En este artículo voy a exponer mi percepción personal sobre el diezmo, algo que definitivamente suscita más de una controversia (excepto para aquellos que lo dan voluntariamente, y que creen ganar con ello algún tipo de favor celestial).
¿En qué consiste el diezmo?
Por la constitució misma de su palabra, diezmo hace referencia a la décima parte de algo, por ejemplo de las primicias, de las cosechas, de los animales o, en tiempos modernos, del sueldo, del salario.
¿Para qué sirve el diezmo?
Valga hacer la aclaración de una vez que el que esto escribe (autor del libro Las verdades ocultas de la Biblia) ESTÁ EN TOTAL DESACUERDO CON EL DIEZMO así como con cualquier tipo de esclavitud religiosa, por lo que, en mi opinión, el diezmo sirve sólo para nutrir organizaciones religiosas, interesadas en ensanchar sus bolsillos, y no en la real liberación espiritual de sus feligreses.
A modo de ensayo sobre el diezmo
El diezmo es algo que, de acuerdo a la Biblia, requería el Dios de Israel a su pueblo como una ofrenda o tributo a él (aunque sabemos que no era para él, sino para los sacerdotes del templo que, al igual que en nuestro tiempo, vivían a sus anchas a costa del pueblo).
Pero, ¿cómo sabemos que esto fue lo que realmente ordenó Dios? ¿Acaso Dios necesita dinero en el cielo? Qué Dios más interesado tenemos, y particularmente empeñado en despojar de sus bienes materiales a sus hijos. Jesús dijo: Dad a dios lo que es de dios, y al cesar lo que es del césar. Y sabemos que por cosas como esta Jesús era detestado por los sacerdotes del templo. Pero ¿qué significa esto? Que a Dios debemos dar nuestro ser completo, y que al esquema político nuestro dinero. Pero esto también es sólo una verdad circunstancial, y no creemos que Jesús la avalara, salvo por que el pueblo judío estaba en estado de sitio y no querría armar algún alboroto.
El sistema económico y político todos los días desocupa nuestros bolsillos, y no creemos que fuera algo que Jesús, teniendo opciones de donde escoger, aconsejara. Pero bien, volvamos a la cuestión del diezmo. Con respecto a él, reconocemos una cosa: SE ENCUENTRA ESCRITO EN LA BILBIA. Pero también reconocemos otra cosa: EN LA BIBLIA SE ENCUENTRAN ESCRITAS MUCHAS LEYES ANTICUADAS, como la matanza de animales, de palomas, de corderos; como el apedreamento de una mujer que haya sido violada y que no hubiera dado aviso en el momento. De este mismo modo, el diezmo es anticuado y retardatario (por más ampolla que esto cause a los pastores y líderes religiosos), sea cual sea su nombre o su forma de ser captado.
No creemos que ganemos el favor de Dios con dinero, sino con amor; hacerlo con dinero suena a una especie de soborno, de chantaje, de extorsión para con él. Medítalo por un momento y llegarás a la conclusión que es así. Si eres amoroso, a tu vida llegará el amor, si eres trabajador y honesto, la vida te recompensará.
Lo demás es una especie de lavado de cerebro que se queda para brujos, para el indio amazónico o cosas así. Pero por supuesto, los pastores han sabido calar en la mente de las pesonas con un discurso de prosperidad económica; entonces las masas acuden porque desean ser prosperadas económicamante. Y ahí viene el artilugio: si deseo que Dios me prospere económicamente, yo debo también poner un poquito de dinero. Sin embargo, las cosas en la vida diaria no funcionan así, a Dios no se le compra, no se le chantajea, ni mucho menos él necesita dinero.
El único que necesita dinero es el pastor, el obispo, el ministro, el sacerdote, que vive la gran vida, con carros de lujo; riéndose de aquellos que le diezman o, en el mejor de los casos, creyendo de verdad que se lo merece por llevar la palabra de Dios. Pero desconoce el tal que eso no es sacrificio por la humanidad ni tiene ningún mérito, por cuanto cobra (sí, el diezmo es una forma de cobrar el 10% de los ingresos, lo cual de por sí ya es mucho). Eso no es sacrificarse por la humanidad, sino sacrificar a la humanidad. Si realmente tuviera algún compromiso con la humanidad, haría una labor desinteresada. Entonces veríamos de verdad los que aman verdaderamente a la humanidad y a sus congéneres (lo que se convierte en amor a Dios). Lo demás es mercadería de almas.
Y a la próxima vez que vayas a diezmar, recuerda que eso mejor le vendría en educación para tus hijos, para darle un mercado a una persona que lo necesite, para darte un descanso, etc. Dios no necesita ese dinero. En cambio tú lo puedes convertir en bienestar para ti mismo o para aquellos que te rodean. Eso es lo que Dios querría. ¡Oh humanidad, despertad!