Orígenes de la pantomima
Se le llama pantomima a las representaciones teatrales donde una persona imita con destreza las cualidades de algunas personas, generalmente para satirizar o para enardecer alguna característica humana. El mimo nace en Grecia y Roma como parte de las artes que buscaban endulzar la vida de los ciudadanos: creada en su calidad de distraer a la población junto con las demás artes, la pantomima buscó desde un inicio hacer extrínseco un lenguaje corporal donde no había ninguna necesidad de hablar, muy parecido al fundamento de la música.
Sifrón de Siracusa vio el mimo como un género literario de sátira del cual se desprendió el arte teatral, ya que la palabra encerraba el vocablo de “imitación”, razón por la que se le ha considerado al padre de este arte teatral, aunque los perfeccionamientos se dieron con el tiempo.
Pasados los siglos, la pantomima fue representada con máscaras, donde se hacía representaciones sobre el comportamiento humano, especialmente intentando mostrar las emociones básicas de las personas ante situaciones grotescas, por lo que fue una de las formas como el bufón del rey divertía a la nobleza. En Japón se dio con fuerza un teatro semejante llamado “drama No”, pero no fue hasta llegar a la época contemporánea que se este se popularizó y las personas se comenzaron a especializar en el arte del mimo.
Desde el reconocido Pierrot el loco y Etienne Decroux, la pantomima da un giro drástico porque ahora no solo se intenta representar emociones cotidianas sino se busca que el mimo represente desde su cuerpo, el drama de la vida, la sorpresa, los pensamientos, las dudas y las emociones profundas que son invisibles. Fueron por primera vez representadas estas cualidades por medio de actores que buscaban sensibilizar al público con los diversos movimientos naturales de nuestra especie, con el fin de lograr hacer sentir lo que “sentía” el mimo.
Marceau y la espeluznante realidad
Ya en el siglo XX cuando las artes y las ciencias entraban a una etapa de profundización, cuando las personas creían que las guerras habían sido del pasado y ya no había necesidad de derramar más sangre, los países europeos entran a una atroz guerra mecanizada donde las personas son eliminadas por miles e incluso millones. Los bailes, la música y el teatro habían sido perfeccionados con fuerza desde el siglo anterior, el género literario se veía más diversificado que nunca y las personas encontraron la necesidad humana del arte para poder vivir en una sociedad que vivía en disputa consigo misma.
Pero con los largos trenes cargados de judíos listos para ser masacrados en cámaras de gas en Auschwitz, parecía que todo había sido un sueño que tenía su fin ya próximo. Vagones cargados de literatos, músicos, bailarines, payasos y un gran etcétera, eran conducidos a la muerte más mecanizada de la historia; en otros territorios no cambiaba la situación: los soldados morían por millones en los frentes y las personas habían olvidado el mismo fin de la vida.
Marceau en la Segunda Guerra Mundial
Marcel Marceau, un joven artista francés, heredero de las grandes ideas de la pantomima no podía creer que su mundo se opacase por una lucha entre personajes que no entendían la verdadera esencia humana, por lo que participó en su calidad de judío en la guerra de manera muy particular.
Tenía, como es lógico, una obligación al menos moral de combatir o por lo menos de ser partícipe en la guerra, lo que hizo de manera honorable al salvar muchos niños de las manos de la Gestapo falsificando sistemáticamente documentos (su mismo padre fue víctima del exterminio nazi). La otra forma de colaborar era animando las tropas por medio de actuaciones donde satirizaba a los alemanes, algo aprendido de Charles Chaplin y que le valió muchas medallas de honor por luchar a su manera en esta atroz guerra.
La posguerra y la victoria mímica
Acabada la guerra, en 1947 Marceau crea un personaje que le valdrá muchos reconocimientos para la posterioridad: su nombre es Bip y es poseedor de la fama implícita de la imagen del mimo con la cara pintada de blanco, un sombrero con una pequeña flor, una camisa a rayas y la realidad de un mundo invisible donde él fácilmente podía construir grandes historias que generaban todo tipo de emociones en sus espectadores, y todo, sin necesidad de decir una sola palabra.
Construyó un mundo de mudos donde sólo podía prevalecer la esencia misma de los pensamientos, lo que hace al humano estar presente como un ente capaz de sufrir y amar, entristecerse y disfrutar, la calidad de un ser humano quizá ejemplar, pero más que todo esto, la capacidad misma de representar todo lo que sentimos en una sola obra que nos dice mucho más de nosotros mismos que todos los libros y todas las palabras.
La creación de este personaje nos llevó a un mundo en silencio que critica ese mundo que persiste con nosotros, tan ruidoso y generador de ansiedad y depresión, Bip terminó siendo no solo un animador y bufón de la sociedad actual, terminó reviviendo el arte que eclipsó nuestras guerras.
Fuente de imágenes: 1: abrocomillas.com.ar, 2: specials.historyasia.com, 3: taringa.net