Ha llegado nuevamente la época de semana santa, uno de los ritos del cristianismo más importantes del cristianismo, y que se celebra en gran parte del mundo, y en la cual se conmemora la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Reflexiones de Semana Santa
Sin embargo, más allá de todo esto; más allá de ir a una parroquia o participar de algún séquito o ver la película que proyectan siempre en estas ocasiones, deberíamos reflexionar más al respecto.
¿Qué es la semana santa? Me pregunto yo, y les pregunto a ustedes.
Santo sólo es el Padre, o santo es todo… una flor, el viento, la espuma…
¿Qué es lo santo?
Un día por sí sólo no puede modificar nuestra conducta; es nuestra conducta la que puede modificar todos nuestros días.
La navidad es hermosa y triste a un tiempo:
Hermosa porque nos recuerda que existe la posibilidad que el Cristo nazca en nuestro corazón; triste porque no ha nacido y nos conformamos con decir «Ven, no tardes tanto».
La semana santa es hermosa y triste a un tiempo:
Hermosa porque nos recuerda que existe la posibilidad que logremos la resurrección; triste porque no la hemos logrado, y ni siquiera ha nacido el que la puede lograr.
Semana santa es la cúspide de la representación del drama cósmico, ese que debemos vivir cada uno de nosotros si es que realmente queremos ir al Padre.
¿Es la semana santa una época de reflexión?
Sostengo que NO, porque eso implicaría que los demás días del año no reflexionamos, o que nuestra reflexión es menor
Si nuestra espiritualidad sólo es de un día en el año, estamos perdidos. NO HAY SEMANA SANTA, pues cada día es santo, cada respiración hecha con la conciencia.
Si así procedemos, la llamada semana santa deviene sin ningún sentido, pues es un día más, pero vivido con conciencia y con amor.