Leyendas del norte
Suelen subvalorarse mucho en los cuentos tradicionales las leyendas eslavas, que acompañaron a los pueblos del oriente europeo por siglos, milenios quizá, antes de la llegada del cristianismo. Estas leyendas, ambientadas en heladas sabanas, en fríos riachuelos y en oscuros bosques templados, suelen mostrar criaturas únicas y muy interesantes que aún asustan algunas regiones rurales del mundo eslavo.
Hoy hablaremos de un ser semejante a las sirenas occidentales, pero con orígenes y un propósito algo diferentes: de las rusalka rusas.
Rusalka
Las sirenas occidentales tradicionales se caracterizan por vivir en el océano. Las Rusalka, en cambio, prefieren el ambiente de agua dulce y habitan en lo profundo de los ríos que abundan en esta región del mundo.
Abundantes ante todo en territorio ruso, las rusalka no serían capaces de salir completamente del agua, una habilidad que apenas vendrían a adquirir en relatos fantásticos del siglo XIX. Hasta entonces, se veían obligadas a permanecer, al menos, con los pies dentro del río que llaman hogar.
Semejantes a las ninfas, las rusalka eran espíritus de la fertilidad, encargadas de transferir el agua de las fuentes a la tierra en primavera y así garantizar el éxito de las cosechas y la prosperidad de los pobladores.
Por su misma naturaleza, estos espíritus tomaban la forma de una mujer y gustaban de seducir a los hombres que pasaban por los lugares en los que habitaban. De acuerdo con la leyenda las rusalka podrían cambiar de forma para seducir al hombre (aunque normalmente se les asocia con lo que podríamos llamar la “belleza universal”) y usar su voz o su figura para atraerlo al río y poder así tenerlo solamente para ella. En algunos relatos, el hombre vuelve a su hogar, pero en la mayoría se queda para siempre a vivir en el río.
La maldad de la sirena
Este relato, un tanto idílico, parece haber comenzado a modificarse algunos siglos atrás. Las razones precisas no se conocen, pero en cualquier caso Rusalka pasó de ser una ninfa bondadosa (a lo sumo curiosa y traviesa) a un espíritu malvado.
En el siglo XIX es esta figura de la rusalka la que se populariza en las regiones rurales, sustituyendo a la anterior ninfa pacífica, y suele vincularse a mujeres que murieron de manera violenta y en particular a aquellas que se suicidaron por el rechazo o la muerte de sus amantes. Sus espíritus, incapaces de abandonar la tierra, vagan por los ríos buscando jóvenes… para ahogarlos en las aguas.
En estos nuevos relatos, las rusalka son capaces de abandonar el agua y de pasar sus días en las ramas de los árboles junto al río cantando canciones para seducir a los hombres con su melodiosa voz. También acostumbran a caminar por las cercanías, a peinar su cabello (verde o rojo según la región) en las rocas y a visitar los muelles en busca de posibles víctimas. Sin embargo, incluso estas rusalka pueden tener lugar para la bondad y el perdón y se dice que dejarán en paz a quien se comprometa a vengar su muerte, única manera que tienen para, por fin, descansar en paz.
La semana de la Rusalka
La primera semana de junio, según las tradiciones rusas y ucranianas, estas criaturas se volvían particularmente más activas, por lo que los hombres preferían mantenerse alejados de las riveras y los riachuelos. Por esta razón, pese al calor del verano, en muchos lugares todavía se sostiene la prohibición y los hombres se mantienen alejados de la costa los primeros días de junio en el periodo conocido como “La Semana de la Rusalka”.
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