El sultán pensó que se encontraría con un hombre santo y devoto, pero la realidad fue otra pues los vecinos le dijeron que aquel difunto pasaba su tiempo bebiendo y con prostitutas. La gente le detalló que aquel hombre no realizaba la oración debida y que la mayor parte del tiempo se le podía encontrar tirado en la calle borracho o en burdeles.

Sin embargo, el sultán se rehusó a dejar el cuerpo del hombre y, en el crux del momento decide enterrarlo en el jardín de la mezquita. La concubina del sultán que lo acompañaba en ese momento observó entonces cómo una luz se posó sobre el gobernante y sobre el cuerpo del presunto santo, y también vislumbró cómo una pequeña sonrisa se forma en los labios del difunto.

La sultana le dijo entonces al sultán que lo mejor es que investigue más a fondo la verdadera identidad del hombre. Es así como Murad III se disfraza y regresa nuevamente al hogar del hombre, donde es recibido por una humilde anciana quien le relata la verdadera historia del santo.

El Santo

Nalinci, el santo con quien había soñado el Sultán, compraba vino, pero no para beberlo él sino para verterlo en las alcantarillas. Además, él no hacía uso de las prostitutas, sino que las ayudaba para que dejarán atrás esa vida y las protegía de cualquier mal.

También hacía oración diaria en una mezquita, lejos del barrio. Nalinci era consciente de los rumores, de los chismes que había sobre él. Y sabiendo que su fin estaba cerca, él mismo decidió cavar una tumba en su jardín para no molestar a nadie.

Conmovido por todo lo que había oído, el sultán Murad decide trasladar los restos del hombre a su hogar y santificar el lugar como un sitio de veneración, una costumbre que se sigue manteniendo.

Bibliografía:

1. https://planetaestambul.wordpress.com/2015/12/10/nalinci-baba/ 

Imagen: planetaestambul.com