Sinopsis del cuento De barro estamos hechos
Con el título De barro estamos hechos, este texto constituye uno de los cuentos, nacidos de la pluma de la escritora chilena Isabel Allende, que forman parte de su libro Cuentos de Eva Luna, publicado por primera vez en 1989, gracias al trabajo de la casa editorial Plaza & Janés.
En sus líneas, esta autora latinoamericana plasma la historia de un periodista que debe cubrir la historia de un desastre natural, que arrasó con todo un pueblo. En este trabajo, descubre sin embargo la pequeña figura de una niña atrapada por los escombros, junto a quien permanece hasta el desenlace final.
De acuerdo a los críticos, este cuento de Allende guarda con el desastre natural colombiano, conocido como el Desastre de Armero, ocurrido en 1986, en el cual destacó la figura de Omayra Sánchez, una pequeña muchacha de 13 años quien agonizó durante tres días y dos noches, frente a las cámaras de televisión, sin que alguien pudiese conseguir a tiempo una motobomba, que ayudara a drenar el agua en el que yacía atrapada. Sin embargo, Allende le agrega a esta historia de la vida real, un personaje ficticio: Rolf Carlé, periodista europeo que en la historia de Allende decide permanecer al lado de esta muchacha, encontrándose a sí mismo. A través de esta historia, la autora trata de exponer su posición sobre el distanciamiento que tiene o debe tener el periodista de la noticia.
Así, Isabel Allende parece destinar el espacio ficcional de este cuento para reflexionar sobre el mundo emocional y ético que puede vivir un periodista, al enfrentar una tragedia humana, como la ocurrida en ese evento preciso en Colombia, o los ocurridos en otras partes del mundo. ¿Hasta qué punto debe involucrarse? ¿Hasta cuál debe permanecer distante? ¿Debe cubrir la noticia y pasar la página? ¿Debe quedarse y tratar de ayudar? ¿Cuál es su verdadera función? ¿Qué hace con sus emociones? Estas son algunas de las preguntas que parecen aguardar en cada uno de los sucesos de esta historia de Allende.
Resumen del cuento De barro estamos hechos
Este cuento comienza con un narrador en tercera persona, que se da a la tarea de dibujar la foto de la cabeza de una niña, asomada en el lodazal que la oprime, pidiendo por ayuda. Su nombre: Azucena. Así mismo, las palabras de este narrador comienza a ampliar el panorama, describiendo un “interminable cementerio”, donde el olor a putrefacción y los rastros que dejó detrás de sí la naturaleza en su furia conforman un paisaje dantesco, donde la esperanza parece haber quedado sepultada también tras los escombros.
Sin embargo, el narrador atina a afirmar que esa muchacha enterrada pero con esperanzas y convicción de vivir, se convertiría en la cara de toda esa tragedia, y que en su agonía no estaría sola, sino que contaría con la compañía de Rolf Carlé, un periodista que llegaría a ese sitio para transmitir una noticias, sin sospechar que quien recibiría noticias sería él.
Así también, el narrador guarda unas líneas para comenzar describir los sucesos que ocurrieron antes de que el barro acabara con lo que hasta hace unas horas era un pueblo, con gente, animales, sembradíos, esperanzas y sueños. De esta forma, el narrador atina a contar cómo era una tragedia pronosticada, pues el volcán ya había dado señas de despertar, y los científicos habían advertido que el calor podía derretir las nieves eternas y crear un alud. No obstante, cuando llegó el fin del mundo nadie lo esperaba, y tal vez por eso acabó con todo a su paso, construyendo un interminable desierto de barro.
El evento hizo de Rolf Carlé fuese enviado. Se encontraba en su casa, metido en la cama con su compañera, quien en este momento se descubre también como la narradora del cuento. Rolf recibió la llamada, se vistió y se fue a cubrir la noticia que cambiaría su vida. Ella –su compañera y narradora- se limitó a verlo y a esperar. Sin embargo continúa su narración para contar cómo este periodista fue uno de los primeros en llegar a ese infierno de lodo y muerte, ya que iba en helicóptero. También se detendrá un poco a describir el valor de este reportero de desastres y guerras, que parece no temerle a nada, o al manos transformarse frente a la cámara, tomando la distancia suficiente para transmitir objetivamente los hechos, sin involucrarse.
Igualmente, este narrador contará cómo Rolf Carlé fue conmovido por esa cara que apenas sobresalía del barro, con la firme convicción de continuar con vida. También contará cómo fueron en vano todos los intentos de salvación por parte de los socorristas y de este periodista que intentaron en vano arrancarle al barro esta vida. Así mismo, el narrador de esta historia describirá cómo la niña se veía atrapada por los cadáveres de sus hermanos, que la sostenían, y cómo hubo que colocarle un caucho alrededor de la cintura para que no se ahogara.
En esta narración, también tendrá lugar la lucha de este periodista y su compañera para encontrar una motobomba, que permitiera sacar el agua en donde se hundía para poder retirar los escombros, y cómo no hubo poder humano que lo encontrara antes de su muerte. De igual forma, la narradora comentará cómo en su afán de librarla de los miedos que esta niña pudo estar sintiendo, Rolf Carlé se enfrentó con los suyos propios, destapando un foso de dolor, enterrado por más de treinta años. Cuando Azucena murió y se le permitió hundirse en el fango que nunca la devolvió, Rolf Carlé estaba ya hundido en el suyo.
Regresó –concluye su compañera- y ahí estaba nuevamente en su vida y sus obligaciones, pero totalmente abandonado al dolor, en un viaje interno que había comenzado en la madrugada, en la vigilia con Azucena, pero que no se sabía cuándo terminaría. Mientras tanto a su compañera –y narradora de esta historia- solo le quedaba esperar a que en serio regresara, a que su alma volviera.
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