Sinopsis de Historia del Guerrero y la Cautiva
En el ámbito literario, se conoce con el nombre de Historia del Guerrero y la Cautiva a un cuento, nacido de la pluma del célebre escritor argentino Jorge Luis Borges, y que además forma parte de su libro de cuentos El Aleph, el cual fue publicado por primera vez en el año 1949, gracias al trabajo de la casa editorial bonarense Emecé.
En sus líneas, este autor argentino logra hacer una analogía entre la historia de un guerrero Droctulft, quien aun cuando llegó junto a su ejército a Roma, con la firme convicción de destruir la ciudad, al ver sus maravillas, terminó muriendo mientras la defendía, y la historia de una mujer inglesa, que presa por los indios de las pampas, decidió entregarse a la vida que le ofrecía el desierto, olvidando para siempre su procedencia. Para Borges, finalmente, esta historia son dos caras de la misma moneda, separadas por miles de años, aun cuando forman parte de la misma unidad.
Resumen de Historia del Guerrero y la Cautiva
Este cuento, narrado en primera persona, comienza rememorando la historia de un guerrero de nombre Droctulft, quien aparece reseñado en el libro La Poesía (Bari, 1492), cuya historia cuenta que en la antigüedad este hombre, de procedencia lombarda, llegó hasta las puertas de Ravena, y en un momento inesperado volcó su corazón de bando, dedicándose a la defensa de la ciudad a la que había venido a destruir. Hecho éste que le valió un célebre epitafio, donde los romanos homenajeaban su valor.
Luego de unas cuantas reflexiones históricas sobre la precisión de los datos de este guerrero bárbaro, el narrador se entrega a un ejercicio imaginativo sobre las razones que pudieron llevar a este antiguo hombre a olvidar todo lo que había aprendido en las guerras por aquella ciudad que se mostraba ante él. De esta forma, el narrador imagina cuál sería el asombro de este guerrero, acostumbrado a las selvas inhóspitas al momento de llegar ante aquél jardín de edificios de mármol, templos, plazas, y esculturas, joyas y piezas de gran belleza… belleza que entró y penetró el corazón de este guerrero que nunca había estado en presencia de este conjunto de elementos, que aun cuando no pudiese entender –refiere el autor- igual lo maravillaban.
Así mismo, el narrador de esta historia, sale en defensa de Droctulft para indicar que este guerrero no era para nada uno traidor, como se pudiese pensar a simple vista de un individuo que desertara de su ejército para luchar a favor del bando contrario. Para el narrador sin embargo en realidad este guerrero lombardo cumple con la figura de iluminado, viéndolo más como aquel que ya hacia el final de su vida logra descubrir la verdadera fe, convirtiéndose a ella. De esta forma, Droctulft sería un converso.
Y no sería el único, pues el narrador acompaña este argumento, con otros datos históricos, señalando que este guerrero fue a la vez un profeta, pues algunas generaciones después, los lombardos –connacionales de Droctulft- se volverían también italianos, incluso –llega a especular el narrador- podría ser algunos de estos lombardos conversos ancestro de Alighieri. Así mismo, el narrador confiesa sentirse atraído por esta historia, que parecía removerle también una memoria recóndita que no lograba descifrar.
Por fin, luego de un profundo ejercicio de reflexión, el narrador podrá ubicar el hilo conductor que lo llevaba a remover sentimientos profundos en su memoria cuando pensaba en la historia de este lombardo, y que lo ataba a una historia que le contaba su abuela, inmigrante inglesa, sobre la vez que su abuela comentó con cierta ligereza lo sorprendente de su destino, que la había arrancado de la remota isla natal de donde provenía para incrustarla en esta tierra al fin del mundo. Con gran sorpresa se enteró que no era la única.
De esta forma, cuenta el narrador, unos meses después le mostraron a una india, que cruzaba la plaza, con sus pies descalzos y envuelta en mantas de colores. Para sorpresa de ambas, un soldado acordó el diálogo. A pesar de que sus modos y vestidos eran indios, su cabello, piel y ojos revelaban una ascendencia inglesa que el tiempo y el desierto no habían podido borrar. La abuela del narrador le habló en inglés, haciendo que este idioma brotara de la memoria de la india, quien recordando una lengua que no hablaba hace más de quince años, cuando había perdido a sus padres en un ataque perpetrado por los indios, quienes se la habían llevado. Sin embargo, antes de resistirse a cambiar su naturaleza inglesa, esta mujer se había entregado al desierto y sus costumbres. Ahora era mujer de un jefe y tenía dos hijos, se sentía feliz.
Sin comprender cómo una inglesa podía rebajarse a esa vida, la abuela del narrador le pidió encarecidamente que volviera al mundo que conocía. La otra se negó, argumentando su felicidad. Cuando el abuelo del narrador murió, su abuela pudo ver en la inglesa convertida en india su propio destino. Unos años después la volvería a ver, mientras la abuela del narrador andaba de cacería, y pudo observar cómo un hombre desollaba una oveja, cuando la india pasó a caballo, y se lanzó de éste para poder beber la sangre caliente, que manaba del animal.
Ese acto, para el narrador era revelador, y unía en un mismo gesto al remoto guerrero lombardo y a la inglesa cautiva que se había entregado al desierto. Un signo que quizás era gesto de un ímpetu secreto que los llevó a actuar de esa manera, aun cuando ninguno pudiese justificar su comportamiento. Finalmente, el narrador introduce una de las frases cruciales de este cuento: “el anverso y es reverso de esta moneda son, para Dios, iguales”.
Imagen: pixabay.com