Y más que loco, Mengele fue un sádico, conocido por sus atroces actos de experimentación con judíos y otros miembros de los grupos asesinados por los Nazis, incluso los mismos alemanes. Su objetivo siempre fue encontrar el gen de la raza aria, pero muchos de sus experimentos se distanciaron – macabramente – de dicho objetivo. El extrovertido médico entró al campo de concentración de Auschwitz para asegurar la genética de la famosa raza aria de los alemanes. Suponía el tortuoso investigador la búsqueda del gen ario entre los nazis en gemelos especialmente, pues no tenía una explicación para esta disyuntiva biológica.
Los gemelos, mártires del ario
Investigando las diferencias se percató de ahondar más en los cuerpos de los gemelos. Comenzaba midiéndolos, comparándolos, ponía uno al lado del otro y por horas se detallaba cada parte de ellos. Los niños eran su principal presa, y fueron con el tiempo torturados en cirugías sin anestesia que no tenían mayor propósito que fabricar ojos azules o solamente ver las reacciones de enfermedades atroces en dos cuerpos parecidos.
Al igual que los japoneses, la locura científica no respetó cuerpo alguno que se cruzaba por los instrumentos quirúrgicos. Desde extracción de órganos, búsqueda de imperfecciones y vivisecciones precisas, los elementos investigados eran asesinados directa o indirectamente. La condiciones de vida de ellos era cruel, podían pasar meses enteros sin saber nada de sus vidas, eran unos simples sujetos de experimentación que cuando no morían sobre la camilla, eran ametrallados o inyectados de cloroformo en el corazón, para que así sus cuerpos se mantuvieran intactos para continuar la búsqueda de un gen inexistente.
La prominente creencia de lograr siameses perfectos hizo que el loco uniera dos gemelos por medio de la costura. Pego no solo la piel desde los talones hasta la cabeza, sino que les unificó las venas y creó una masa que se pudría, según datan algunos que rescataron la historia. La gangrena que se apoderó de estos personajes era muy fuerte.
Ahora contra los judíos
Miles de personas tenía a su cargo para castrar, divertirse, diseccionar y alimentar su mala gama de oficial nazi. Le llamaban “el ángel de la muerte” y se hizo conocer por la catástrofe en el campo de concentración más grande de los nazis. Su terror dejó su vida desde inocentes bebecitos hasta abuelos olvidadizos, alcanzó todas las capas de la sociedad judía y derrochó inyecciones y cirugías impúdicas contra todo aquel llevado por el tren proveniente de Polonia y algunos otros de Francia.
Influenciado por Ernest Rudin, Mengele también hizo esterilizaciones a gran parte de la población judía dentro del campo de concentración. Desde que se enroló en el nazismo en 1937, fue apropiándose de claras posiciones que lo beneficiaban en su trabajo, aunque como vimos anteriormente eran los bebés con los que mejor trabajaba en sus maquiavélicas investigaciones.
De los 2.000.000 asesinados en este campo de concentración, miles fueron llevados al experimento, los demás solo fueron ejecutados en cámaras de gas, sin contemplación alguna. Muchas veces producto de intentar eliminar epidemias como lo logró asentando 600 madres judías que tenían la enfermedad en cámaras de gas. La desinfección produjo la ilusión de poder eliminar las grandes enfermedades… aunque el costo fueran vidas humanas.
Mengele y los Enanos
No sabía con certidumbre si estos especímenes provenientes de un circo tenían esta rara malformación por genética racial o si simplemente provenía de su herencia, así que tomó siete enanitos rumanos que iban de pueblo en pueblo cantando música jazz y logró con ellos unas de sus curiosas (aunque crueles) pruebas características. A pesar de todo, estos pequeños siguieron con vida porque entretenían al «Ángel de la Muerte» con canciones. En fin, la prueba madre era sacarle la médula ósea a los enanos por las orejas. Ellos con el tiempo se fueron a vivir a su tierra natal de Transilvania. Es curioso que hayan sido siete.
La desaparición de Mengele
La historia a veces no termina en una victoria sobre los malos, la verdad casi nunca. Este malévolo doctor escapó antes de llegar el ejército ruso. Fueron hacia él pero les tomó tres días arribar allí; su verdadero paradero nunca se conoció. Es muy probable que haya escapado a la Argentina, incluso a Brasil. La película Los niños del Brasil, nos da una historia cuya veracidad no podemos conocer del todo:
De repente comenzaron aparecer niños morenos en Brasil con ojos azules. No se ha detallado con especificidad si el cruel nazi hizo las paces con otra profesión, pues se advierte la posibilidad de seguir continuando los experimentos con personas luego de su victorioso escape.
Una ardua comparación entre asesinos
Los japoneses tenían la clara idea de la tortura para crear armas químicas que destruyeran toda la posibilidad de vida, pero los alemanes se diferenciaban en este fin. Ellos percibían que los detenidos en los Campos de Concentración debían ser usados como ratas de laboratorio, con fines médicos o para conocer con mayor certidumbre de dónde provenía la supuesta raza aria que le hizo tanto daño al mundo.
En algunas poblaciones luego de la guerra, Gabriel García Marques nos detalla en De viaje por los países socialistas, los saludos hechos por los habitantes de Rumania, Polonia y Rusia hacia los jabones vendidos en los centros comerciales. Pues la piel humana de los asesinados era rescatada para fabricar estos productos de aseo… entre muchas otras cosas.
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