Un magnífico caso de arte marginal
Alberto Gutiérrez nació en 1939 en tierras Nicaragüenses. Vivió gran parte de su existencia en la región de El Jalacate, dónde a sus 9 años tuvo un día un sueño que eventualmente dirigiría los destinos del resto de su vida:
“El día en que cumplí 9 años mi padre me puso la mano en la cabeza y me dijo: ya está celebrado tu cumpleaños”. Aquel día el pequeño salió corriendo por las calles de la vereda, visitó los prados y las estribaciones de la montaña. Era un día azul, de esos que solo ven los ojos de un niño, y estaba extático cuando volvió a su hogar a dormir en una caja que su padre había acomodado junto a su cama. Alberto relata que fue esa la noche en que soñó que esculpiría la montaña.
El comienzo de la obra maestra
No sería hasta casi 30 años más tarde cuando el hombre decidiera empezar su titánica tarea. Corría entonces el año de 1977 y las montañas de Nicaragua se encontraban en medio de una confrontación que habría de cambiar la Historia de este país. En pocos meses, las tropas sandinistas comenzarían una ofensiva que – por fin – les permitiría derrotar a su jurado enemigo: ni siquiera estas alejadas montañas se habían librado de la confrontación y habían sido el lugar de marcha de innumerables tropas estatales, sandinistas y de hombres en busca de un destino. Sería Alberto, sin embargo, el único que encontrara allí su lugar de reposo.
Un día olvidado de aquel 1977, por razones que él mismo no comprende, Alberto colocó su cincel sobre la roca y comenzó a tallar. Al principio no sabía bien qué pretendía crear, pero con el tiempo sus figuras fueron tomando forma. Elefantes, tigres, camellos y personajes icónicos se encuentran perennes en la roca gracias a la mano de este hombre que, solo, lleva más de 30 años tallando sus creaciones.
La escultura en la montaña
En la actualidad Alberto sigue trabajando todas las tardes en su magnífica obra que no aspira nunca a terminar. No hay guion ni mensaje oculto, se trata únicamente de lo que, en cada momento, él decide plasmar en la roca. Sus figuras tienen un aire mítico, que empalma perfectamente con los magníficos paisajes de las montañas nicaragüenses y que ha atraído hacia él la atención de miles de nacionales y turistas que cada año pasan por su hogar a saludarlo y ver su impresionante obra.
Pero Alberto no vive de elogios. Pasaron 30 años desde que comenzase a tallar la roca hasta que, en 2007, su nombre se popularizara entre los círculos de viajeros. Podría obtener mucho dinero de su obra, pero prefiere seguir tallando y dedicar su vida a recibir a los visitantes.
Quienes lo conocen lo definen como una persona tímida, ermitaña, que ha pasado décadas encerrado en su propio rincón del mundo, en donde ha construido una especie de edén personal. Su carácter no tiene nada que ver con una obra magnífica que se extiende por centenares de metros de montaña, mostrando bellísimas esculturas. Su obra perdurará en los siglos y los milenios como el esfuerzo de un solo hombre por completar un sueño que soñó el día que cumplió 9 años.
¿Qué otro personaje así conoces?
Fuente de imágenes: 1: cristhianflores87.files.wordpress.com, 2: el19digital.com, 3: domingoeluniversal.mx