Monumento actual en honor a Zumbí de los Palmares
Zumbí, entonces, como vimos en el episodio pasado, no confiaba en las promesas portuguesas de paz. Razón no le faltaba: había vivido en carne propia la esclavitud y era consciente de que la corona despreciaba profundamente a los pobladores del Quilombo. Sabía que no los dejarían en paz mientras pudieran.
Por esta razón rechazó todas las propuestas de paz que ofrecían los portugueses (que implicaban un reconocimiento simbólico del poder del gobierno central) e incluso se negó a recibir sus emisarios y responder sus mensajes. Muchos quilombolas lo respetaban precisamente por ello, por su voluntad de hierro a la hora de resistir a sus enemigos. Otros, temían las represalias del gobierno colonial brasileño.
La Guerra
A lo largo de toda su existencia, el conflicto había sido una característica fundamental de Palmares. La única razón por la que no fue destruido originalmente era porque los portugueses no lo consideraban una amenaza… un error que pagaron caro.
Una vez se consolidó como una república o confederación de aldeas unidas, su poder se hizo demasiado para que la débil corona portuguesa pudiera controlarlo. Esto no significa que no lo intentara: desde 1654, y con más fuerza desde 1670, los portugueses enviaron casi dos decenas de expediciones militares con miras a controlar la población rebelde.
Fue de hecho en medio de una refriega, con una de las mocambas bajo dominio portugués, que Ganga Zumba aceptó las condiciones de la paz (lo que como vimos le generó un amplio rechazo en la población del Quilombo). Muchos en aquel entonces consideraron que había sido el temor, y no una convicción de las buenas intenciones de los portugueses, lo que llevó al gran Rey a tomar esta decisión.
Pero un grupo, liderado por Zumbí, no estaba de acuerdo. Decidieron continuar la Guerra y tras la muerte de Ganga Zumba (según algunos, envenenado por el mismo Zumbí) aniquilaron las tropas portuguesas. Fue en estas campañas que comenzaron los relatos de un líder invisible, invulnerable a las balas, capaz de aparecer detrás de las tropas enemigas sin previo aviso. Zumbí se convirtió en un fantasma, en un Guerrero Invencible. En la leyenda que aún hoy pervive.
El gobierno de Zumbí
Tras una impresionante campaña militar en la que perfeccionó como nadie las tácticas de batalla de los quilombolas, Zumbí se convirtió en el líder indiscutible del Quilombo. Para 1680 no sólo había recuperado las regiones perdidas, sino que los ataques portugueses se habían detenido. Una década de fracasos y pérdida de tropas los había hecho desistir de sus intenciones.
Fue entonces cuando vino el mayor crecimiento del Quilombo, que se llenó de vida y en el que incluso nació una importante clase comerciante, que llevaba productos desde y hasta varias poblaciones portuguesas. Pero fue también el momento en el que peor se vivieron las tensiones con el gobierno de Brasil.
Porque en efecto, Zumbí había decidido hacer oídos sordos a las propuestas de paz y había hecho que la Corona se convenciera de la absoluta necesidad de destruir el quilombo. Y tras una década de paz, vendría el ataque final.
La Batalla Final
Para 1692 todo estaba preparado. Aquel año el gobernador de la Capitanía de Pernambuco contrató a un bandeirante paulista particularmente sádico, Domingo Jorge Velho, y lo dotó con armas y un importante ejército para conquistar el Quilombo. Originalmente, Velho cometió varios errores garrafales que fueron bien aprovechados por Zumbí y casi lo llevan a la muerte, principalmente atacar en primer lugar la capital confiando en una victoria rápida. Convencido de que el desastre era inminente, Velho envió un mensajero solicitando refuerzos.
Fue entonces cuando tropas profesionales bajo el mando de Bernardo Vieira de Melo salvaron la situación de los atacantes. En una serie de maniobras exitosas lograron sitiar Macao, que resistió por varias semanas hasta su caída el 6 de febrero de 1694. A partir de entonces, la suerte estuvo echada.
Es una lástima que las fuentes no nos indiquen con más detalle a qué se debió la derrota final de los quilombolas: si a un enemigo demasiado poderoso o a un mal manejo de las tropas aliadas. Pese a un milagroso escape de Zumbí, y a la ofensiva lanzada desde las demás mocambas, los portugueses fueron capaces de resistir y una a una las aldeas cayeron. Un año después, no quedaba nada.
Otro monumento en honor a Zumbí
Zumbí murió en la batalla: fue decapitado y su cabeza enseñada en público en la ciudad de Olinda como escarmiento para quienes quisieran fugarse. Con él murió un sueño de libertad que duraría casi un siglo.
Los últimos focos de resistencia de Palmares, ya aislados, resistirían hasta 1710.
¿Podría haber sido diferente?
Muchos se preguntan qué habría pasado si Zumbí hubiese aceptado las ofertas de paz de la corona portuguesa. Algunos consideran que de haberlo hecho en el momento indicado, podría haber fortalecido sus tropas poco a poco, esperando la eventual traición.
En cualquier caso, Palmares estaba condenado. Se trataba de una población que sobrevivía precisamente por estar escondida, oculta a los ojos portugueses. Al crecer, al volverse cuna de comercio, reveló sus secretos a los demás. En ese entonces sólo una alianza con los portugueses le habría permitido sobrevivir.
Y quizás, unas décadas de paz hubiesen servido para consolidar su poder, para hacerlo un enemigo más temible, menos fácil de destruir. Brasil era un poder débil, con eso podría haber bastado.
Es difícil decirlo. De haber aceptado y haber sido traicionado, hoy diríamos que fue insensato al no haber continuado la guerra.
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