Superbacterias
Hemos tratado últimamente con detalle el tema de las súper bacterias y el peligro que representan para nuestra civilización, tan dependiente de la medicina moderna. Estas bacterias han ido adquiriendo la capacidad de resistir a los antibióticos, evolucionando en muchos casos casi tan rápido como puede avanzar el desarrollo de nuevos medicamentos y convirtiéndose en un peligro para nuestro sistema de salud. Aunque afortunadamente dichas bacterias suelen tener procesos de contagio bastante lentos (por heridas abiertas o contacto directo), nunca sabremos cuándo evolucionará una que pueda moverse por el aire, tal y como lo hacen los virus de la gripa.
Uno de los grandes problemas de los antibióticos es que todos funcionan de forma semejante y son prácticamente la única línea de defensa de la que disponemos contra las peores infecciones. Sin embargo, esto paradójicamente ha resultado positivo pues significa que casi todas las bacterias han tomado un camino semejante para volverse inmunes. Y ahora parece que podemos revertir ese camino.
La enzima de Nueva Delhi
Recientemente científicos de la Universidad de Oregon determinaron que la resistencia a los antibióticos se debe principalmente a una única enzima producida por un único gen, llamada New Delhi metallo-becta-lactamasa (NDM-1). Esta enzima es capaz de lidiar con un amplio espectro de antibióticos y es difícil de contrarrestar, pero una vez identificada, lidiar con ella podría convertirse en un mecanismo eficaz para resolver el problema.
Los científicos fueron capaces de desarrollar una molécula que revierte el efecto de la enzima y que al aplicarse junto con los antibióticos anula la resistencia de las bacterias a estos. La molécula se llama PPMO (péptido conjugado phosphorodiamidate morpholino oligómero) y ha demostrado su efectividad tanto en cultivos como en ratones infectados con e.coli.
Por supuesto, eventualmente las bacterias encontrarán una manera de sobrepasar esto, pero el cambiar el enfoque de la lucha podría hacernos ganar bastante tiempo hasta que se encuentren aproximaciones alternativas (como los bacteriófagos). Por ahora, están comenzando los estudios clínicos y si todo sale bien se espera que en unos tres años el tratamiento pueda usarse en seres humanos.