He escrito este cuento mítico inspirado en la inmensidad del Universo y los misterios que esconde. Estoy seguro de que el hombre no nació para ser un esclavo más del sistema consumista, sino para dedicar sus horas al arte, a la música, a la Ciencia, a la Mística. Lo dijo sabiamente Federico Nietzsche abriendo su extraordinaria obra “Así Habló Zaratustra:”
“El hombre sólo ha sido hecho para ser superado, ¿qué habéis hecho tú para superarlo?”
Es obvio que para superar al hombre no es necesario trabajar toda la vida para tener más que otros, o quizá esforzarse por adquirir más títulos académicos. Sino realmente, vencerse a sí mismo. La intención de este poema, aparte de expresar un profundo sentimiento, es sembrar una semilla de reflexión de lo simple, en las almas sedientas que buscan saciarse.
La Concepción
No existía tiempo. No era, precisamente un lugar. Donde lo era todo, y lo era nada. Una energía cálida, infinita, de color violeta, emanaba perfección en todo el universo y deseaba ansiosa, con el amor más intenso y puro, manifestarse.
Para poder cumplir con su objetivo, necesitó moldear su energía y transformarla en algo más tangible. Se dio cuenta de que requería una herramienta muy poderosa para comenzar a dar forma a su presencia. Así que creó el pensamiento.
El pensamiento se reprodujo y nacieron más pensamientos, que dieron origen a otros pensamientos en un ciclo sin fin. Entonces quisieron diferenciarse y nació el tiempo. El tiempo diferenciaba cuán grandes eran los pensamientos y, éstos, con horas, diferenciaban el tiempo. De ese modo, se sabía cuánto duraba un pensamiento.
Si los pensamientos duraban un tiempo, significaba que tenían en fin, una muerte. Fue así, como de la muerte nació la vida; pero el tiempo también quería morir y volver a nacer. Entonces, de sus hijas, las horas, nacieron los minutos, y de ellos, los segundos. Todo este conjunto estructuró el pasado, el presente y el futuro.
Los pensamientos no estaban satisfechos, necesitaban materializarse más, por ende, se originaron las imágenes. Las imágenes permanecían un tiempo en el pensamiento. La fusión del pensamiento con las imágenes produjo los sentimientos.
Los pensamientos querían describir a las imágenes y a los sentimientos, por ello, nacieron las palabras. Las palabras son hijas de los pensamientos y, cuando un pensamiento concebía una palabra, la infinita los violeta brillaba con todo su esplendor y deseaba vivir más; sin embargo, aún no estaba satisfecha y necesito que las palabras fueran pronunciadas, de esa manera, formar conjuros que crearan más vida.
La fusión de la poderosa energía violeta con los pensamientos, con las imágenes que duran un tiempo, con los sentimientos y con las palabras que forman conjuros que crean vida, dio origen al ser.
De tal modo fue como un conjuro creó un ser perfecto, donde habitan energía violeta, en un tiempo y en un espacio, capaz de concebir pensamientos, sentimientos y pronunciar palabras, que forman más conjuros y dan existencia a más seres. Ese ser perfecto habitan el pasado, en el presente y en el futuro. Es la manifestación a imagen y semejanza de la infinita energía violeta creadora: el hombre.
DIEGO FELIPE BAQUERO RODRÍGUEZ.