Guerra Química
Uno de los horrores de la Primera Guerra Mundial fue que por primera vez en la Historia comenzaron a usarse armas químicas en la Guerra. Eran tiempos en los que la tecnología se estaba desarrollando a ritmos nunca vistos anteriormente y se pensaba que en nuevas tecnologías estaba el secreto del dominio de los años por venir. Las armas químicas, que se esperaba dieran rápidas ventajas a los ejércitos de ambos bandos, se convirtieron en realidad en armas de una crueldad inimaginable, que causaban dolor y sufrimiento, afectaban a combatientes y civiles por igual, y fallaban en la tarea crucial de matar a los enemigos y despejar las trincheras.
Por esta razón, la Convención de Ginebra de 1925 estableció como leyes de la guerra a partir de este periodo la prohibición del uso de gases “asfixiantes y venenosos”, así como de armas bacteriológicas. Esto se debe a que al contrario que las armas “tradicionales”, las armas químicas o biológicas no discriminan víctimas y no generan una muerte rápida, sino un sufrimiento largo e innecesario a poblaciones que no hacen parte del conflicto.
Por supuesto, esto no significó que como medidas “preventivas” no se siguiera investigando el tema de las armas químicas y biológicas. Alemania, en particular, desarrolló variedades extremadamente potentes de gas nervioso, aunque nunca las usó en combate.
Sin embargo, no fueron los nazis los únicos interesados en estas nuevas tecnologías. Inglaterra tuvo sus propias investigaciones, interesándose ante todo no en las armas químicas (en las que Alemania llevaba la delantera), sino en armas biológicas.
Anthrax
El Carbunco, mejor conocido por su nombre en inglés: Anthrax, es una temible bacteria caracterizada por su alta virulencia y por el peligro que representa para sociedades que habitan en circunstancias densas. Desde principios del siglo XX se había aislado el bacilo que la causa: Bacillus anthracis, y se sabía que podía usarse para contaminar alimentos.
El plan de los británicos era sencillo: se contaminarían con anthrax unos pasteles de linaza, que luego se lanzarían en los campos de reses alemanas. El objetivo no era únicamente contaminar la carne, sino causar una epidemia que acabara con las reses y privara a los alemanes de esta valiosa fuente de alimentos.
Sin embargo, para cuando los preparativos estuvieron listos (1944) la victoria aliada ya era clara y usar esta arma no hubiera tenido justificación. Por esta razón los “pasteles” se almacenaron y en 1945, poco después de la guerra, fueron incinerados.
La isla de Gruinard
Por supuesto, realizar la Operación Vegetariano (un nombre muy preciso, pues su objetivo era precisamente dejar a los alemanes sin carne) involucró cuidadosa investigación en suelos británicos. Y aquí es donde entra la isla de Gruinard.
Ubicada en las costas de Escocia, la isla de Gruinard es un pequeño trozo de tierra de apenas dos kilómetros cuadrados en el que había unas pocas reses. Por su ubicación, lejos de los centros poblados, y por el permanecer permanentemente deshabitada, era el lugar perfecto para probar los pasteles y otras formas de esparcir el anthrax. En poco tiempo la totalidad del ganado allí presente murió, y quedó claro que esta estrategia de guerra dejaría inhabitables las ciudades alemanas al menos por una generación.
No sería hasta 1980 que comenzarían los esfuerzos de descontaminación, los cuales tardarían más de 20 años e involucrarían rociar la isla completa con formaldehido. Finalmente, en 2007 se declararía el área libre de anthrax, pero la ocupación humana está prohibida. Únicamente se permite que allí habiten ovejas.
Bibliografía: - https://historiasdelahistoria.com/2017/11/08/cuando-churchill-planeo-la-guerra-biologica-dejo-una-isla-escosa-inhabitable
- https://en.wikipedia.org/wiki/Operation_Vegetarian
- https://en.wikipedia.org/wiki/Gruinard_Island
Imágenes: 1: weirdisland.co.uk, 2: toptenz.net
