La casa de los espejos de Cádiz

El siguiente relato se ubica en Cádiz, específicamente en la zona costera de esta ciudad: la Alameda Apocada junto al monumento del Marqués de Comillas. Se trata de un viejo caserón que fue reformado para albergar gran cantidad de invitados y que entre sus muros esconde una triste historia de una mujer con gran envidia, un hombre enceguecido de amor y una inocente que fue víctima de la situación.

La historia de un matrimonio no muy feliz

Originalmente se trató de un matrimonio feliz, una pareja que iniciaba una vida llena de ilusiones juntos y esperaba formar una hermosa familia. Al poco tiempo fueron bendecidos con una niña, a la que el padre se dedicó en cuerpo y alma. Amaba a su pequeña: el hombre siempre le daba algún detalle a su primogénita, por lo general algún regalo que traía de sus largos viajes como almirante.

Llenaba de agasajos a la niña de sus ojos y entre los presentes que siempre traía había algún espejo: la pequeña los empezó a coleccionar y el padre le traía los más lujosos y hermosos. La casa comenzó a llenarse de espejos, el hombre quería que su hija viera lo hermosa que se estaba volviendo y no dudaba de presumir su belleza ante sus allegados.

Sin embargo, había alguien quien no vio con buenos ojos la devoción que sentía el padre por su hija y empezó a sentir celos: celos de que su marido ya no le prestara la misma atención y la dejara a un lado. ¿Que había pasado con el amor que se habían jurado al principio del matrimonio?. Cansada de sentirse menospreciada ideó un plan cruel para deshacerse su propia hija y volver a recuperar el amor de su marido.

Imagen 2. La casa de los espejos de Cádiz

Envidia de madre

En esta parte de la historia hay ciertas variaciones, aunque ambas inician igual (con el relato que ya contamos más arriba). Una historia cuenta que madre e hija mantenían discutiendo constantemente, la otra que en ausencia del hombre de la casa ambas mujeres siguieron teniendo la misma relación. Pero en cualquier caso el asunto aquí es que la madre envenenó a su hija: la fue matando poco a poco sirviéndole comida emponzoñada y así irla debilitando.

La vida de la jovencita se fue extinguiendo con el paso de los días, su tez sonrosada se apagó y su mirada perdió brillo. Finalmente, su cuerpo no aguantó el veneno que la invadía y murió: la madre no sintió ni el mínimo arrepentimiento, tomó la decisión de no avisarle a su marido y esperar que él se enterara cuando llegara a casa.

Cuando el hombre llegó a su hogar su corazón se derrumbó, había perdido a alguien muy importante para él, su hija… su luz. Su mujer le contó que “una infección se había llevado a la pequeña” y que los médicos no habían podido hacer nada por ella, el hombre parecía un alma en pena llorando por todos los rincones de la casa, viendo cada uno de los espejos, recordando cómo una vez éstos habían reflejado a su bella hija y ahora le devolvían la imagen de un hombre destruido.

El reflejo le mostró la verdad

Pero la verdad salió pronto a la luz.

Una noche mientras todos dormían, el afligido padre sintió la voz de su hija que lo llamaba, tan palpable como si la tuviera muy cerca de él Consternado por la situación fue a seguir el sonido y terminó asomándose a uno de los espejos.

Fue tal su sorpresa al ver reflejada la figura fantasma de su hija, quien con voz trémula le contó lo que en verdad había sucedido, como había sido su propia madre la que la había envenenado por envidia. El hombre lleno de cólera fue hacia donde su mujer y la obligó a confesar, ella muy asustada admitió lo que había hecho y fue arrojada a prisión.

El almirante abandonó su hogar, eran demasiados recuerdos dolorosos. Actualmente la casa ha pasado por reformas después de estar abandonada por mucho tiempo, los más valientes que se atrevieron a entrar alguna vez contaron como en los espejos todavía podían ver penando el alma de la chica que murió a manos de su propia madre.

Fuentes: