Con el nombre de El palacio imaginado, este cuento forma parte de uno de los veintitrés relatos que conforman el libro Cuentos de Eva Luna, surgidos del verbo de la célebre escritora chilena Isabel Allende, el cual fue publicado finalmente en 1989, gracias al trabajo de la casa editorial con sede en Barcelona, España, Plaza & Janés.
Sinopsis del Palacio Imaginado
De acuerdo a la crítica literaria, este cuento de Allende es una historia que abarca los temas del amor, la soledad y la libertad. No obstante, estos temas universales son tratados de forma paradójica en la historia de Allende, puesto que la autora logra exponer una relación romántica a destiempo, la cual nunca se llega a saber si realmente es amor. Así mismo, la soledad –tan temida por el común denominador- en las líneas de El palacio imaginado no parece ser un castigo, sino por el contrario un premio esperado, aun cuando por demás se trata de una soledad acompañada por presencias del pasado. Finalmente, la Libertad también es un hecho a ser analizado dentro de esta historia, cuando precisamente se repara en que su protagonista logró la libertad, a través de su secuestro y cautiverio.
A nivel histórico, el público de Allende se complace en poder ubicar geográfica e históricamente a algunos de los personajes reales que inspiraron la historia, pues para la mayoría resulta un hecho innegable que la escritora chilena se basó en la imagen del dictador Juan Vicente Gómez, quien mandara en Venezuela durante más de 17 años a principios de siglo XX, muriendo finalmente el 17 de diciembre de 1935, no sin antes haberle robado la presidencia a su compadre Cipriano Castro, al descubrir que el petróleo era tan rentable y con tantos amigos.
Al parecer, Allende tomó la figura de este mandatario, reconocido históricamente como El Benemérito, así como la afición de éste por refugiarse en su casa de campo en un poblado ubicado a cierta distancia de la capital, y que en antaño había sido explorado y descrito por Henri Pettier, afamado naturalista de origen suizo que se maravilló por esta zona.
Resumen de El palacio imaginado
Pero dejando atrás la historia venezolana, y regresando sobre los pasos del cuento de Isabel Allende, basta con indicar que éste se inicia con la historia de los primeros habitantes de lo que en la actualidad la gente conoce con el nombre de San Jerónimo. De esta forma, la escritora describe a estos como indios mansos y pacíficos, quienes observaron con calma cómo habían llegado los españoles, con sus costumbres y armas a inaugurar un poblado, cuyo nombre incluso resultaba impronunciable en la Lengua de este pueblo.
Aun cuando quisieron ignorarlos en un principio, el fluir de los acontecimientos, la barbarie, la opresión y la muerte, los convencieron de que era hora de escapar, por lo que se internaron en la selva, sin volver a ser vistos. Según cuenta el narrador aprendieron a moverse en la noche y sin ruido, hasta convertirse en seres invisibles, que sólo podían ser percibidos, pero no vistos. Cinco siglos después, alguien en el mismo país de este pueblo indígena llamado Quinaroa, de quien ya nadie recordaba el nombre, clavó una lanza en el suelo y descubrió el petróleo. De esta forma, los empresarios y gobernantes se volvieron ricos, por lo que el país ganó fama de rico, aun cuando sus pobladores todavía caminaban descalzos por el suelo.
Así mismo, esta historia habla de que en esa época, en la que ese aceite que manaba de la tierra comenzó a ser considerado oro negro, este país sufría los embates de tener como presidente a un dictador, conocido como El Benefactor, y que había impuesto su mandato con fuerza. En la capital de este naciente país petrolero se sentían vientos de progreso, aun cuando la provincia se encontraba pobre, incluyendo San Jerónimo, donde sus pobladores, descendientes de sus primeros pobladores vivían todavía en el siglo pasado cuando los sorprendió un huracán industrial. Se trataba del tren y sus constructores, quienes habían decidido construir sus rieles hasta ese paraje para poder llevar los materiales con los que construirían un inmenso palacio de verano, para el dictador.
Una vez construido, el Benefactor dio una gran fiesta a donde asistió la flor y nata de la capital. Luego de un rato regresó a su puesto, ya que no era dado a las fiestas. Sus invitados en cambio se quedaron por tres días de excesos, marchando finalmente y dejando en un total desastre las instalaciones. Desde entonces, el palacio permaneció vacío, con las escasas visitas de su dueño. Sus cuidadores permanecieron en él, sin embargo cada vez se aislaron más en un lado del palacio, puesto que al parecer los indios volvieron, y aun cuando invisibles se podían escuchar por los rincones de aquella construcción en medio de la selva.
Un día, el gobierno de una potencia extranjera envío a un funcionario de apellido Lieberman y su esposa Marcia fueron enviados a este país petrolero para cumplir funciones diplomáticas. Como era de esperarse, el nuevo embajador debía conocer al presidente, por lo que se acordó una cena. Cuando el dictador vio a la mujer del diplomático se estremeció, pues según él mismo nunca había visto una mujer con tanta gracia. Y aun cuando creía que el amor era una debilidad, sintió deseos irresistibles de acercársele, a pesar de no tener el mismo ímpetu que en el pasado, cosa que lamentó profundamente.
Ella pudo darse cuenta perfectamente de las intenciones de ese anciano, que sin embargo parecía dominarla con el fuego que conservara en sus ojos. Tal vez por eso no le pareció extraño que uno tiempo después el hombre apareciera en su puerta, para decirle que viniera con él. Lo más sorprendente es que ella aceptó, entregándose a una extraña aventura, guiada quizás por la lástima que ese decrépito hombre le provocaba. Su marido sin embargo sabía quién era el responsable de la desaparición de su esposa, y aun cuando quiso protestar supo que no le quedaba otra opción que irse de vuelta a su país, sin su mujer, a la que no volvería a ver más nunca.
Así, sin marido de por medio, el Dictador y Marcia comenzaron a acompañarse en los momentos en el que El Benefactor iba a visitarla en una de sus propiedades donde la mantenía oculta. Un día decidió llevarla entonces a su palacio de verano, ubicado en el mismo sitio que indicaban los libros de cierto naturalista belga que ella había leído en su remoto país antes de venir a ese rincón del mundo. Después de un viaje largo, llegaron al castillo. Marcia sentía que había llegado a su destino, era ahí en donde pertenecía.
Los amantes pasaron dos semanas juntos, hasta una noche en que casi amanecen juntos. Asustado por semejante debilidad, el Dictador se levantó y preparó viaje. No le extrañó que ella quisiera quedarse. Se comprometió con su manutención, se despidieron para verse pronto, pero los dos sabían que no volverían a encontrarse.
El Dictador regresó a su puesto de mando, y Marcia empezó a hacer su vida de la forma en la que nunca había podido: en Libertad. Con los años, cuando ya vivía plena en medio de los indios invisibles que dejaban rastros por toda la casa, se enteró de la muerte del Dictador. Pensó en volver al mundo, pero ya no quería. Decidió quedarse. Unos años después, cuando la Democracia ya gozaba de buena salud, alguien propuso la idea de volver en búsqueda del palacio de verano del dictador, para convertirlo en una universidad de artes. Por mucho que buscaron el palacio no lo encontraron. El cuento concluye refiriendo la leyenda de los habitantes y visitantes de San Jerónimo, quienes afirman que después de una gran tormenta, se puede ver por instante un palacio blanco que parece flotar en el aire como si se tratara de un espejismo.
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