La olvidada Guerra del Pacífico
Normalmente, cuando alguien menciona la Segunda Guerra Mundial lo primero en lo que todos piensan es en el conflicto europeo: la Alemania Nazi, la Rusia Soviética y los Aliados occidentales (Francia, Inglaterra y Estados Unidos). Todos parecen olvidar que una parte fundamental de la guerra se vivió en las regiones de Oriente, donde el Imperio Japonés (en aquel entonces, rey de toda la región) combatía contra una coalición de estadounidenses, chinos, australianos y neozelandeses.
Los horrores del lejano oriente
A pesar de la sevicia y la crueldad de los nazis, fue seguramente en este escenario donde se vivieron las peores atrocidades de la guerra. Chinos y japoneses por igual se caracterizaban por el horrible trato que se daba a los soldados enemigos que caían presos, mientras que las zonas tropicales imponían todo tipo de enfermedades y peligros a invasores y defensores por igual. Eran el equivalente del gélido invierno ruso que le cobraría a Alemania casi la mitad de su poderoso ejército.
La Batalla de la Isla de Ramree
Una de las historias más horripilantes de este conflicto fue la llamada masacre de la Isla de Ramree, ocurrida, precisamente, en torno a las costas de la actual Birmania (cerca de India). Por 6 semanas, entre enero y febrero de 1945, la isla se convirtió en el escenario de una sangrienta batalla entre tropas japonesas y los invasores aliados. El objetivo de la batalla era limitar la acción de las tropas japonesas que hacía poco habían ocupado la isla.
Tras varios días de lucha en los que la balanza no se inclinó por ninguno de los dos bandos, los británicos consiguieron obligar a las tropas japonesas a retirarse, al capturar uno de sus fuertes y flanquear un batallón estimado en más de 1000 soldados. Los japoneses se negaron a rendirse y decidieron retirarse en busca de una división que se encontraba en el otro lado de la isla. Al estar rodeados, no podían usar las vías tradicionales, por lo que decidieron jugarse el todo por el todo y atravesar las marismas y humedales del centro de la isla en línea recta. A fin de cuentas, sólo eran unos 16 kilómetros.
Comienza la pesadilla
Las tropas japonesas no sabían lo que les esperaba. Marchando bajo las sombras, con esporádicos disparos de la artillería británica, creían que estarían seguros en las densas regiones centrales de la isla. A pesar de las dificultades para marchar entre el lodo y de los peligros de las enfermedades tropicales (transmitidas por los mosquitos que abundaban en la zona), los japoneses continuaron, impertérritos, su marcha. Confiaban en llegar en pocos días a fortalecer la otra guarnición de la isla.
Una noche, algunos soldados de avanzada británicos comenzaron a escuchar sonidos provenientes del sitio donde – suponían – se encontraba el batallón japonés. Comenzando como susurros, pronto ascendieron a voces airadas para convertirse en gritos de terror. Parecía, entonces, que los japoneses habían sido tomados por sorpresa por algún poder oculto, maligno, ajeno a la guerra que se vivía en torno a sí. Los británicos, aterrados, no pudieron más que permanecer ocultos en sus guarniciones mientras escuchaban el horror que se había desatado apenas a un kilómetro de su posición.
El silencioso terror de la noche
La mañana trajo respuestas. Desafortunadamente para los japoneses, la isla era el hogar de una inmensa población de cocodrilos marinos, una de las especies más grandes y agresivas del mundo. Nativos de todo el pacífico sur, desde las costas australianas hasta el sur de India, estos cocodrilos pueden medir más de 6 metros y pesar una tonelada. No eran rival para los aterrados soldados japoneses.
El sonido de los cuerpos de los soldados japoneses marchando firmemente a través de las marismas bien podría haber sonado como una campana llamando al almuerzo a los oídos de las bestias. Los soldados fueron atacados de manera cruel e inclemente: los supervivientes relatarían un ataque generalizado, desde todos los flancos, que los desesperados soldados intentaban repeler usando sus armas, disparando a ciegas, en la noche.
En total, se calcula que del millar de soldados apenas unos 20 sobrevivieron al ataque nocturno de los reptiles… la mayoría, con graves heridas. Al día de hoy, la masacre de la Isla de Ramree se considera como una especie de leyenda que prueba el poder de la naturaleza y el terror que puede desatar sobre los hombres. De acuerdo con el naturalista Bruce Stanley Wright:
Aquella noche fue la noche más horrible que hubiera experimentado cualquier miembro del batallón de ataque marino. Los cocodrilos, alertados por el sonido de la guerra y el olor de la sangre, se reunieron en torno a los manglares… con la llegada de la marea, se abalanzaron sobre los hombres, muertos, heridos o sanos. [… Los disparos aislados de rifles en la noche negra de las marismas, aunados a los gritos de los hombres que caían en las fauces de los reptiles, hicieron una cacofonía del infierno sin equivalente en nuestra tierra.
En la actualidad, la isla de Ramree sigue siendo un lugar tenebroso, que los locales evitan, hogar de miles de cocodrilos… y quizás, de los aterrorizados espíritus de los soldados caídos que conocieron una muerte sangrienta hace ya más de 70 años, a manos no de sus enemigos, sino del terror de las fauces de las bestias.
¿Conoces algún caso en el que fueran animales, y no ejércitos, los que ganaran una guerra (o una batalla)?
Fuente de imágenes: 1: spydersden.files.wordpress.com, 2: toptenz.net, 3: im.ft-static.com