El agua como recurso
Cuando hablamos de “quedarnos sin agua” la mayor parte de las personas se imagina un escenario postapocalíptico en el que la superficie de nuestro planeta está cubierta por desiertos y las pocas fuentes de agua se encuentran bajo tierra, militarizadas.
Pero en verdad lo que ocurre no es una literal desaparición del agua de la superficie, sino una reducción del agua disponible para consumo. ¿De qué nos sirve una laguna cargada con metales pesados? ¿O una bella rivera de aguas saladas? ¿Podemos subsistir si nuestros ríos van cargados de pesticidas?
El problema con el agua no es su ausencia: los océanos son inmensos y si pudiéramos beber de ellos no tendríamos ningún problema por miles de millones de años. Pero no podemos.
El problema con el agua es el acceso a suficiente agua de calidad para consumo o uso industrial. Y fue esta agua, precisamente, la que se terminó en Flint, Estados Unidos.
La crisis de agua de Flint
Todo comenzó en el 2014 cuando las autoridades decidieron cambiar la fuente del acueducto de la ciudad de la ciudad de Detroit al Lago Hurón (uno de los Grandes Lagos en la frontera norte del país). Se suponía que con ello tendrían mayor control de la fuente y podrían abastecer de manera más eficaz a la ciudad. Pero las cosas no salieron tan bien.
Hacia finales de 2014 estalló el primer escándalo. Resulta que la ciudad no utilizó un anticorrosivo en el agua y las tuberías de hierro comenzaron a oxidarse. Esto llevó, entre otras, al cierre de varias líneas de producción de la fábrica de camiones de la ciudad.
Pero lo que estaba por venir era mucho peor:
Plomo
El plomo es un metal pesado increíblemente tóxico y muy peligroso para los seres humanos. Su ingesta constante genera gravísimos problemas de salud asociados a daños en el sistema nervioso. Por esta razón, encontrarlo en el agua destinada al consumo humano es escandaloso.
Y fue eso lo que sucedió en Flint.
Resulta que muchas de las más antiguas tuberías de la ciudad estaban construidas con plomo. Esto no es un problema de por sí, porque el agua adecuadamente tratada no libera el plomo de las tuberías, pero si no está tratada y es ácida sí va a liberarla.
Y resulta que en algún momento de las negociaciones la ciudad de Flint, con el objetivo de ahorrar dinero, optó por ya no comprar el agua del Lago Hurón, sino sacarla directamente del río Flint, el cual era hasta entonces la reserva de emergencia.
Pocos meses después, los ciudadanos comenzaron a denunciar que el agua salía algo turbia y mostraba un olor y sabor extraños. En efecto, varios análisis revelaron la presencia de altos niveles de plomo en el agua. Fue un escándalo tremendo en la ciudad y se reveló que las autoridades no habían aplicado las sustancias necesarias para que el agua no fuera ácida.
Aparentemente, esto se hizo de manera deliberada (para ahorrar dinero) y varias personas terminaron en la cárcel. Y si bien a partir de este momento se volvió a la fuente de Detroit, el daño estaba hecho.
Las tuberías dañadas seguirían liberando plomo y al gobierno le tocó comenzar a subsidiar botellas de agua. Aún en la actualidad el problema sigue vigente y la gente sigue bañándose y consumiendo agua embotellada.
Lecciones de Flint
Flint es un caso especial porque demuestra las horrendas consecuencias no de quedarse sin agua, sino de ver el agua subir de precio y reducir su disponibilidad.
La industria del pueblo tuvo que cerrar. El agua estaba corroyendo los vehículos que se fabricaban.
Los precios de las viviendas se fueron a pique. Nadie quería vivir allí, y como las empresas cerraron la gente se comenzó a ir. Todos querían vender y nadie quería comprar.
Los costos de llevar agua embotellada hicieron que las débiles finanzas de la ciudad sufrieran. Tuvo que pedir varios millones de dólares en préstamos y recibir ayuda del gobierno federal. En la actualidad se están cambiando las tuberías, pero el asunto no se solucionará de manera definitiva hasta el 2022.
Todo por unas tuberías mal manejadas.
La lección es clara. Aún cuando la disponibilidad de agua solo se reduzca de manera temporal, y aún cuando haya soluciones, los impactos sociales de la escasez de agua serán gigantescos.
Somos una sociedad acostumbrada a tener agua a disposición de manera permanente y a precios económicos. Nuestra economía depende de ello, nuestra logística depende de ello y por lo tanto nuestra sociedad depende de ello. Los peligros de la escasez de agua no son que la Tierra se vuelva un desierto, sino que el bien comience a escasear, poco a poco, y sus precios vayan subiendo.
Ese es el ejemplo que nos deja Flint. La ciudad prácticamente está arruinada, y las industrias que la componían difícilmente volverán. Las personas perdieron los ahorros de su vida (pues sus hogares ya no valen casi nada) y se quedaron sin empleo. Y como ahora no pueden vender su casa, no tienen como irse de la ciudad.
Es un caso dramático causado por una sola decisión irresponsable. ¿Qué pasará el día que una región más grande vea contaminados sus afluentes? ¿O que un país se dé cuenta de que las lluvias siguen bajando y la deforestación ha limitado la capacidad del suelo para retener agua? Flint nos da una idea.
Fuentes:
- https://en.wikipedia.org/wiki/Flint_water_crisis#Early_water_contamination
- https://edition.cnn.com/2016/03/04/us/flint-water-crisis-fast-facts/index.html
- https://www.theguardian.com/us-news/2018/apr/25/flint-water-crisis-four-years-later
Imágenes: 1: naturalnews.com, 2: askdrnandi.com, 3: mic.com