espantajos: miedo, rumor y creencias populares en Irlanda del Norte 1972-1974”, escrito por Richard Jenkins, quien aseveró que aquellas noticias de sacrificios de magia negra eran un invento proveniente de la misma autoridad militar y policial, pues los fines de estos militares y quienes los comandan era crear una especie de “guerra psicológica”.
El mismísimo capitán Collin Wallace, ex mercenario del ejército británico, reveló que los uniformados falseaban altares a Satán en cementerios abandonados y casas estratégicas, donde untaban todo con sangre de gallinas y luego, engañaban a los periodistas cuando les hacían llegar la información de la existencia de aquellos lugares y al verificarlos, efectivamente se encontraban con el escenario montado, pero todo al parecer era sólo una farsa con objetivos militares.
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